Amor psicópata

12_No te odio

Cuando el destino decide borrarte del papel no existirá lápiz capaz de repetir tu boceto...

ANA:
Esa noche no dormí bien. Mis ojos no se cerraban. Era inquietante pensar lo mucho que habían jugado conmigo. Ya no era Lucas quien me interesaba, era Sam.
Había algo en todo esto que no encajaba y tampoco veía a lo lejos una respuesta que me hiciera cuestionar si verdaderamente eran chicos malos o lo hacían con un objetivo prudente.
Sin embargo en otra pequeña parte de mi cerebro se recreaba la imagen de aquel chico en la piscina. Sus ojos, su cuerpo, su manera de calmar mi sentir en aquel momento. Todo era irreal.

Buscando en internet sobre este chico sin nombre escuché repetidamente una piedra golpeando mi ventana. Supuse que era Sam así que ni me molesté en abrir.
Pasaron aproximadamente dos horas y eran continuos, detuve mi búsqueda acosadora dejé mi celular encima de mi cama y me detuve frente a mi ventana. Miré con detención la escena que venía si la abría e imaginé tantas cosas buenas y malas que no sabía qué era lo correcto.
Estaba cansada, decepcionada de todo y todos. En un largo suspiro abrí y para mi sorpresa Sam no estaba solo.

—¿Qué haces aquí?—cuestioné al chico de cabello negro que se escondía tras la sombra de Sam.

—¿Crees que podemos hablar tranquilamente unos minutos?—habló Sam —Juro que no habrán más mentiras—

Sus palabras no hacían efecto en mí. Supongo que me habían fallado tantas veces que no tenía ganas de creer en alguien más.

—¿Qué gano yo con la verdad?—dije fríamente.

—No esperaba esa respuesta así que...no lo sé. Supongo que paz—

—Ok—cerré la ventana y bajé.
Mi madre estaba haciendo algo en la cocina. Al sentir mis pasos apresurados enseguida me llamó.

—Cariño, ¿todo bien?—

—Sí, mamá. Regreso en unos minutos—me acerqué a su rostro para dejar un beso en su frente y seguir mi camino.

Me detuve frente a los dos chicos que más daño me habían hecho. El exnovio perfecto del que me había enamorado en el pasado y el chico por el cual sentía demasiadas cosas que poco a poco crecían.
Los miré con detenimiento esperando una reacción de alguno. Yo no iba a preguntar nada. No tenía ganas.

—Es culpa de mi hermano mayor—soltó Sam de repente.
Lucas le dio una mirada de desaprobación. Entonces supe que habían más secretos.
¿No pensaban terminar o eran infinitos?

—¿Dany?—pregunté.

—Soy...—Sam miró el suelo con una mirada inefable. Sus ojos no predecían lo que le costaba tanto admitir —Soy...el hijo que mi padre odia. El único que tiene que luchar por sí mismo para sobrevivir. Las apuestas son obligatorias para subsistir—

¿Eh? ¿Estaba escuchando bien?
Sam uno de los chicos más adinerados de el país era un chico odiado por su familia ¿Cuál era la razón para ello?

—Una apuesta no te dará tanto dinero—dije incrédula.

—Lo que sucede es que son financiadas por un grupo de psicópatas que adoran el desastre—soltó Lucas —Es difícil de creer pero la cosa es que lo hacemos para que Sam sobreviva. Esos hombres pagan mucho por estas cosas
¿Qué ganan? Ni idea. Pero nos pagan mucho—

Hombres que pagan por apuestas.
Sam odiado por su padre.
Lucas ayudándolo.
Que turbio todo...

—Tiene que existir otra forma. Puedes trabajar—dije acercándome al rubio.

—Samuel controla todas las empresas. Es imposible que trabaje en algo—dijo Sam cabizbajo.

—Trabajos de corto tiempo—solté.

—Tendría que dejar las clases de piano que con tanto trabajo he seguido—dijo y sonrió tristemente —Plana, sé que quieres ayudar. Pero esta asquerosa forma es la única. No espero que lo entiendas y comprendo que no lo hagas pero tengo que sobrevivir de alguna forma. Mi padre no parará hasta verme hundido, si no logro las cosas por mí mismo nunca seré nadie—

—En primer lugar no sabía que tocabas el piano. En segundo lugar por qué rayos te odia ese sangrón y en tercer lugar...—puse una mano en su hombro—Siempre hay otra forma—suavicé mis palabras.

—Sam me tengo que ir—dijo Lucas y seguido de esto se marchó. No sin antes aclararle a Sam que no podía tardar.

—Ana no me odies—

—No lo hago—
Silencio.
Nos miramos fijamente pero esta vez nuestros ojos no se encontraban felices o llenos de deseo. Era tristeza lo que emanaban.
Porque en el fondo sabía que era una buena opción para él pero para mí no. Jamás podría estar con una persona que debía besar a otras solo por dinero.

—¿Por qué te odia tu padre?—pregunté de repente.

—Si esto fuera un examen ahora mismo desapruebo—intentó sonreír ante el comentario pero era demasiada la angustia en sus ojos.

Quedé una vez más inmóvil. No dije nada, no refuté, ni siquiera intenté buscar respuestas. Me había ganado algo dentro de mí que nunca había conocido. Y realmente no tenía idea de cómo cambiarlo.

—El hijo favorito de Samuel es Dany. Sandor es el hijo favorito de su mujer y yo solo soy el retrato de mi madre. Supongo que les recuerdo a la señora Alisha—me miró con esos ojos preciosos tales como esas piedras que encuentras una sola vez en la vida en algún que otro mar.
Y esta vez tenía miedo...miedo de perderme en ellos.

—Mentiste—dije.

—¿Yo?—preguntó incrédulo.

—Dijiste que al decirme la verdad obtendría paz. En realidad obtuve angustia. Porque esto me ratifica que no puedo estar contigo y comienza a doler un poco—
Sus ojos se humedecieron. El azul que sostenían se tornaba brillante debido a las lágrimas que amenazaban con salir. Y nuevamente el silencio y nuestra mirada cansada se entrecruzaban. Se acercó a mí, puso su cabeza en mi hombro de frente y viendo al suelo dijo:

—Supongo que la primera vez que sientes algo de verdad por alguien es la primera vez que no podrás estar con una persona—sonrió sosteniendo las lágrimas—Se llama karma—levantó su mirada—Creo que eres mi karma—

No pude aguantarlo. Mis ojos estaban a punto de estallar. Pero lo detuve. Dejé que viera lo mismo que veía yo en sus ojos y ahí, me abrazó. Tan fuerte como nunca. No había marca de deseo, era el sabor amargo que se destilaba de aquel último abrazo...de aquella última vez.
Porque supongo que era lo que trataba de decirme.
No habría una segunda vez...