— Con que eso fue lo que sucedió... — digo luego de que Italia me contará el porqué lloraba.
— ¿Estas enojada? — cuestiona cuestiona con desánimo.
— Claro que no, si me hubiera gustado que me lo dijeras a mi en vez de a Atena pero no estoy enojada — digo mientras acaricio su cabello.
— Lo siento — solloza.
— Tranquila, ya pasó — sonrío tratando de calmarla.
Ese idiota me las va a pagar...
— Grecia — me llama la pelirroja luego de un rato de silencio.
— ¿Hmm? — musito.
— Ya no quiero enamorarme... — dice casi en un susurro mientras baja su mirada al suelo.
Dios, ¡yo a ese chico lo mato!
— No digas eso cariño, ya llegará alguien que de verdad te quiera — digo mientras acaricio su mejilla y luego hago que alce su mirada hacia mí.
— De verdad ¿Lo crees? — cuestiona.
— Claro, eres una niña muy gentil y grandiosa, solo los tontos como ese tal Jake no sabrían valorarte — digo.
Ella hace un intento de sonrisa y vuelve a bajar su mirada. Nunca la había visto así, no desde que la conozco, estoy acostumbrada a ver a una chiquilla rebelde e inquieta que no para nunca de hablar cuando algo de verdad le gusta, estoy acostumbrada a una chiquilla pelirroja con un brillo único en sus bellos ojos verdes y con una gran sonrisa en su cara ya sea de emoción o de malicia cada que hacia alguna travesura. Y el verla así si que me partía el alma...
— Ahora vuelvo ¿Vale? — digo e Italia asiente sin decir nada.
Salgo de la habitación y bajo al primer piso en busca de dos personas específicas.
— Deniel, Atena — les llamo al llegar a la cocina. — Vamos — ordenó cuando estos dirigen su atención a mí.
— ¿A donde? — cuestiona Atena.— Voy — dice Deniel mientras se levanta de su silla.
Camino fuera de la casa en busca de mi moto y veo a Zach recostado en esta mientras sostiene los cascos.
— Yo los acompaño — dice mientras me tiende un casco.
— Voy por mi moto — dice Deniel y se va en busca de esta al garaje.
— Esperen ¿A donde vamos? — cuestiona Atena viéndonos confundida.
— A buscar a un tal Jake para romperle la cara — dice Zach y yo lo miro con el ceño fruncido.
— ¿Escuchaste nuestra conversación? — cuestiono.
— Algo así — espeta. — Iba a buscar a Italia para practicar básquet un rato y sin querer escuche un poco de su conversación — explica.
— Entiendo — musito.
— Grecia — vuelve a llamarme Atena. — ¿Que piensas hacer? — cuestiona poco segura.