Capítulo 13. ¿Quieres ser mi amiga?

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Yeria saludaba con una enorme sonrisa a todos los invitados que llegaban a la Casa Fénix. Por fuera parecía muy relajada, pero en realidad una sola preguntaba se repetía en su mente todo el tiempo: "¿Vendrá?"

Le había dicho a Eduar que no se preocupara, que no tenía que tomarse en serio su compromiso. Yeria lo había presentado como su prometido frente al Consejo de Mujeres Casamenteras con el único fin de quitárselas de encima. La estaban molestando mucho desde hace varios días, diciéndole que debido a sus... acciones del pasado... tenían que resolver pronto el tema de su casamiento. Lo último que Yeria quería era que esas señoras la obligaran a ir a encuentros concertados con hombres desconocidos (y probablemente muy desesperados) para poder casarla antes de que terminara el año. Yeria se sentía bien así como estaba. De hecho, se sentía mejor que nunca. Pensó que regresar con su familia la haría sentir muy incómoda, pero no fue así. La habían aceptado con los brazos abiertos y Yeria había llorado abrazada a su madre hasta secarse por completo. Después, su vida había transcurrido con inusual tranquilidad, al menos hasta que el Consejo de Mujeres Casamenteras comenzó a enviarle citatorios.

Pensaba mandarlas muy lejos en la siguiente ocasión que tuviera que ir con ellas, pero entonces le llegó una noticia que le dio una idea: Eduar, el escribano, el autor de Las aventuras de Crymur, se encontraba en Facek para una serie de firmas de libros. Las fronteras de Facek eran muy estrictas, se les consideraba un pueblo bastante cerrado y no eran tan común que extranjeros permanecieran mucho tiempo en el reino. Y era aún más raro que un facekriano se casara con algún extranjero. "Si presento a un swicthiano como mi prometido, cuando Eduar tenga que regresar a Switch le diré a las señoras que nuestra relación seguirá a distancia, eso las hará dejar de hostigarme por un buen tiempo."

El plan le parecía una solución temporal excelente, aunque una vez que se encontró con Eduar en persona, le pareció una locura. Sin embargo, cuando estaban despidiéndose, quizá para no volver a verse jamás, Yeria se animó a preguntarle. Mientras le contaba su situación, cada vez se daba más cuenta de lo absurdo de la propuesta, pero, para su sorpresa, Eduar aceptó enseguida. Y Yeria confiaba en su palabra.

Lo había invitado al próximo baile en la Casa Fénix y ahora esperaba ansiosa su llegada. Se había tardado mucho arreglándose, eligiendo sus mejores joyas y el mejor vestido para la ocasión. Al final se puso uno color vino, con diseños dorados de fénix en la falda. Le gustaba mucho el animal que representaba su Casa: una criatura que después de morir siempre renacía de las cenizas. El fénix siempre podía comenzar de nuevo, sin arrastrar su pasado.

Y cuando Yeria ya estaba pensando que quizá Eduar no llegaría, lo vio entrar por la puerta, con expresión tímida. La joven anfitriona se apresuró a recibirlo. Eduar llevaba su túnica negra de escribano, aunque abajo se había puesto un chaleco negro con delicados diseños plateados que lo hacía verse más elegante. Yeria se percató de lo delgado que estaba, así como de lo alto que era. Su diferencia de altura habría sido más notoria si Yeria no se hubiera puesto sus tacones favoritos.

-¡Llegaste!

-Llegué... ¿es tarde?

-¡No! Para nada... ¿quieres algo de tomar?

Eduar observó las copas de los demás invitados y negó con la cabeza. Yeria le pidió que lo acompañara a una mesa y le sirvió algo de una pequeña botella. Eduar se sorprendió al descubrir lo que era.

-Bebida de moras de Swicth... pero... ¿cómo conseguiste traer esto hasta aquí?

-Ese día, en la librería, dijiste que no te gustaban las bebidas alcohólicas y que la única que te gustaba era la bebida de moras del bar Esmeralda... - se cruzó de brazos y le guiñó un ojo- Tengo mis contactos, Eduar del Reino de Switch.

Yeria logró que Eduar se riera y pasara un buen rato en el baile de la Casa Fénix. Tenía ese don. Sabía hacer sentir cómodas a las personas que le agradaban. De vez en cuando notaba que las señoras del Consejo de Mujeres Casamenteras los miraban y se decían cosas al oído, pero ninguna se acercó a molestarlos. Luego llegó el momento en el que Yeria tuvo que presentarle a sus padres. Se sintió muy nerviosa, aunque ya les había contado de él. No obstante, sus padres fueron muy amables y le hicieron preguntas muy variadas, que Eduar respondió educadamente. Todo estaba saliendo bien.

-¿Te gustaría bailar?

Eduar observó a los asistentes que bailaban animadamente en el centro del salón y después volteó a verla, inexpresivo. Yeria sintió un nudo en el estómago.

-Olvídalo, no tenemos que bailar, creo que ha sido suficiente por hoy... creo que hemos engañado por completo a esas señoras y...

-No, no, es que... no se bailar... pero, si me dices cómo...

Yeria lo observó rascarse la nuca, nervioso. Le sonrió.

-Ven conmigo.

Eduar la siguió y salieron al pasillo que daba al jardín de la parte de atrás de la casa. La luz se filtraba por entre las cortinas de las ventanas, pero al jardín lo iluminaban solamente la luz de la luna. Ahí nadie los vería.

-Un vals es lo más sencillo del mundo, sólo déjate guiar por mí, ¿vale?

Yeria le enseñó unos cuantos pasos y comprobó que Eduar tenía dos pies izquierdos, pero fue muy divertido y al final casi les salió una vuelta completa. Al terminar, se sentaron un momento en la escalinata que daba hacia el jardín y hablaron de todo un poco. Yeria se moría por hacerle una pregunta:

-Eduar... ¿te inspiraste en mí para crear a Varela?

-¿Te gusta Varela?

-¡Es mi personaje favorito!

-Pues... la verdad es que sí... espero no te moleste...

-¡De qué hablas! ¡Es un honor! Tienes mucho talento, Eduar del Reino de Switch.

-Tú eres la talentosa. Ese día, en la Mansión de la Condesa Corine, me salvaste con tus increíbles habilidades de espada. Fuaaa. Fue increíble.

-Por suerte para ti, el enojo por tu crítica ya se me había pasado.

-Cielos, eso jamás lo olvidarás, ¿cierto?

-Jamás.

Yeria se rió y Eduar también, rascándose la nuca de nuevo. Guardaron silencio por un momento, observando las flores del jardín mecidas por el viento nocturno. Entonces Eduar le hizo una pregunta que nunca habría imaginado que le haría:

-Yeria... ¿quieres ser mi amiga?

Rojo y NegroWhere stories live. Discover now