25.- Confianza rota

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—Señorita Lombardi —dice cuando uno de los guardias abre la puerta —que gusto verla de nuevo.

—Hola, Dave —me incorporo haciéndole un gesto para que se acerque —dejemos las formalidades de lado, creo que estarás de acuerdo con que no son necesarias en este punto.

—Como gustes —una sonrisa arrogante se filtra en sus labios —lamento haber venido sin aviso, pero hay un par de temas que creo que es importante tratar.

Asiento. Él se acomoda en el asiento frente al escritorio y cuando me mira, con un poco más de seriedad, sé que no está aquí por negocios.

—No estás aquí para hablar de nuestros casinos —murmuro —es sobre Sandro, ¿no es verdad?

No responde de inmediato, pero por la manera en la que su rostro se contrae, sé que he acertado. Se toma su tiempo para responder y mientras los segundos avanzan, sé que nada bueno puede haberlo traído hasta aquí.

—Escuché que decidió tener la cirugía —dice casi en un susurro —me sorprendió al inicio, los riesgos...

—Son altos —lo interrumpo —pero al menos tendremos una solución definitiva. El médico dijo que hay probabilidad de éxito, a un costo tal vez, pero la hay.

—¿Y estás bien con eso? —inquiere.

—Si eso me garantiza una vida a su lado, estaré bien —afirmo —incluso si él hubiese deseado hacer la quimioterapia y solo tuviésemos cinco años, estaría bien. Porque lo único que me importa es que él se recupere.

Dave sacude la cabeza.

—En realidad yo creo saber porque lo hizo —dice con seriedad —y tiene mucho que ver con el testamento que hoy en la mañana realizó.

—¿Testamento? —arrugo la frente —¿qué...?

—Las acciones que ha adquirido de mi casino, pasarán a ti cuando el...—aprieta la mandíbula —¿entiendes a que me refiero?

Intento dar una respuesta pero no la encuentro, ¿Alessandro va a dejarme sus acciones en el casino de Dave?

—Me lo informó esta mañana, y ahí entendí que él está convencido de que no saldrá de la cirugía.

Mi corazón se encoge ante las palabras que escucho de él, los recuerdos de los momentos que compartimos hace algunos días vuelven a mi mente y el dolor se vuelve más grande. Una parte quiere pensar que Alessandro continúa mintiéndome, pero la otra, la racional, dice que no puedo culparlo por querer dejar todo en orden, porque nunca sabemos que puede salir mal, nadie tiene el futuro asegurado.

—¿Y qué es lo que te molesta? —inquiero —¿Qué el esté convencido de eso, o que sea yo quien herede las acciones?

—¿Qué...?

—Porque parece que eso es lo que te ha traído hasta aquí —lo enfrento —¿es eso? ¿No quieres que me convierta en tu socia?

Parece como si lo hubiese ofendido en gran manera, se incorpora con rapidez y lo imito en cuestión de segundos, nunca me he intimidado ante nadie, y Dave no será el primero.

—No —dice con firmeza —he venido para saber si tu tuviste algo que ver con esto, porque tan de pronto Sandro ha hecho tantos cambios con sus acciones, con su dinero, con toda su fortuna. De un día a otro, eres de pronto la primera en la lista.

—¿Qué estás insinuando? —cuestiono con la ira creciendo en el pecho —¿crees que lo he orillado a que acepte la cirugía para quedarme con sus acciones?

Dave eleva el mentón, y sé que he acertado. La incredulidad se abre paso a mi sistema, salgo de detrás del escritorio para poder enfrentarlo, Dave se mantiene en su sitio, con la mandíbula apretada y mirándome como si de verdad creyera en sus acusaciones.

Un desastre a primera vistaWhere stories live. Discover now