Alicent VI

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He vuelto! para los que leyeron mi última publicación, saben que estan siendo días dificiles, pero bueno, hay que acostumbrarse, jaja.
todos los errores son míos y espero que disfruten el capitulo!


Alicent puede contar, con los dedos de una mano, las veces que un guardia ha acudido a su puerta en el medio de la noche. Han sido tres ocasiones, dos de ellas son aún heridas sangrantes en su corazón.

Tenía cinco días del nombre la primera vez, la fiebre se había desatado cruelmente sobre Oldtwon, y un caballero había golpeado su puerta durante la hora del lobo.

La había acompañado hasta las recamaras de sus padres, donde su madre lloraba desconsoladamente. Su tía Lynnete la había abrazado tan fuerte que ella apenas había podido respirar.

La fiebre se había cobrado la vida de Garlan esa noche.

Ella no recuerda mucho de su hermano, su infantil sonrisa es apenas un fantasma en su memoria, pero las interminables tardes jugando en los jardines de la Torre Alta son preciados recuerdos en su mente.

Garlan había vívido apenas nueve días del nombre.

Gwayne fue enviado como pupilo al Rejo justo después de la muerte de su gemelo. Alicent era apenas una niña, pero ella fue quien pasó las noches consolando a su madre y a si misma.

La segunda vez, tan solo dos años más tarde, un guardia diferente golpeo su puerta. Esta vez estaba acompañado de Gwayne.

Las lagrimas en los ojos de su hermano fueron todo lo que ella necesitó para saberlo. El Extraño había tomado a su madre.

Ella no recuerda mucho, solo recuerda la forma en la que su padre temblaba contra su espalda cuando ella estaba en su regazo. Recuerda la forma en la que su tío tuvo que tomarla en brazos para separarla de él, porque Otto no quería dejarla ir.

“Estas asustando a la niña, Otto.” Había regañado su tío.

Recuerda las suaves manos de su tía Lynnete peinando su cabello, recuerda haber limpiado las lagrimas de las mejillas de la mujer mayor cuando se arrodillo frente a ella.

“Tan pequeña y ya has enterrado a tanta familia.”

Recuerda el septo, el largo sermón, su padre la había sujetado fuertemente a ella y Gwayne en todo momento.

Se habían marchado de Oldtown menos de una luna después.

“El cadáver de tu esposa aún no esta frío en su tumba y tú te llevas a los niños a un lugar desconocido.” La voz de su tío jamás había sonado tan furiosa.

“Tú puedes ser la cabeza de esta Casa, Hobert, pero ellos son mis hijos.”

“Esos niños son más hijos míos de lo que jamás serán tuyos. Ni siquiera pudiste dejar tu estúpido puesto para asistir al funeral de tu hijo.”

Su tía la había sacado de la habitación justo después de eso.

Su tío le había obsequiado todo un nuevo guardarropas para lucir en la capital, junto con muchos pergaminos y frascos de tinta.

“Puedes escribirme siempre que quieras, iré a buscarte en cualquier momento. Oldtown siempre será tu hogar.”

La tercera vez…

Alicent ya había celebrado diez y nueve días del nombre. Ya era una mujer casada. Ella era madre para entonces.
Sir Criston había golpeado su puerta con urgencia, ella ni siquiera había necesitado que él hablará para saberlo. Rhaenyra había comenzado sus labores.

La noche es aún un misterio en su memoria. Alicent sabe que ha estado ahí, sabe que sostuvo la mano de Rhaenyra y limpió el sudor de su frente. Y eso es todo.

Ella no había querido estar en la habitación durante el parto. Pero lo hizo, tomo la mano de su esposa, cerro sus ojos y dejó que su mente navegará.

Lo único que puede recordar, segundo a segundo, es conocer a sus hijos por primera vez.

“Es un niño, su majestad.” Había anunciado el maestre.

Una partera había depositado el pequeño bulto en sus brazos. Era pequeño y ligero, pero no tanto como lo había sido Aemond.

Ira, confusión, e incluso repulsión.

Esos fueron los sentimientos que Alicent esperó sentir. Y espero, y siguió esperando. Pero nada llegó.

El pequeño había abierto sus ojos y casi por instinto, había envuelto su pequeña mano en su dedo. Y Alicent se enamoró.

Fue justo como sostener a Aegon, Helaena y Aemond en sus brazos.

Su corazón duplico su tamaño, ya listo para partirse y entregar un nuevo pedazo a esta pequeña pieza de Rhaenyra en sus brazos. 

Lo nombraron Jacaerys.

Menos de una marca de vela después, otro pequeño fue puesto en sus brazos.

El mismo cabello negro, más pequeño y más ligero esta vez.

El mismo fuerte agarre en su dedo. El mismo dolor en su corazón. Una nueva extensión de su alma.

Lo llamaron Lucerys.

Alicent había besado castamente los labios de Rhaenyra, y luego la frente de los dos pequeños.

Sus hijos, de ella y de Rhaenyra.

Los niños de Alicent. De nadie más.

Entonces, cuando un guardia golpea su puerta, en el medio de la noche, Allicent no puede evitar que el sudor frío ruede por su espalda.

“Su majestad.” Sir Criston llama desde el pasillo. “La princesa Helaena pide por usted.”

Helaena ha experimentado sueños extraños e incluso terroríficos desde que nació, Alicent se relaja y se dispone a recorrer el tan conocido camino hacia la habitación de su hija.

En la puerta de la habitación de la niña, Sir Arryk se ve nervioso, lo que alerta a Alicent de inmediato.

“La princesa Rhaenyra no ha salido de la habitación, y puedo escuchar a la princesa Helaena llorar.”

Sin dirigirle una segunda mirada al guardia, Alicent entra en la habitación a toda velocidad.

En la cama, Rhaenyra tiembla, el sudor cubre su frente y sus extremidades se retuercen. A su lado, Helaena solloza fuertemente.

“Madre, no se que sucedió, estaba bien–”

“Shh, esta bien, mi amor, no es tu culpa.” Se apresura a tranquilizarla.

“Nyra.” Susurra, sacudiendo suavemente el cuerpo en la cama.

Su esposa abre los ojos, sus orbes lilas la observan confusos y nublados, luego la aparta con un brusco golpe, y sin darle tiempo a apartarse, a ella o Helaena, se levanta de la cama y corre a refugiarse en una oscura esquina.

“¿Muña?”

El susurro de Helaena rompe el corazón de Alicent, y se apresura a sujetar a su hija, quien observa aterrorizada a su madre, sentada en una esquina y temblando.

Ante el escandalo, Criston y Arryk entran, preparados para enfrentar cualquier amenaza, pero la confusión es evidente en su rostro cuando observan la escena.

“Lleven a Helaena a mi habitación, y traigan un maestre.” Ordena. Aunque dudosos, los caballeros asienten y se marchan rápidamente, llevándose a la niña con ellos.

“¡RHAENYRA!” Medio grita, acercándose sigilosamente a la mujer en el suelo.

Su esposa se cubre el rostro, sus rodillas tocan su pecho, su bata esta arrugada y abierta, dejando a la vista su ropa de dormir cubierta de sudor.

Como si de un animal salvaje se tratase, Alicent se acerca cuidadosamente, poniéndose de rodillas frente a la asustadiza mujer.

“Rhaenyra.” Susurra, tomando una vela en de un mueble cercano.

Lentamente, Rhaenyra levanta el rostro de donde reposaba sobre sus rodilla, y saliendo del escondite formado por sus manos, abre los ojos, observándola aterrada.

“¿Estas bien?” Vuelve a susurrar.
Puede ver como poco a poco, las orbes lilas se aclaran, reemplazando el terror por confusión.

“¿Alicent?”

“Rhaenyra, tuviste una pesadilla.” Murmura, depositando cautelosamente su mano en la frente de su esposa. La alta temperatura la alarma al instante. “Estas ardiendo.”

Rhaenyra se ve igual de confusa que antes, pero aún así se apoya rápidamente en el toque de Alicent, casi refugiándose en él.

Un maestre interrumpe el momento, Luwyn se detiene en la puerta de la habitación incómodo, al igual que Sir Arryk detrás de él.

“Creo…– creo que ha atrapado alguna clase de fiebre.”

Un grito ahogado obliga a todos los adultos a voltearse, Helaena se encoge detrás del caballero al ser descubierta y se ve avergonzada cuando Sir Criston llega corriendo detrás de ella.

“Los siento, Majestad.” Se disculpa con una breve reverencia. “La princesa se negó a dormir sin ver a su madre sana y salva.”

“Esta bien, Sir Criston.” Murmura Alicent, alejándose lentamente de Rhaenyra, aunque no sin reticencia de su esposa.

“Todo esta bien, mi más querido amor.” Susurra, acercándose a Helaena y envolviéndola en sus brazos. “Tu muña estará bien.” Besa la frente de su hija y la incita con un ultimo abrazo a seguir a su guardia asignado, quien se la lleva luego de una ultima mirada de disculpa.

“Mi princesa” El maestre Luwyn se acerca a ella luego de realizar una reverencia. “Deberíamos moverla hacia la cama.”

Antes de que el hombre o el caballero tengan tiempo de acercarse a Rhaenyra, Alicent la ayuda a ponerse de pie, casi sosteniendo todo el peso de su cuerpo en el suyo propio. Utilizando todas sus fuerzas, logra depositarla en la cama de Helaena.

Rhaenyra aún se ve desorientada, pero eso no impide que sujete su mano fuertemente.

Algunos de los acólitos del maestre Luwyn llegan y a pesar de la voluntad de Alicent, la hacen a un lado, separándola de su esposa, obligándola a ser nada más que una espectadora cuando comienzan a usar toda clase de hierbas, tónicos y artilugios sobre el cuerpo de Rhaenyra.

“Justo como su Majestad lo sospechaba, la princesa ha atrapado la fiebre primaveral que se ha asentado sobre la isla.” Luwyn explica, lenta y tranquilamente, como si temiera que Alicent atrape la enfermedad de solo oír hablar de ella. “Los sirviente que la han atrapado aún estan vivos, pero gravemente enfermos, no creemos que sea tan grave como las fiebres invernales, pero vigilaremos de cerca a la princesa.”

Alicent solo logra asentir con la cabeza, sus deberes regulares son desechados de su mente, donde las cientos de tareas que tendrá por delante toman su lugar. Con Rhaenyra enferma, Aegon es la cabeza de su familia, y el señor de la fortaleza, pero su hijo es aún un niño, así que Alicent debe tomar su lugar.

“Mientras tanto,” Luwyn continúa. “recomiendo que la princesa Rhaenyra descanse en esta habitación, para que la fiebre no continúe expandiéndose, y que la pequeña Helaena sea reubicada. Y le recomiendo, su Majestad, que no se acerque, ni usted, ni sus hijos aquí.”

Ella entiende el razonamiento detrás de la recomendación, pero su corazón al parecer no lo hace, porque se estruja y amenaza con escaparse de su pecho.

“Gracias, maestre.” Es todo lo que logra salir de su boca.


**


Por supuesto, Rhaenyra no vuela a King’s Llanding, así como tampoco lo hace Aegon. Si la enfermedad se ha asentado sobre la casi escasa población de Dragonstone y esta causando estragos, Alicent tiembla al pensar en lo que debe estar pasando en la capital.

Logra intercambiar algunas cartas con sus familiares en la corte, sus tíos han decidido permanecer en la Fortaleza Roja y enviar a todos sus primos de vuelta a Oldtown, donde la fiebre no ha llegado, y de hacerlo, la Torre Alta los protegerá de todo. Su tío Hobert ha ofrecido una escolta Hightower completa para transportar a sus hijos a su hogar de nacimiento, y aunque Alicent fue tentada de aceptar, terminó pro declinar ante el temor de que sus niños se enfermen terriblemente en el camino.

Aunque, eso no detuvo a su primo, Ormund, de enviarle unos cuantos libros a sus maestres, que hablan de los diferentes tipos de fiebre y todas las formas en las que pueden ser curadas, o en el peor de los casos, como puede retrasarse lo más posible la muerte.

Pasa media luna para que Alicent comience a desesperarse y temer lo peor. Rhaenyra no solo no ha dejado de agonizar, sino que Jacaerys y Lucerys se han unido a su madre. Ella misma, junto con sus tres hijos mayores, han tenido que ser mudados a la otra parte del castillo, mientras el pequeño Daeron ha sido trasladado, finalmente, a Oldtwon, luego de que Alicent prometió enviar a por él en el momento en que la Ciudadela declaré la fiebre terminada.

“La enfermedad no solo se cierne sobre la isla, su Majestad, esta dando problemas desde el Norte, hasta las Islas del Verano, mis acólitos trabajan tan rápido como pueden.” Sentencia el maestre entre dientes. Han tenido esta conversación al menos una vez al día durante los últimos siete días. “No quiero ser irrespetuoso, pero déjenos encargarnos de la salud de la princesa y los príncipes, usted puede ayudar orando a los dioses.” Murmura despectivamente antes de voltearse, ignorando su presencia.

Hay algo en su tono soberbio y la forma en la que se dirige a Alicent como si ella fuera una mera sirvienta, que hace que su sangre hierva en sus venas.

Alicent no es una sirvienta. Ella ni siquiera pertenece a una casa noble de baja cuna. Alicent desciende de los reyes más antiguos de Westeros, pero al parecer, a todos les gusta olvidarlo.

“Sus servicios ya no serán requeridos, maestre.” Sentencia. “Escribiré a la Ciudadela y solicitare información de sus acólitos, entonces yo decidiré quien es el adecuado para ocupar su lugar. Será escoltado de regreso a King’s Landing mañana en la mañana.”

La mirada en el rostro del anciano hombre pasa de la burla a la confusión, para luego desatarse en un rencor furioso. Con una rápida y brusca reverencia, se voltea para irse a, Alicent supone, su habitación, pero para entonces, ella ha tomado los libros que Ormund envío y los esta depositando en los brazos de Sir Erryk.

“Buscaré la maldita cura yo misma.”




**

Entonces... Alicent no estaba haciendo de las suyas con Jason.
Debo admitir, los shipeo solo un poco desde que vi un tiktok, pero solo en un universo paralelo. Aunque... Jason no esta fuera de escena, todavía.
Espero que les haya gustado, dejenme saber lo que piensan!
Nos vemos en el proximo capitulo donde vamos a ver el nacimiento de Aemond :)
pueden seguirme en twt para charlar un poco, mi user es wand4licent

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