V. Another Love

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Nota de A: No, señores, ésa no es Mikasa, vamos a darles un poco de extraños y populares ships (Yaaaaay! 💖🫶)

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Habían pasado algunos días desde la última vez que Mikasa hablase con Jean, ni siquiera le dirigía la palabra. Éste también se mantenía alejado de su prometida y por toda aparente respuesta a su silencio, usaba la misma técnica. Ambos eran orgullosos.

Jean no tenía motivos reales para no disculparse y continuar como si no hubiese pasado nada, pero no lo hizo. Mikasa no lo hacía porque le daba lo mismo. Nunca le había interesado Jean y era algo que no podría cambiar, en ese momento menos aún que nunca.

No podía dejar de pensar en Eren y era incapaz de pensar en nadie más.

Por mas que intentaba terminar la relación con Jean, su franco desinterés y hasta entonces, oculta animadversión, simplemente se lo impedían. Odiaba tener que hablarle.

Mikasa no odiaba a Jean. Jean no le parecía una mala persona. Pero no tenían una relación real; él no conocía nada sobre ella, no le parecía atractivo, no se sentía cómoda con él y trataba de interactuar con él sólo lo estrictamente necesario para que ante los ojos de los demás, la relación pareciera justamente eso, una relación existente, aún si no era afectuosa. Con la aparición de Eren, muchas cosas habían cambiado internamente en ella, empezando porque iba perdiendo las ganas de interactuar siquiera por compromiso con Jean y para todo el mundo era notorio que no lo quería cerca. Comenzó a arreglarse con mayor esmero cada mañana. Llevaba accesorios más femeninos a clase y pedía que le pusieran doble bentou con la excusa de que se quedaría a estudiar después de clases y tendría hambre.
Incluso los sirvientes en su propia casa podían ver a metros de distancia los ojos brillantes de la joven que antes parecía una muñeca hermosa y perfecta, pero sin emociones propias, de bellos ojos cristalinos pero completamente muertos y sin ilusión alguna.

Lo que nadie le había dicho a Mikasa y que descubrió por mera casualidad, es que Jean se veía con otra chica.

¿Así que ella no era en absoluto la única, no? Su ego, ligeramente herido, no le permitió sentirse completamente desligada, porque al fin y al cabo, había sido comprometida con él y que la engañara, equivalía a una humillación pública, sobre todo en los círculos tan importantes en que su familia repercutía en la sociedad. Ella sabía que la familia Kirschtein era poderosa económicamente hablando, pero que eran nulamente apreciados entre las personas cultas y decentes de esa sociedad, de modo que aquella situación podía impactarla doblemente todavía.

Mientras leía en la biblioteca, esperando que Eren llegara a buscarla de su práctica para ir al laboratorio, dónde compartían dos clases de Biología, Mikasa Ackerman contempló detrás de los estantes de los libros de Historia y Ciencias Sociales cómo una chica desconocida abordaba a Jean y éste le dedicaba una desbordante y feliz sonrisa. La chica, radiante, se le colgó, efusiva, del cuello y le besó en los labios cerrando los ojos, mientras él la tomaba por la cintura y luego le acariciaba la mejilla al mirarla. A Mikasa le pareció una chica atractiva, de labios rosados y piel blanca aterciopelada. Su cabello, ondulado y fino, de un color castaño obscuro, le bordeaba casi la cintura y sus ojos, de un castaño verdoso, lo miraban como si fuera la persona más importante del mundo. No tenía la nariz más linda, pero iba con su cara, de modo que no le lucía mal. Tenía que admitir que Jean no se las había arreglado nada mal. Si tu novia no te hace caso, siempre puedes encontrar a alguien más que sí te guste.

Sonrió para sí, porque sabía que por más bonita que fuera, a Jean no le interesaba nada en ella más allá que el futuro que esperaba lograr con su añadidura en su familia y que a ella nunca podría gustarle semejante pedazo de idiota.

Mikasa decidió que abordaría el problema desde un enfoque pragmático, y mientras los miraba alejarse entre los estantes, sentada con el libro de Biología sobre la mesa de estudio, pensó que nada hubiera sido más beneficioso que el que nunca se hubiera dado ese compromiso en primer lugar.

¿La chica sabría de ello? ¿Jean la habría engañado? Seguramente que sí, era la clase de persona que podía haberlo hecho. ¿Le dejaba esto el camino libre para conocer a Eren? Después de todo, a su padre le caía bien y era amigo del padre de Eren. Seguramente tenían dinero -y sabía por su padre también- que Grisha Jaeger tenía una elevada y respetada posición en el Consejo de la Ciudad de Shiganshina gracias a sus amplios conocimientos médicos que, en el pasado, habían salvado a la mayor parte de las familias más antiguas de un desastre sin precedentes, la epidemia que asoló gran parte de las ciudades dentro de las murallas de Paradies, la que estuvo a punto de matarla también a ella.

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Hange se aseguró los tenis. Le era imposible sacarse de la cabeza al enano ése. Con los días, su frustración no hacía más que empeorar.

Estaba molesta e irritada todo el tiempo, y apenas si le dirigía la palabra a Erwin. Éste, que nunca había visto así a Hange, no sabía qué hacer. Si hubiera sabido que ella tendría esa actitud y que el tipo que se le acercó, lo había hecho con buenas intenciones, tal vez no habría hecho nada y les hubiera dejado hablar. Al final había intervenido y todo lo que había conseguido era que Hange se comportara de manera absolutamente insoportable y arbitrariamente esto también afectara su desempeño académico y deportivo. Hange era torpe pero sobresaliente en senderismo, había incluso fundado un equipo ligado a los alumnos de primer año que tenían clases con ella, equipo que no tenía planes para el verano, gracias a que Hange se negaba arbitrariamente a hablar con nadie y no quería tampoco ver a nadie.

Erwin no había visto a Levi Ackerman fuera de los entrenamientos a los que ambos asistían y tampoco se acercó a conversar con él durante los que sí lo veía. Pero comenzaba a tomar valor y quizá lo hiciera pronto.

La noche anterior, había escuchado llorar a Hange tras la puerta entornada de su habitación y comprendió entonces que aquel alumno de ojos severos y mínima expresión, había cambiado algo en su hermana que nada antes había cambiado.

Se sintió nuevamente impelido por la obligación como hermano mayor, de intervenir.

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⏰ Terakhir diperbarui: Jan 17 ⏰

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