Capítulo 12. Un emparejamiento de mentira

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Eduar sintió un calambre en la mano derecha, pero estaba tan agradecido de que tantas personas estuvieran ahí, en su primera firma de libros fuera de Switch, que el dolor no le importó en lo absoluto. Cuando les contó a sus amigos que había aceptado ir a una gira por el Reino de Facek, todos se sorprendieron y se alegraron mucho por él. Lyra también, pero ella tenía sus propias teorías:

-Así que Facek, ¿eh?, interesante, muy interesante... ¿acaso nuestra Yeria no se fue hace poco al Reino de Facek? Supimos que era de allá después de que renunciara a la Compañía Real.

Eduar estaba al tanto de que Yeria había vuelto al Reino de Facek, pero consideraba que su decisión de aceptar la gira por aquel reino no tenía nada que ver con eso... aunque Lyra opinaba lo contrario. Sin embargo, ahora que se encontraba ahí no podía evitar preguntarse si Yeria estaría esterada de su gira. Tal vez sí, tal vez no. No supo mucho de ella después de aquella noche en la que la cuidó. Casi enseguida todos se enteraron de que había renunciado a la Compañía Real y que planeaba regresar a su tierra natal: Facek.

Eduar despidió al último fan con un apretón de manos y un tímido abrazo. Se estiró y suspiró. La experiencia había sido agotadora pero agradable. El dueño de la librería en la que se llevó a cabo su segunda firma de libros le dijo que iría a buscar una botella de vino para celebrar. Eduar quiso decirle que no era necesario, que a él no le gustaba tomar, pero el dueño se veía entusiasmado. De pronto, la campanilla de la puerta de entrada volvió a sonar.

Una joven pelirroja, de grandes y expresivos ojos cafés, entró a la librería, sosteniéndole la mirada. De nuevo, Eduar se quedó sin palabras. Yeria esperó hasta estar más cerca de él para comenzar a hablar.

-¿Aún alcanzo firma?

Levantó su mano derecha y sacudió un ejemplar de Las aventuras de Crymur. Sonreía. No era una sonrisa que Eduar le hubiera visto antes, tan... natural. Se veía bien. Muy sana, a comparación de la última vez que la había visto. Eduar casi no podía creer que de verdad estuviera ahí. Y, sin darse cuenta, él también le estaba sonriendo.

-El horario de la firma terminó hace rato, pero puedo hacer una excepción para la generosa persona a quien le debo mi vida.

-Estás exagerando...- la voz de Yeria sonó más baja de lo normal. Eduar terminó de firmar el libro y al levantar la vista notó que el rostro de Yeria estaba casi tan rojo como su cabello. Eduar no se esperaba esa reacción. Y de la nada comenzó a sentirse acalorado.

Fue un buen momento para que el dueño de la librería llegara con el vino. Saludó cortésmente a Yeria, pero enseguida su expresión y tono de voz cambió.

-Señorita, ¿usted es miembro de la Casa Fénix? Es un honor tenerla aquí... cielos... no sabía... ¿gusta acompañarnos con una copa de vino?

Entonces Eduar se fijó en el escudo bordado en la capa de Yeria: un glorioso fénix que parecía alzarse en vuelo, rodeado de llamas. Después de dos semanas en Facek, una de las cosas que había aprendido Eduar sobre ese reino era que existía un grupo de familias muy poderosas, casi tan importantes e influyentes como la familia real. Cada una tenía su propio escudo y, si eras inteligente, tenías que procurar estar congraciado por lo menos con alguna de esas familias.

Al parecer, Yeria era parte de una de ellas. Pero no parecía darle mucha importancia. Conversó animadamente con el dueño de la librería, incluso le contó cómo se habían conocido. Yeria tenía mucha facilidad de palabra, algo de lo que Eduar carecía. Escribir: perfecto. Relaciones públicas: deseaba mejorar.

Pasado un rato, Yeria anunció que tenía que retirarse y Eduar la acompañó a la calle. Afuera la esperaba un carruaje con fénix forjados en hierro y un par de inquietos caballos negros. Yeria ya le había preguntado cuánto tiempo estaría en Facek y Eduar le había dicho (sin que ella le preguntara) cuál sería la siguiente librería en la que firmaría libros. Sostuvo su mano para ayudarla a subir al carruaje y recordó la vez que le sostuvo la mano cuando parecía estar agonizando. Aún se preguntaba qué era lo que la había pasado aquella noche.

Entonces Yeria se quedó inmóvil. No subió al carruaje. Volteó a verlo de frente, muy seria.

-¿Podrías hacer algo por mí?

Eduar no iba a negarse. Le debía mucho a esa chica. Se subió al carruaje con ella y escuchó lo que tenía que contarle, así como su inusual petición. Eduar aceptó sin pensarlo mucho.

Una hora después, ambos se encontraban frente a un grupo de mujeres, algunas más jóvenes que otras, pero todas ya de bastante edad, sentadas en lo que parecían ser pequeños tronos, dentro de un amplio salón de mármol rosado.

-Señoras...- la voz de Yeria sonaba nerviosa y eso sorprendió mucho a Eduar: ¿Yeria nerviosa?

-Les presento a mi prometido... Eduar del Reino de Switch.

Rojo y NegroWhere stories live. Discover now