Capítulo Dos

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Cuando Hermione se reunió con Ron el fin de semana siguiente de haber vuelto a Hogwarts, luego de invitarlo a tomar el té con ella (y con permiso de McGonagall), Ron se mostró contento de verla, llegó con un sencillo ramo de rosas azules (que Hermione detestaba) y un paquete de bombones (que le parecieron un cliché). Esta recibió ambos presentes con amabilidad, le sirvió té y biscochos, y luego de ponerle al día sobre su salud (brevemente), tuvo que interrumpir su infinita y entusiasta charla sobre su fantástico trabajo y las aventuras que había vivido con los Aurores, para decirle que pensaba debían hablar sobre su relación, y antes de que él volviera a interrumpirla, al parecer mostrando un falso entusiasmo, le informó que consideraba que la misma prácticamente no existía y que debían ponerle un fin de manera formal.

Ron, para su sorpresa, se mostró asombrado y dolido. No podía entender qué razones tenía ella para indicar esto, y cuando ella le hizo la lista de su falta de interés, sus pocas lechuzas, el hecho de que ni siquiera fuera a visitarla al menos una vez durante su recuperación en Sídney cuando Harry que era un amigo tan cercano como se suponía era él, había ido un fin de semana largo a verla, el hecho de que ni se molestó en enviarle un presente o carta con Harry, y concluyó diciendo que incluso Molly Weasley le había escrito con mayor frecuencia que él y era sabido que ella no era muy afecta de enviar lechuzas a menos que fuera muy necesario.

Ron indicó que ella sabía que él no era tampoco bueno para escribir cartas, como si esa fuera suficiente razón, que no sabía usar bien el felétono, que no le había dado tiempo de enviarle con Harry algo porque había estado muy ocupado con el trabajo, pero que él estaba enamorado de ella, que le parecía terrible que estuviera rompiendo con él y que estaba siendo muy injusta haciéndole esto, como si fuera su culpa que ella se hubiera contagiado de viruela de dragón.

Hermione lo miró fijo y con su mejor expresión de seriedad le habló –Entonces demuéstralo, Ronald, demuestra que me amas y soy una parte importante de tu vida.

Ron la miró y resopló, evidentemente desvalorizando sus palabras y sus sentimientos, se encogió de hombros y dijo que era mejor que se fuera porque había quedado en reunirse en las Tres Escobas más tarde con su equipo de trabajo para hablar de los viejos tiempo. Batió la puerta al salir.

Hermione lloró, botó las flores en la papelera y le regaló los chocolates a Fily, la elfina que la atendía a diario; esa noche no cenó y se acostó temprano aunque no durmió casi nada, pero al día siguiente, se levantó decidida a seguir su vida. Luego de desayunar (Fily le llevó su desayuno favorito: huevos con tocino, pan tostado, mermelada de piña y el té con leche, una de azúcar y un ligero toque de vainilla), se dirigió a Arundel a revisar la casa que heredó de su abuela Ágatha.

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Hermione recordaba la casa de su abuela de sus primeros años de infancia, aunque sabía que ella había pasado los últimos años en un hogar de cuidado para ancianos. Ella tenía una afección en la cadera que le hacía muy complicado movilizarse y necesitaba de ayuda para todas sus actividades.

Recordaba haberla visitado por última vez en su casa en las navidades de su primer año, pero lamentablemente, a medida que se sintió más inmersa en el mundo mágico y en su alianza con Ron para ayudar a Harry, pasó menos tiempo con sus parientes Muggles, y la última vez que la vio fue durante el verano de su quinto año, antes de ir a Grimmauld Place, cuando fue con su padre a verla en el Hogar donde la cuidaban.

Hermione llegó a la casa y la miró con tristeza. El frente era de ladrillos, se veía muy solitaria y triste. El pequeño jardín frontal estaba descuidado y llenó de maleza. La puerta azul claro de la entrada, tenía la pintura desconchada, el vidrio de las ventanas se veía sucio, y en el suelo, frente a la casa, había algunas piezas del techo que se habían rodado por los años sin mantenimiento. No se molestó en usar la llave sino que abrió con su varita de forma discreta, la puerta se abrió con un crujido.

Una Lechuza en mi VentanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora