CAPÍTULO DIECINUEVE

Comenzar desde el principio
                                    

Nada paso.

Sino que simplemente agacho la mirada y salió de la habitación, murmurando algo de la cena y que era mi día de poner música.



La señora Roberts me había dicho que veía progresos en Alex.

Le dije que no era capaz de ver dicho progreso.

Alex seguía igual que siempre.

Si, tal vez era un poco más conversadora, pero eso no significaba que hubiera días en los que simplemente no parecía querer vivir en su propio cuerpo.

Tenía los ojos casi muertos.

Y yo había días que no podía con el miedo de llegar a casa y ya no encontrarla allí.

Quería ayudarla, pero no sabía cómo.

—Se que te preocupa, Taylor —me dijo la señora Roberts—, pero en estos casos la paciencia es una virtud.

Asentí, solo porque no quería discutir, en definitiva, no le debía nada a Alex, nada.

No era como si fuera mi amiga de la infancia o algo parecido.

Nos conocíamos hacía dos meses y nada más.

Tampoco sabía nada de su vida, ni había querido contármela tampoco, por más que yo le había contado a ella prácticamente desde que tenía memoria.

El pensamiento de mi enojo de repente me hizo sentir que Alex me importaba y no quería eso, no necesitaba eso, pero entonces no podía darme cuenta de que era así y estaba tan desesperado por algún progreso significativo que me cabreaba.

Le había pintado toda la habitación para ella, porque había leído alguna vez que el arte era una forma de expresión y entonces sentía la necesidad de que ella, de una vez por todas, se expresara. Sacara todo lo que tenía dentro, aquello que la atormentaba.

Había noche que la escuchaba quejarse y luego de despertarse, llorar.

Quería entrar a su habitación y prometerle que todo iba a estar bien, pero entonces no quería que las cosas se malinterpretaran de alguna manera.

No lo sé, todo se sentía demasiado frustrante en los últimos días.

Aún más en el trabajo, era tanto el que se me asignaba, para el patético sueldo que me pagaban, que sabía que en cualquier momento simplemente iba a mandar a la mierda a todo el mundo, empezando por el supervisor de mi planta.


Matt:

El viernes es el cumpleaños de Celie.

Vamos a juntarnos en el bar de siempre.

Realmente espero que vengas, Tay.

Ella se arrepiente de lo que pasó.

Ambos lo hacen.


Ruedo los ojos al mensaje y termino, al igual que todos los anteriores, por ignorarlo. El puto de Joey no pareció pensar lo mismo cuando me lo crucé en una de las plantas inferiores cuando iba de camino a recursos humanos, riéndose con los idiotas de sus amigos y murmurando cosas lo suficientemente bajo como para que no escuchara.

Mierda, que con Celie no estábamos juntos cuando decidió cogérsela, pero con ella salíamos desde que teníamos 16 años, ¿era realmente necesario? Los dos me habían traicionado, se suponía que éramos amigos, carajo.

El día que dijimos adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora