28|Cuando estemos listos

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—Bien, algo distantes, pero bien.

Edward hace una mueca. Obviamente como mi vida social se resume en ellos dos, les conté sobre la decisión que habíamos tomado y no opinaron nada al respecto y agradecí que no lo hicieran, no quiero que nadie opine sobre una relación que no es suya, sino mía. No voy a arrepentirme de lo que decidimos aun si escucho sus opiniones, pero ellos no tienen ni idea de todo lo que hemos vivido los dos durante estos meses.

—¿No vas a aplicar tus mismos consejos? ¿Esa mierda que dijiste de ser sincero y hablar? —me sugiere Andy desde la puerta de la cocina. Está saliendo de allí con un par de vasos que luego deja en la mesa que está frente a nosotros.

—No, porque ya lo hicimos y las cosas ya están claras, además no me molesta la distancia —sincero, rehuyendo la mirada recelosa de ambos—. Creo que mis razones son las mismas que las de él y estoy bien con eso.

Andy se deja caer en el sillón, justo a un lado de Edward y le doy una mirada de soslayo. Él está acurrucándose contra el brazo de Edward y quiero vomitar. Es el precio de ser el mal tercio, no tengo derecho a quejarme.

—Yo digo que vayas a hablar con él y dejes a mi novio para que pueda prestarme atención —me dice Andy y entorno los ojos.

—¿Así me pagan luego de que los ayudé? —cuestiono llevando una mano a mi pecho, ofendido—. Está bien, de todas maneras, ya quería irme, ustedes me empalagan.

Hago ademán de que voy a levantarme, pero Andy me toma de la camisa, inmovilizándome en mi sitio. A veces olvido que tiene una fuerza abrumadora cuando se lo propone.

—Era broma. Quédate todo el tiempo que quieras —sonríe—. Pero te recuerdo que él es mi novio y no el tuyo.

Edward se echa a reír y resisto el impulso de tomar uno de los cojines para golpear su rostro. ¿Y quién mierda se lo está quitando? En todo caso, yo debería ser el que se sienta herido con Edward porque me está quitando mi tiempo de calidad con mi mejor amigo, sí, mi tiempo de calidad se resume en molestarlo y él no me deja hacerlo.

—Te recuerdo que, gracias a mí, él es tu novio —le echo en cara. En consecuencia, Andy bufa y guarda silencio, concediéndome la razón.

Si hubiese sido más listo habría dicho que eso no es del todo cierto, porque a fin de cuentas los que pudieron solucionar sus problemas y pudieron hablarlo, fueron ellos, pero no dice nada más. Yo no fui la razón por la que son novios, tal vez ayudé a que lo fuesen cuando le dije a Andy que jugara verdad o reto con nosotros o cuando les aconsejé o cuando le grité a Edward en la cara que le gusta a Andy, pero estoy seguro que sin todo eso ellos habrían terminado juntos tarde o temprano.

—Tienes razón —Edward es el que habla y su boca se estira en una pequeña sonrisa de dicha mientras mira a Andy— gracias, Jean, por darme al mejor novio de todos.

Enarco una ceja, incrédulo. ¿En serio se están tirando frasecitas ridículas de amor frente a mí? Dios mío, qué horror, esto es peor que ver El hobbit y yo odio esas películas.

—Dale las gracias a su mamá, yo qué.

—Awww —Andy dice con las manos juntas, conmovido, pasando totalmente de mí—, gracias, Jean, por hacer que Edward tenga al mejor novio del mundo, o sea yo también lo tengo, pero él es el suertudo.

La sonrisa de Edward se ensancha y la mía está más muerta que la de la Monna Lisa.

—Sí, lo soy. Soy muy afortunado.

Entorno los ojos una vez más y busco el control de la televisión para subirle el volumen y así dejar de oír a estos idiotas.

—Awww—Andy exterioriza otra vez, enternecido—, olvídalo, yo soy el afortunado.

Una maldita confusiónWhere stories live. Discover now