Capítulo siete

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Tiró sin cuidado sus gafas sobre la mesa y se apretó el puente de la nariz con dos dedos. Harry llevaba dos días despertándose con una jaqueca que se le juntaba con un dolor constante en sus cervicales. Se estiró en la silla y su espalda crujió. Miró de reojo la pantalla de su ordenador de mesa y bufó con cierta mortificación. Ahora prefería trabajar en el despacho de su casa y no en el salón con su portátil; se había hecho a estar allí.

Estiró una mano y toqueteó la rueda del ratón, subiendo y bajando en la pantalla. El proyecto de aquel salón de belleza lo aburría soberanamente, al igual que el de la restauración de un ático situado en Morden. Esa semana debía ir a visitar esas dos obras y terminar de cerrar un par de pedidos con proveedores después de tener otra reunión con los clientes.

Sabía que sus días últimamente no tenían un punto medio entre fugaces y agotadores. Cada noche se sentía exhausto. No había dejado de pensar en Louis. No había dejado de razonar sobre la vil existencia de la coincidencia. La noche del viernes que habló con él por primera vez no durmió. El sábado siguiente fue largo y tuvo un horrible dolor de cabeza todo el día. El domingo no adelantó nada de trabajo y ese mismo lunes se había despertado con un mensaje de Helen en el que le preguntaba si estaba bien ya que no había avisado de que faltaría a la sesión de terapia del jueves. Había faltado por segunda semana consecutiva y ni siquiera se había dado cuenta.

Tras quedarse en blanco, se tuvo que inventar una excusa de trabajo y se disculpó por no haberla avisado. La primera semana que faltó, cuando vio a Louis por primera vez, le dijo que estaba enfermo por un virus de estómago. Su terapeuta, como siempre, fue comprensiva y le recordó que estaría para él en cualquier momento. Lo peor que llevaba de haber faltado otra vez, era que se le hubiese pasado de aquella manera. Los jueves siempre eran días importantes en su calendario, pero el último había estado ocupado en alguna página de internet sobre ballet clásico, acumulando trabajo y meditando cómo llevaría el enfrentarse a la segunda vez que lo viera.

Desde hacía tres días no se podía quitar la voz de Louis de la cabeza. La sensación había sido arrolladora. Cualquiera que conociera antes a Alec se hubiese asombrado por su parecido, aunque a corta distancia fueran significativamente diferentes.

Físicamente podrían aún pasar como familiares. Harry había enumerado mentalmente las diferencias de cada uno. Louis era más bajo, con el pelo más lacio y largo. Tenía un cuerpo más atlético y unos rasgos distintos, con una nariz más redonda y un perfil fino. En el azul de sus ojos sí eran casi idénticos, pero la mirada de Louis era de otra forma, breve, más atenta...

Le frustraba que su análisis también tuviera tanta tendencia al error, pues lo había hecho tras una interacción de segundos. No era fiable, no lo conocía, no sabía qué vendría... Harry era consciente de todo eso. Había buscado nuevas entradas para el teatro, pero sin éxito alguno. Se planteó comprar las de visibilidad reducida, pero también razonó que eso no le serviría para nada. Era sincero consigo mismo, no le apasionaba tanto el ballet como para ir a disfrutar solo de la obra. Tampoco sabía cuánto de viable sería presentarse el viernes a la salida del teatro, a la hora que sabía que saldría la única persona por la que tenía interés en aquel mundillo. Y, en tal caso, tampoco sabría qué inventarse para justificar su presencia ya que la realidad era que tampoco sabía qué era lo que quería. Buscar información de Louis desde la intimidad de su casa era una cosa y enfrentarse a él era otra. En su despacho nadie lo juzgaba; ni él mismo lo hacía. Algo le decía que era lícito, que si no salía de aquellas cuatro paredes y su mente no era tan grave. Y por eso era algo que no sabía explicar, porque seguía sin saber qué pretendía con todo aquello.

No pretendía, bajo ningún concepto, contárselo a su terapeuta porque en cierta parte lo veía como una intimidad. Como algo que en el fondo lo avergonzaba. El interés incontrolable que sentía por Louis le hacía perder el control de la situación, por lo que sentía que no sabría explicarse y mucho menos justificar por qué hacía las cosas.

DoppelWhere stories live. Discover now