Capitulo 3

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El tiempo continuó su marcha inmutable, y Alexandra se sumió en los recuerdos que la charla con su hijo había desencadenado. La noche, con sus estrellas parpadeantes, se convirtió en un telón melancólico para sus pensamientos, y la piscina, iluminada por luces suaves, reflejaba la quietud de su mente.

La sugerencia inicialmente descabellada de Mady resonaba en su interior como una nota persistente. Las palabras de Eiden, llenas de preocupación filial, resonaban en su mente como un eco constante. "No puedo seguir viendo tanta tristeza en tu mirada, mamá", había dicho, seguido de un recordatorio doloroso, "Costia no estaría contenta con tu soledad".

Años habían pasado desde la pérdida de Costia, su compañera de vida, y esos años se convirtieron en una sucesión de días solitarios. La coraza que construyó alrededor de su corazón prometía protegerla del dolor amoroso, pero también la mantenía en un constante aislamiento emocional. Alexandra reflexionaba sobre su propia resistencia, sobre la manera en que había cerrado las puertas al amor y a la posibilidad de encontrar la felicidad nuevamente.

La brisa nocturna acariciaba su rostro mientras recordaba la intensidad del amor compartido con Costia. Las risas, las miradas cómplices y las noches bajo el manto estrellado se desplegaban en su mente con claridad sorprendente. Sin embargo, la sonrisa se desvaneció cuando las palabras de Eiden resonaron nuevamente: "No puedes olvidar, mamá". Un suspiro profundo escapó de los labios de Alexandra, cargado de la carga emocional que llevaba consigo.

Esa noche, con la luna como testigo silente, Alexandra, en la privacidad de su propio espacio, se encontraba envuelta en la contemplación de los detalles más íntimos del rostro amado de Costia. La nostalgia se mezclaba con la suave brisa, y una lágrima solitaria trazaba un camino en su mejilla. - No, Costia - susurró con voz apenas audible, como si su amada estuviera presente en ese momento - Nadie puede reemplazarte. No puedo olvidarte.

Alexandra, con determinación en sus ojos, se permitió sentir el dolor y la pérdida una vez más. Pero esta vez, también se prometió a sí misma liberarse del peso de la culpa que la atormentaba cada vez que consideraba la posibilidad de abrir su corazón a nuevas experiencias. La brisa nocturna llevó sus susurros al universo, como un juramento silencioso de liberación y renovación.

La noche, con su manto estrellado, guardaba secretos y promesas de un futuro aún por descubrir.

***

A la siguiente mañana, la vida de Alexandra estaba impregnada con la típica monotonía de su rutina diaria. Sin embargo, un elemento inesperado y ligeramente incómodo se interpuso en su camino: la acostumbrada invitación anual para la recaudación de fondos benéficos. Mientras sostenía el elegante sobre en sus manos, un recordatorio cruel de su soledad la agobiaba como una sombra indeseada.

La conversación con su hijo, que había dejado su mente en un torbellino de pensamientos la noche anterior, seguía resonando en sus oídos. Esta vez, la sensación de inquietud era más intensa, más familiar. La ansiedad la invadía, una compañera indeseada que la empujaba a considerar opciones que antes había descartado con determinación. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Y si decidía simplemente ignorar la realidad que la envolvía?

Mientras contemplaba la ciudad desde la ventana de su lujoso rascacielos, la pantalla de su teléfono parpadeó, anunciando la llegada de un mensaje. La tentación de revisarlo era fuerte, pero Alexandra resistió inicialmente, prefiriendo dejar su atención vagar por el bullicio de la vida exterior. No obstante, el persistente destello del teléfono finalmente la venció.

El Giro del Destino: Un Amor InesperadoWhere stories live. Discover now