CAPÍTULO CUARENTA Y DOS

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La vida de Camila, el aquí y el ahora se había convertido en algo muy parecido a una tragedia griega, aunque esto era mucho peor porque ella misma lo había provocado, había hundido la espada de Damocles sobre su pecho y con su propia mano la había retorcido ya estando dentro.

El silencio lóbrego que inundaba el aire y cubría toda la mansión convirtiéndola en un auténtico sepulcro se vió interrumpido por las carcajadas estruendosas provenientes del despacho de Michael Jauregui.

Las risas no sonaban divertidas, de hecho, resultaban un tanto perturbadoras, casi rayando en lo siniestro.

Las manos de Camila temblaban por la desesperación y angustia al sujetar la bandeja con comida que había preparado para Lauren.

Una nueva afrenta estaba por venir.

La ojiverde ya le había lanzado casi en la cara dos vasos de leche que le ofreció horas antes.

Pasaron de practicar el amor en todas sus formas a metamorfosear cada micra del terreno que pisaban en un campo de batalla.

-¿Sigues aquí?- Cuestionó de mala gana al verla entrar. Todavía portaba un vestido negro y con ojeras pronunciadas le dedicó una mirada llena de desdén.

-No puedes seguir así, llevas más de dos días sin comer y sin dormir- La Doctora Cabello estaba consciente de que su presencia en esa casa era non grata, pero su empecinamiento en hacer un último intento para alimentar a la mujer que amaba tanto...Era mayor que cualquier temor al rechazo. -Te preparé el sándwich ese que tanto te encanta- La preparación consistía en pan artesanal y orgánico elaborado con diversos granos, mayonesa, una generosa rebanada de queso cheddar, otra de queso feta, bastante tocino y aguacate.

En diferentes circunstancias Lauren lo habría devorado.

-¿De verdad crees que voy a tener humor para comer?- Preguntó en tono irónico. -Tengo el estómago hecho nudo, no me entra ni un jodido vaso con agua-

-Por lo menos deja esa botella de vodka en paz e intenta dormirte un rato- Le propuso de buena manera.

-No te queda en absoluto interpretar tu papel de esposa preocupada, suficiente humillación para mí fue que te permitiera estar presente en el funeral de mi mamá, pero te aclaro que no lo hice por consideración a ti, sino para vengarme aunque fuera un poquito de mi papá- Sentenció llena de rencor.

Camila abandonó la charola con el emparedado y un jugo de arándano recién sacado de la nevera sobre el escritorio. Ya se había resignado a que Lauren no comería nada que viniera de ella, así que prefirió ahorrarse que volviera a lanzarle la comida en la cara. -Quiero que sepas que...- Intentó explicarse por enésima ocasión mientras detectó el olor a humo proveniente de la papelera.

Pero la dueña de la casa la cortó. -¿Que me amas? ¿Qué le tenías verdadero afecto a mi madre?- Lauren agitó la cabeza en señal de negación. -Bla bla bla...Una persona que ama no lastima de la forma en que tú me lastimaste, Camila...No te miente en la cara mirándote a los ojos, así que mejor ahórrate la saliva- Escupió sus palabras llenas de desprecio.

-Te mentí porque no quería despertarte de ese sueño en donde ambas podíamos ser felices- Se sinceró aunque ya fuera tarde para eso. -Me aferré a esa felicidad que sentía cada vez que me tocabas aunque supiera que era artificial, pero es así como las drogas, es demasiado fácil hacerse adicta a sentir todo lo que siento contigo-

-Ay Camila, Camila- Se lamentó. -No tienes idea lo arrepentida que estoy de haber seguido mi corazón hasta que lo hicieras sangrar, amarte...- La realidad es que amar a Camila había sido su muerte pero también su redención. Aunque eso no lo pronunciaría en voz alta. Respiró profundo y continuó. -Amarte fue como caminar con los ojos cerrados y caer de bruces en un río lleno de pirañas-

EL HUBIERA SÍ EXISTE  (CAMREN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora