CINCO - DESPUÉS (II)

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Doy mis pasos sabiendo que lo único duradero que le iba a dar hoy era el adiós. Este sueño idílico, este amor que nos consume moriría antes del atardecer. Yo era el asesino no había duda alguna. Jugué con el corazón bondadoso y lleno de luz de mi dulce nemesis. Volé alto y no calculé la caída. Esto era por ella y por mis hermanos, me obligo a mi mismo a pensar que es más por ella que por ellos aunque suene mal, se que esa es la única forma de que la bestia que hay en mi interior se ate la cadena de no volver a ver a Aba en un tiempo.

Ella lee su libro al final del puente de madera, sus pies desnudos son salpicados por el movimiento de algún que otro pez saltando. Al parecer hoy no había sido lo suficientemente sigiloso porque ella deja el ejemplar de Hamlet a un lado y me sonríe haciendome sentir el hombre más miserable de la creación.

—Archie.

—Némesis—la llamo por su apodo y ella arruga la nariz para finalmente negar con diversión.

—Tres meses y sigo sin entender porque me llamas venganza—afirma incrédula.

—Es mejor que no lo sepas, es así como un recuerdo lejano—y tan lejano, algo que sucedió cuando los bisabuelos de tus padres aún no caminaban por la tierra.

—Tu y tus enigmas, por cierto llegas tarde...—arquea una ceja divertida.

—Ambos sabemos que significa eso—sonrío acercándome a ella para tomar asiento a su lado.

—Sí, me concederás un deseo—hace una pausa mientras yo no puedo evitar pensar en que la luz de ese mediodía la hacía verse más hermosa de lo que simplemente era, su melena castaña parecía hecha de oro y sus ojos del mismo tono ya rozaban la miel, sin hablar de esos labios carnosos que llevaban escritos mi nombre, tal vez hoy sería la última vez que la vería así de cerca y tal vez este haciendo mi mejor esfuerzo en memorizar cada detalle de nuestro encuentro—¿No te quitas los zapatos?—pregunta poco después confundida.

—¿Qué desea mi señora?—pregunto ignorando el hecho de que si hoy no me quitaba los zapatos era porque hoy no era como cualquier otro encuentro que hayamos tenido.

—Deseo que lleves esto—sonríe tomando mi brazo, siento su tacto hacer arder mi piel. La miro a los ojos sorprendido al apreciar una pulsera. Era de esas que solían hacer las niñas de la primaria de colores pastel.

—No me mires así, yo llevo la foto del parque de atracciones des de que me regalaste el collar y tu llevas esta pulsera—afirma orgullosa, aprovecho su cercanía para hacerme con sus labios. En ese día de primavera me hubiese gustado quedarme pero no podía ser, no debía ser. Instantes después a pesar de notar su negativa por separarse, me alejo.

Tomo el collar, abro el corazón acaricio la imagen para poco después cerrar el collar y devolverlo a su sitio, no puedo evitar observar su pecho, rápidamente me recrimino a mi mismo por ese comportamiento. Ella me mira con una sonrisa a pesar de no entender mi comportamiento.

—Me encantas... Pero esto no puede ser—concluyo.

Ella me mira frunciendo el ceño.

—¿Qué?—gesticula sin entender.

—Mírame, olvidarás algún día haber vivido con los Hayek, ignoraras cualquier mención sobre sucesos de tu pasado que estén relacionados con nosotros. Continuaras con tu vida como si estos tres meses no hubiéramos salido para ti Archie Hayek fue tu profesor de latín y durante un corto período casero—afirmo, en sus ojos veo la clásica confusión para pronto sucumbir a la hipnosis.

Tomo aire con fuerza para levantarme y luego marcharme, miro al cielo incrédulo ante la tormenta primaveral que se estaba abriendo. La tempestad había llegado a Black Sea acompañada de rayos y truenos.

Salgo del puente para esconderme en el bosque y ver como ella sale corriendo, su vestido de estampado floral ya está empapado por el teléfono va hablando con su mejor amiga. No hay lagrimas en su rostro, no recuerda nada por lo que estar triste, corre con sus zapatos en mano hacia el centro de la ciudad.

Me siento como si el oxígeno, de repente, por el que mis pulmones viven no fuese capaz de satisfacer mi necesidad. Respiro con fuerza. Estoy seguro que si el cuerpo de Archie Hayek hubiese resultado herido por una bala en el pecho habría dolido menos que ver el rostro de mi ángel favorito derramar lagrimas incrédulo, como si no creyese lo que sus ojos y sus orejas le habían hecho llegar.

Finalmente salgo del bosque tenebroso no sin pararme delante de lo que solía ser el hogar de Aba atraído por ruido. Lo cuál era imposible ya que ya hacía un mes prácticamente des de que Hank se voló la cabeza. Observo de nuevo la tormenta horrorizado ante la única explicación que me queda, ese hedor en el aire y esa tempestad significaba que había presencia sobrenatural.

Hechos de fuego y luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora