Capitulo 25: Siempre estamos cambiando

39 17 97
                                    

Haether.

No estaba siendo la mejor semana, eso es seguro. Estaba siendo una semana de mierda, lo admito.

Ahora mismo me encuentro en el baño del instituto, he venido ya que hace unos minutos atrás sentí un mareo terrible que me hizo vomitar en unos de los retretes, siento el feo sabor de la bilis en mi garganta cuando me acerco al lava manos para enjuagar mi boca; Estos días me he estado sintiendo un poco mal, tengo mareos y me siento un poco débil, no se que me pasa o tal vez si; estos días no he estado comiendo bien y se que todo eso se debe a lo que está pasando en mi entorno y a pesar de eso trato de poner todo de mi parte, pero mi estómago se cierra.

Todo oscila entré que mis padres siguen con su intento de "cena familiar". Ian no me habla y lo entiendo, el día más triste de mi vida se acerca, pero ahora mismo...

No quiero echarme a morir. Tengo que ser fuerte. Tengo que aguantar y tengo que vivir, por así decirlo.

Me lavo al cara con abundante agua, me la secó con un pañito que cargo en mi mochila y miro por última vez mis ojeras profundas en el espejo antes de salir del baño, hacia el pasillo.

Es martes, no veo a Ian desde hace más cuatro días y me estoy aguantando las ganas de llamarle o escribirle. He estado mirando tanto su número que ya me lo sé de memoria, no vino ayer y tampoco hoy al instituto, no hay avioncitos, no hay nada y eso no es lo que me preocupa, me preocupa él más que todo, no sé si le pasó algo, quiero creer que no porque ni Mick ni Jana me han dicho nada en especial. No me faltan las ganas de ir a verlo y por ello hoy le pediré a Mick la dirección de Ian.

Ha medida que avanzo por el pasillo, veo a algunos murmurando y riendo sobre algo a lo que no el presto atención y sigo caminando.

—¡Heather! ¡Heathercita! —me detengo cuando oigo la voz de Mick a mis espaldas y volteo para verlo venir hacia mí con expresión de alegría.

—¿Qué pasa? —pregunto con una pequeña sonrisa.

—Te he estado buscando —avisa al llegar a mí—. He aprobado, el jodido profesor me puso una buena nota, una B, para ser exactos, esta es la tuya —me tiende una hoja—, el profesor me ha pedido que te la entregará ya no estabas en el aula.

—Gracias.

Agarro la hoja y miro que también me coloco una B, sonrió, a pesar de todo mis calificaciones han estado mejorando.

—Cuando le enseñe esto a mis abuelos se pondrán a saltar en una sola pata —se ríe orgulloso de si mismo.

—Me alegro mucho por ti, Mick, en serio. ¡Lo lograste! —le pongo una mano en el hombro y el sonríe.

—La verdad, pensé que sacaría una mala nota.  No me tengo fé, pero mis abuelos si la tienen por lo alto.

—Apuesto que sí ¿Y tus padres? —frunzo el ceño con curiosidad, hasta ahora solo lo he escuchado hablar de sus abuelos, pero nunca menciona a sus padres y por la expresión que ha puesto, que es un poco nostálgica me hace saber que tal vez no ha sido una buena pregunta.

—No tengo —murmura—. Bueno, los tuve, murieron cuando yo tenía once años en un accidente de tránsito.

—Lo siento mucho —aparto la mirada, es duro y me rompe un poquito al saber ese detalle de su vida.

—No te preocupes —me pasa un brazo por los hombros—, fué hace mucho, bueno hace seis años, de todas formas, creo que ya sane esa parte de mi vida.

—¿Ya no te duele? —pregunto con curiosidad.

—Ven —me invita a sentarme en un escalón de la escalera que íbamos a comenzar a bajar y eso hago, me siento junto con él—. Está es la primera vez que hablo como una persona seria en el mes —carraspea.

Aviones de papel Where stories live. Discover now