IV. I left a part of me

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"...Say a prayer for me
Help me to feel the strength I did
My identity, has it been taken?
Is my heart breaking on me?

All my plans fell through my hand
They fell through my hands on me
All my dreams, it suddenly seems
It suddenly seems empty..."

Empty, The Cranberries.

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Había mañanas en que Mikasa se sentía otra persona, como si su interior fuese otro, más frágil, más adolorido, como si se sintiera enojada por alguna extraña afrenta que la vida le hubiese hecho sin que ella se hubiera dado cuenta y la odiase tanto por ello que no pudiera soportar siquiera el despertar otro día.

Sentía una rabia que le resultaba frustrante y que no entendía, pero la obligaba a alejarse de todo el mundo. Por eso, cuando se descubrió con una especie de sentimiento de tristeza que le atenazaba el corazón, trató de evadirlo. Se llenaba de actividades y las hacía a conciencia, sin involucrarse emocionalmente en ellas o invertirse más allá de lo que concernía a distraerse con ellas. Las hacía correcta y perfectamente y era la mejor en todas ellas, pero no las hacía con su corazón, ni porque las amara.

Aquellas actividades no eran más que la anestesia para ese sufrimiento profundo e interiorizado que comenzó a manifestarse con más y más intensidad con el paso de los años.

No lograba comprender qué le pasaba ni por qué se sentía así, pero nada podía hacerla olvidar esa sensación de pérdida y ese sentimiento de infinita tristeza que la ahogaba y a menudo la hacía despertar llorando.

No tenía la menor idea de qué podía ser lo que la hacía sentir tan vacía. Tenía todo lo que cualquier podría soñar, no estaba enferma o herida, había comida en su mesa y tenía escuela y amistades. No lograba explicarse, especialmente ante sí misma, lo que la lastimaba desde dentro. Pero aquella mañana pareció sentirse diferente, porque cuando despertó, a diferencia de los otros días, ese día había despertado alegre.

La tarde anterior, después de clases, Eren había comido con ella en casa. Todo había salido a pedir de boca. Nadie se opuso a que tuviera un amigo y que ese amigo no fuese Jean, porque incluso el padre de Mikasa lo detestaba profundamente, pero como todos, sabía que no podría hacer mucho contra que su hija se casase con él. Sin embargo, por esa razón fue para Mikasa toda una sorpresa el que su padre reconociera el apellido de Eren al presentárselo y que en vez de molestarse por la presencia del joven en su casa, llenara de halagos y amabilidad a la familia del mismo. Así supo que su padre ya sabía quiénes eran y no sólo eso. También había ordenado a sus sirvientes que se aseguraran de que Eren llegara a salvo a su casa y que enviaran los regalos que había elegido enviar al Doctor Grisha Jaeger, el padre de Eren y que era su "gran" amigo.

Aquello no podía haber sido mejor.

Mikasa pensó que el cielo se veía más azul ese día. La brisa era más agradable. El sol brillaba más alto en el cielo. Pero lo mejor es que había tenido una conversación con alguien, una conversación larga y satisfactoria. Hablar con Eren de algo más que no fuese esa tonta academia, con sus tontos alumnos y su tonta necesidad de atención, era estimulante y sin darse cuenta, aquella conversación, ese tiempo, reír con él, eran cosas que la habían hecho muy feliz.

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Eren pensaba en Mikasa Ackerman.

Pensaba en ella cuando salía de clases, cuando llegaba a casa y pasaba apenas diez minutos haciendo alguna tarea, cuando Zeke llegaba con sus amigos universitarios a colonizar el sótano y terminaban bebiendo hasta el amanecer. Cualquier cosa que sucediera a su alrededor no lograba sacarlo de la idea de verla sonreír y observar sus labios curvarse tímidamente.

¿Podía ser tan arrogante de pensar que era la única persona con la que sonreía y reía de esa manera?

Era obvio que lo hacía. Hacía apenas dos días que había llegado a esa escuela y la chica en la que había puesto sus ojos, también había puesto los suyos en él. Y le gustaban mucho sus ojos, como el resto de ella. Su cabello, sus labios, su blanca y delicada piel y el aroma frutal y sumamente reconfortante que despedía su cabello también.

Sin embargo, debía enfocarse en sus estudios. Su padre no estaba muy feliz de haber tenido que cambiarlo de academia porque daba demasiados problemas y su rebeldía no ayudaba a que mejorara su promedio general. Solía dar problemas con los maestros por su pensamiento, le gustaba desafiar con argumentos muy precisos, pero también revolucionarios, gran parte del criterio conservador de sus profesores, que solían entrar en su juego, cayendo en redondo en sus provocaciones y terminando frustrados ante su lógica. Aquello enorgullecía secretamente a su padre, que se jactaba de emplear un pensamiento muy similar al de Eren en el pasado (por el que era muy respetado entre sus colegas e igualmente entre los filósofos de su país, con quienes solía codearse, pues había estudiado también filosofía en su juventud), pero al mismo tiempo, ante él tenía que actuar como padre preocupado y se daba cuenta que Eren no se preocupaba por fingir que le molestaba la opinión de los demás. Por el contrario, disfrutaba provocándolos y dejándolos como estúpidos, pero además disfrutaba de humillarlos diciéndoselos, y demostrando que tenía la razón, por lo que no era precisamente valorado entre las filas escolares.

En aquella situación, cómo era visto Jean Kirschtein ante la nueva amistad de su novia, podría comprometer todos sus planes y los de su padre. Aquella tarde en que Mikasa y Eren comían juntos en casa de los Ackernan, mientras estaba en su casa haciendo tareas escolares, su padre le había mandado llamar y le dejó claro que quería asegurarse que su relación con Mikasa permaneciera intacta. Pensaba que estaba bien si se casaban el siguiente año. Jean comenzó a objetar, hasta que su padre comenzó a impacientarse.

Y entonces, el padre de Jean se dió cuenta de la razón por la que su hijo objetaba de pronto con tanta vehemencia.

Estaba molesto con Mikasa y estaba evaluando otras posibilidades.

BloodstainWo Geschichten leben. Entdecke jetzt