Capítulo 6: Dolor.

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Heather.

—¡Fue tu culpa!

Mamá le grita a mi padre.

—¡No lo fue! ¡No fue la culpa de nadie!

Grita él de vuelta.

—¡Sí, lo fue! ¡Por tu culpa fue que ese cancer estaba avanzado, te dije que debíamos llevarla al medio y me dijiste tal vez era una simple gripe y que ya se le pasaría!

El rostro enojado de mi padre se quiebra, dándole paso a la agonía y ojos húmedos.

—¡Lo sé! ¡Y lo siento! ¡No sabes cuánto lo siento!

—¡Tus lo siento no valen de nada! ¡No me traerán a mi hija de vuelta!

—¡También era mi hija y tanto como te duele a ti me duele a mí!

Veo como mi madre derrumbarse en llanto y papá se acerca para abrazarla, pero ella lo detiene.

—¡No me toques!

—Lucia por favor.

—¡Que no!

Estoy entre ellos a unos pasos y abro la boca para decir algo, pero no me dejan ya que mamá sube las escaleras y mi papá la sigue.

Se pierden y me dejan ahí parada con ganas de decirles que el culparse no servirá más que para separarlos aún más.

Con un nudo en la garganta y los ojos húmedos salgo de mi casa, pues ya voy tarde al instituto.

Papá llegó sin previo aviso cuando yo estaba desayunando y apanas mi madre lo vio se desató la inminente pelea llena de reproches que siempre suele suceder últimamente. 

Camino por la acera lentamente, el trayecto hacía el instituto es tranquilo como siempre, la que no está tranquila en mi mente que está comenzando a sobre pensar todo.

Pateo una pequeña piedra y al llegar al instituto no hay nadie afuera, ni por los pasillos. 

Subo las escaleras hacía la segunda plata para ir al aula que me toca, tomo varias respiraciones profundas tratando de serenarme, pero que no están sirviendo de mucho.

Toco la puerta del aula con la mano en un puño, espero a que el profesor se apiade de mí y me deje pasa.

En unos poco segundos la puerta se abre y es la profesora de filosofía, quien me regala una sonrisa amigable.

—Llegas un poco tarde Heather ¿No crees? — me dice de buena manera.

—Lo sé.

—Anda, pasa.

—Gracias.

Tomo asiento y saco mi cuaderno y el lápiz.

Está clase no la comparto con Elisa, pero si con todos los demás de mi grupo.

La profesora escribe en la pizarra algo que no entiendo y que seguramente explico antes de que yo llegara, anoto lo que ella escribe, más tarde le pediré los apuntes a alguien.

La clase se pasa más lenta de lo que me gustaría y casi no presto atención, porque ocurre que de repente te desconectas, cuando te pones a pensar algo con profundidad o en algún problema que tengas, eso pasa, porque aunque se dice que tienes que apartar los problemas personales de todo lo demás, no puedes, porque si te afecta, estés dónde estes eso estará dado vueltas en tu cabeza una y otra vez.

Suena el timbre que da por terminada la clase, todos mis compañeros salen y yo me quedo rezagada guardando mis cosas, o al menos eso es lo que pienso hasta que mágicamente Ian aparece frente a mí. 

Aviones de papel Where stories live. Discover now