Milena Jeon no se esperaba casi ser asesinada por una mantícora y que gracias a ello encontró a su alma gemela, quien no era nadie más y nadie menos que Apolo, el dios del sol.
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—Estoy empezando a cansarme del hecho de que todos se me aparezcan en sueños —mencionó Milena de mal humor—. Siempre que eso ocurre al despertarme son a penas las dos de la mañana ¡Tengo unas ojeras horribles! ¡No puedo descuidar mi rostro de esa manera!
—Dios, sonaste igual a mi madre —dijo Eros mientras rodaba los ojos.
—¿Qué deseas?
—Bueno, quería preguntarte algo.
—¿Qué cosa?
—¿Te gustaría que revocara el hechizo que le pedí a Hécate que hiciera?
—¿Hechizo?
—Ser semidiosa —respondió él—. Le pedí a Hécate que te convirtiera en una semidiosa al menos hasta que yo pensara que fuera buena idea revocar el hechizo.
Eso la dejó callada.
—¿Hablas enserio?
—Claro que hablo enserio —respondió él—. Ahora, si decides que revoqué el hechizo, tendrás que quedarte por un tiempo en el Olimpo.
—¿Por qué?
—Podrías causar muchos problemas en el mundo mortal.
—¿Problemas?
—Si, problemas, en especial problemas de amor.
—Oh.
—Entonces ¿Qué dices? ¿Aceptas?
Milena lo pensó por un instante, no sabía que decir.
—Si, acepto —fue lo que respondió.
—Perfecto, pasaré por ti en unas horas.
—¿Q-que?
Y entonces volvió a despertar.
Milena no sabía si su padre estaba bromeando, pero tampoco quería estar desprevenida por si llegaba, así que empacó las pocas cosas que había traído.
—¿Te vas a ir? —cuestionó Silena cuando notó la mochila de Milena en la cama de esta.
—Oh, creo que si —respondió ella.
—La verdad no pensé que te quedarías —admitió la chica—. Nos vemos en verano entonces.
—Nos vemos en verano —le dijo la pelirroja con una leve sonrisa.
Pudo desayunar en paz, sin embargo cuando fue a su habitación se encontró con Eros, fue una suerte que nadie más estuviera ahí.
