33

9.4K 1.5K 774
                                    



—¡Iskandar! —Mi voz es ronca y asustada, pero, de alguna manera, consigo que suene como si estuviese suplicando.

No me gusta, pero trato de empujar lejos el sentimiento mientras, a paso rápido, trato de alcanzar al Guardián de Élite que camina por delante de mí con determinación.

La urgencia con la que se abre paso por los pasillos atestados de Guardianes —que corren de arriba abajo, vestidos en aquellas armaduras imponentes—, me hace saber que se encuentra tan apurado como ellos.

—¡Iskandar, por favor! ¡Espera!

Se detiene un segundo y se gira para mirarme.

La expresión de su rostro me dice que lleva prisa. Que lo único que quiere, es llevarme a mi habitación para marcharse con todos los Guardianes que ahora se preparan para la batalla.

—Quiero ir contigo —digo, en un susurro tembloroso, ahora que tengo toda su atención.

Sé que es una locura. Sé que va a decirme que no. Yo, en su lugar, lo haría. Me lo negaría rotundamente; y no solo eso, sino que también, además de negármelo, me gritaría que soy una necia inconsciente.

Durante un segundo, creo que va a espetarme que no tengo derecho de pedir algo así. Que va a decirme que soy una tonta que no aprende de lo que ha pasado... pero no lo hace. Se limita a observarme a detalle durante un largo momento, antes de dar un par de pasos hacia mí y acunarme el rostro entre las manos.

—Ya hemos hecho las cosas a tu modo, Mads —dice, y no me pasa desapercibida la tensión en su voz—. Es tiempo de que me dejes hacerlas al mío. Al nuestro.

—Pero...

—Confía en nosotros. —Me corta de tajo —. Sabemos lo que hacemos. Nos hemos preparado toda nuestra vida para esto. —Hace una pequeña pausa—. Y sé que eres muy poderosa. Que, lo que haces, equivale a las habilidades de cientos de Guardianes... pero no estás lista. No todavía. Hoy, necesito que te quedes aquí; para que yo pueda concentrarme en lo que tengo que hacer allá afuera, ¿entiendes eso?

Algo dentro de mi pecho se revuelve con sus palabras.

Quiero abrazarle. Quiero aferrarme a su cuello y pedirle que se quede aquí, a salvo. Conmigo.

—¿Y qué se supone que voy a hacer aquí? ¿Volverme loca esperando a que regreses? —Sueno tan vulnerable, que me asusta; sin embargo, no puedo detenerme. No puedo dejar de mirarle con súplica porque, si algo le ocurre, no sé qué diablos voy a hacer conmigo misma.

—Voy a estar bien —afirma.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

Esboza una sonrisa arrogante.

—Me ofende un poco que creas que voy a dejar que me hagan daño, Madeleine Black —dice—. Soy muy bueno en lo que hago. Eso te lo puedo asegurar.

Su respuesta no me convence.

Sé que Iskandar es espeluznante. Que posee unas habilidades fuera de este mundo —esta noche, solamente, ha hecho una demostración de ello— y que se ha preparado toda la vida para hacer esto, pero no puedo dejar de sentir esta presión en el pecho. Este terror asfixiante que me provoca la perspectiva de verle herido... O algo peor.

—Prométeme que vas a regresar. —Apenas puedo pronunciar.

—Lo prometo.

—Con vida —añado, y él suelta una risotada corta.

—Con vida —replica—. Y antes del amanecer.

—¿Me estás dando tu palabra de Guardián?

—Y de hombre, Mads.

Guardián ©Where stories live. Discover now