4_¿Qué pasa si la álgebra se complica?

9 8 2
                                    

En mi cuarto tengo el regalo más preciado que mi padre me dejó antes de mudarse con su nueva familia, un atrapasueños. Puede parecer tonto pero que creo que cada noche tomará los malos sueños y me dejará volar por los sueños irradiantes de alegría.

También lo creo egoísta porque él entonces la pasa mal para solo para que yo duerma bien.

Este día acababa de empezar, al fin el día de la semana más tranquilo:"Sábado". O se suponía que estaría tranquilo.

Se escucha una piedra, un pequeño toque en mi ventana.

—¿Qué rayos es eso? Supongo que algún animal—susurro para mí mientras me acurruco en mis sábanas.

Pasados al rededor de cinco minutos siento un ruido acompañado de pasos en mi habitación oscura. Acostumbro a estar encerrada con las luces apagadas. Me empiezo a asustar y en lo que mi respiración se acelera, sujeto con mis manos un trofeo que guardo por mejor estudiante de canto, estaba dispuesta a darle en la cabeza al que estuviese allí. Empecé a caminar lento hacia la ventana, un leve susurro en mi oído me hace tratar de darle con el trofeo a quien fuera.

—¡Ana! Oye¡Espera! Soy yo, Sam—

—¿Sam?_digo mientras enciendo la luz—¿Qué rayos haces entrando como un delincuente en mi habitación? ¡Que susto joder! ¿Estás loco o qué?—lo miro asustada aún con el trofeo en mis manos.

Sam no hace más que reírse, hasta que decide hablar. Está algo nervioso y se le nota en su respiración pero aún así continúa burlándose de mí.

—Plana ¿Eres asesina o que? ¡Me das miedo!—continúa riéndose a carcajadas.

—Si te vuelves a reír te daré de verdad, Sam—digo enfadada.

—Vale, vale, no me vallas a dar ahora que ya me estas viendo—dice y detiene su sonrisa haciendo un gesto de silencio con su mano derecha.

—¿A qué viniste?—pregunta Ana confundida

—Oh, cielos, olvidé algo...en...tú...esto...¡Ana! Lindo nombre—comienza a balbucear como niño pequeño que recién comienza a hablar.

—¿Qué rayos te pasa?—

Mientras Ana estaba confundida mirando a Sam como si estuviese demente, Sam no hacía más que buscar la excusa perfecta para quedarse sin romper su orgullo.

—Vale, olvidé la excusa—dice Sam mirando todavia mis manos con el trofeo.

—¿La qué? Osea que solo viniste a asustarme, imbécil—replico enfadada.

—Oye plana ¿Y si sueltas ese trofeo? ¡Estaría más seguro!—

—Debería pegarte con el en la cabeza ¿sabes?—pongo el trofeo en su lugar y le miro atentamente esperando una explicación.

—Supongo que deberíamos hablar de estos días ¿no te parece?—dice Sam sentándose en la cama.

—Supongo, si quieres—digo sentándome en la cama nerviosa de la situación.

Sentados uno al lado del otro y sin decir una palabra sus miradas empiezan a cubrir cada centímetro de la habitación, rodeando la conversación. Nadie rompe el silencio ¿Quién será capaz de hacerlo? Pues quién más que un tímido beso en los labios, pero ésta vez, iniciativa de Ana.

Lo beso sin previo aviso mientras rezo porque no reaccione de mala manera. Nunca he tomado la iniciativa con nadie después de todo, sin embargo sucede lo contrario. Sostiene mi mejilla con una de sus dos manos mientras se separa un poco para hablarme.

—¿Tantas ganas de besarme tienes, que me besas ahora sin más?—dice Sam prácticamente susurrando con esa sonrisa que lo caracteriza.

—¿Tantas ganas de verme tienes; que entras a mi habitación sin más?—respondo sarcásticamente viéndolo fijo.

En ese momento una sonrisa estrella sus labios y en un leve choque de sentimientos las miradas de Sam empiezan a elevarse hasta su cuello.
Ya no necesitan palabras para comunicarse, solo basta con sus miradas y respiraciones. Poco a poco se estaban volviendo uno.

Su mano baja por sus caderas hasta llegar a sus piernas, la respiración entrecortada de Ana lo incita a más.

Eso que parecía fantasía se empieza a convertir en realidad y su lengua empieza a recorrer cada espacio que queda en su cuerpo, se levanta y con mirada tentadora la besa, mientras las ganas se elevan algo se aproxima al cuatro y tocan la puerta.

—¡Es mi madre! Joder Sam—me levanto apresurada, como mi madre vea a un chico en mi habitación estoy muerta. Adiós a mis planes de vida porque me matará.

—¿Qué hago Ana? Me voy o...?—susurra Sam nervioso.

—Ana ¿Estás ahí?—continúa llamando mi madre.

—Sam, vete por donde entraste—digo mientras apunto la ventana.

—Vale—responde pero se queda inmóvil mirándome.

—¿Qué haces ahí parado? Te dije que te...—me silencia con un beso repentino.

—Esto no ha terminado plana—

Mientras Sam se va y su madre entra a la habitación Ana no hace más que recrear estas escenas una y otra vez.

—¿Qué estabas haciendo, que estas tan agitada?—pregunta.

—Ejercicio en casa, es lo mejor aunque cansa—respondo totalmente sonrojada y emocionada.

Aquí terminaba un día más de acción, un día que supuestamente estaría tranquilo pero que solo intensificaba esa atracción a la cual temía tanto. Y es que ya lo sé, el amor, la amistad y el cariño terminan en lágrimas. Sin embargo en ese momento no podía parar de sonreír.

Lujuria, excitación, deseos, respiración entrecortada, todo un conjunto de sentidos que te hacen tocar lo más alto mientras pierdes el rumbo y las fuerzas para huir a la tentación y decir: no quiero... eso me ocurrió con Sam y admito que no tengo ni idea de hacia que dirección va esto pero me gusta su contenido.

Fin del episodio...

Amor psicópataWhere stories live. Discover now