❝ épilogue ❞

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Chan se aclara la garganta.

— En serio. — dice Minho. — Nosotros no éramos así, ¿verdad?

Seung gruñe y lanza su bolígrafo hacia él. Minho y Chan rompieron. En cierto modo, es raro que hayan esperado tanto tiempo. Parecía inevitable aunque, de todos modos, otras cosas también lo parecían. Y eso también necesitó su tiempo.

Se han separado de la forma más amigable posible. No tenía sentido que mantuvieran la relación a distancia. Ambos parecen aliviados. Chan está muy contento con su admisión a Brown, y Minho... bueno, todavía tiene que hacerse a la idea de que nosotros nos vamos y él se queda un año más. Porque ha conseguido quedarse por pura suete. Sigue perdiéndose en sus dibujos y sus manos están en un estado permanente de calambre. Sinceramente, estoy preocupado por él. Sé lo que es estar solo. Pero Minho es un chico atractivo y gracioso.

Seguro que hará nuevos amigos.

Estamos en mi habitación estudiando para los exámenes. Atardece y una brisa cálida entra por mi ventana. El verano ya casi ha llegado. Pronto veré a Soobin otra vez. Me ha enviado unos cuantos mensajes. Las cosas están un poco tensas entre nosotros, pero estamos intentándolo. Me aferro a eso.

Hyunjin y yo estamos sentados el uno junto al otro con los pies entrelazados. Sus dedos dibujan espirales en mi brazo. Me apoyo en él y absorbo su olor a shampoo y crema de afeitar y ese algo más que tiene que es simplemente él y de la que nunca tengo suficiente. Él besa mi mecha, yo inclino la cabeza y mi boca se junta con la suya. Paso una mano por su pelo perfecto y despeinado.

AMO su pelo y ahora puedo tocarlo tanto como quiera.

Y no le molesta. La mayoría de las veces, al menos.

Seungmin ha aceptado bastante bien nuestra relación. Algo tiene que ver el hecho de que ira a la universidad en Roma.

— Imaginen. — dijo, poco después de inscribirse. — Una ciudad entera llena de chicos italianos guapísimos. Me digan lo que me digan, seguro que será sexy.

— Serás una presa superfácil. — le dijo Chan. — «Te gustaría-ah ordenar-ah el espa-gue-ti?» «¡Oh, si, Marco! ¡Házmelo!»

— ¿Crees que a Marco le gustara el fútbol? — preguntó Seung con mirada soñadora.

En cuanto a nosotros, Hyunjin tenía razón. Nuestras facultades están a unos veinte minutos en tren la una de la otra. Se quedará conmigo los fines de semana, y los días de cada día nos veremos tanto como sea posible. Estaremos juntos. Los deseos que ambos pedimos en el Point Zéro se han cumplido: estar el uno con el otro. Dijo que siempre pedía lo mismo. Estaba pidiéndome en un deseo cuando me vio entrar en la torre.

— Mmm. — digo. Me está besando el cuello.

— Eso es todo. — dice Chan. — Me voy. Disfruten sus hormonas.

Minho y Seung salen con él y nos quedamos solos. De la forma en que me gusta.

— ¡Ja! — dice Hyunjin. — Como a mí me gusta.

Me deja sentar en su regazo y rodeo su cintura con mis piernas. Tiene los labios suaves como el terciopelo y nos besamos hasta que las farolas se encienden. Hasta que la cantante de ópera empieza su rutina nocturna.

— Voy a extrañarla. — digo.

— Yo te cantaré. — me pone la mecha detrás de la oreja. — O te llevaré a la ópera. O vendremos de visita. Lo que tú quieras. Todo lo que tú quieras.

Junto los dedos con los suyos.

— Quiero quedarme aquí, en este instante.

— ¿Ese no es el título del último bestseller de James Ashley, En este instante?

— Cuidado, jovencito. Puede que algún día lo conozcas, y en persona no te parecerá ni la mitad de divertido.

Hyunjin sonríe.

— Oh, así que ¿solamente será medianamente divertido? Supongo que me las apañaré si sólo es medianamente divertido.

— ¡Lo digo en serio! Tienes que prometerme, ahora mismo, que no me dejarás en cuanto lo conozcas. La mayoría de la gente saldría corriendo.

— Yo no soy la mayoría de la gente.

Sonrío.

— Lo sé, pero de todos modos quiero que me lo prometas.

Clava sus ojos en los míos.

— Jeongin, te prometo que nunca te dejaré.

Mi corazón late por respuesta. Y Hyunjin lo sabe, porque toma mi mano y la apoya contra su pecho, para mostrarme lo rápido que le late el corazón también a él.

— Y ahora tú. — dice.

Todavía estoy aturdido.

— ¿Yo qué?

Se ríe.

— Prométeme que no huirás cuando conozcas a mi padre. Más aún, que no me dejarás por él.

Me quedo callado.

— ¿Crees que se opondrá a que estemos juntos?

— Oh, ten por seguro que sí. En especial porque eres... ya sabes. Hombre.

Okay. No es la respuesta que esperaba. Hyunjin nota mi preocupación.

— Jeongin, sabes que mi padre odia cualquier cosa que me haga feliz, y tú me haces más feliz que nadie. — sonríe. — Y sí, te odiara.

— O sea... ¿que eso es bueno?

— Me da igual lo que piense. Sólo me importa lo que tú piensas. — me abraza con más fuerza. — Por ejemplo, si crees que debería dejar de morderme las uñas.

— Es que tus meñiques están hechos una porquería — digo alegremente.

— O si necesito empezar a planchar mis sábanas.

— YO NO PLANCHO MIS SÁBANAS.

— Sí, lo haces. Y me encanta. — me pongo rojo y Hyunjin me besa las mejillas ardientes. — Pero a mi madre sí le agradas, muchísimo.

— ¿En serio?

— Eres lo único de lo que he hablado este año. Se muere de ganas de conocerte.

Estoy sonriendo tanto por fuera como por dentro.

— Yo también tengo muchas ganas de conocerla.

Me devuelve la sonrisa, pero de repente parece preocupado.

— ¿Y tu padre se opondrá a que estemos juntos porque no soy coreano? Quiero decir, ¿no totalmente coreano? No será uno de esos patriotas extremos, ¿o sí?

— No. Te amará porque me haces feliz. No siempre es malo.

Hyunjin levanta sus oscuras cejas.

— ¡Lo sé! Pero he dicho no siempre. Todavía lo es la mayoría del tiempo. Es solo... tiene buenas intenciones. Él pensó que estaba haciendo bien enviándome aquí.

— ¿Y lo fue? ¿Bueno para ti?

— Mírate, intentando que te halague.

— No me opondría a un cumplido.

Juego con un mechón de su cabello.

— Me gusta cómo pronuncias «zorrito». Y cómo pronuncias las erres. Me encanta. O ese día en que fuimos al restaurante italiano con los chicos, cuando intentaste pedir lasagna.

— Perrrfecto. — me susurra al oído. — Porque he estado practicando muchísimo. Y algún día conseguiré hablar italiano para que ni tú ni los demás se burlen de mi vocabulario.

Mi habitación está a oscuras y Hyunjin me envuelve otra vez con sus brazos. Escuchamos a la cantante de ópera en un pacífico silencio. Me sorprende cuánto echaré de menos Francia. Corea ha sido mi hogar durante casi dieciocho años y, aunque sólo he vivido en París estos últimos nueve meses, me ha cambiado. El año que viene conoceré una nueva ciudad, pero no tengo miedo.

Porque tenía razón. Para nosotros dos, «casa» no es un lugar. Es una persona.

Y estamos en casa.

le commencement...

☁︎ the french kiss ; hyunin.Where stories live. Discover now