Capítulo 50: el final no se acerca, porque ya llegó.

Start from the beginning
                                    

—Sabía que me conocías de allí, ¿por qué nunca dijiste nada?—preguntó, con sus ojos revoloteando por mi cara.

Me encogí de hombros.

—No había mucho que decir, la verdad.

Negó con la cabeza.

—Hay todo un mundo que decir, Cameron—replicó—. Si te acuerdas de ese día, ¿también recuerdas todas las veces que nos cruzamos, en prácticamente, todos lados? Sé que te vi centenares de veces allí. Y sé que tú me mirabas al igual que yo a ti.

Tragué saliva y traté de mantener mi mirada en sus ojos, aunque me costara. Claro que la reconocía. Recordaba cada maldito instante en que la vida me la puso delante de las narices, como si me restregara constantemente que la decisión que había tomado estaba allí, fuera de mi alcance. Como si se burlara de mí diciéndome "¡Ja! Mira lo que te perdiste". Era imposible no recordarla.

—No, lo siento. Solo te he visto esa vez que estaba en el bar con Luc.

Me sabió tan agrio decir esa mentira que mi corazón casi se paraliza. Mi pierna comenzó a rebotar a un costado. No quería ilusionarla. No quería que pensara que por recordarla significaba que ahora que sabía una parte de la verdad podíamos estar juntos. Porque no era así. No funcionaba así.

Ella me miró un poco decepcionada.

— ¿En serio? ¿Ni un mínimo recuerdo?

Negué con la cabeza.

—Lo siento, Atenea. Quizás me confundes con alguien más.

Sus ojos se mostraron tan tristes que casi tiro todo al demonio y le cuento toda la verdad, pero me contuve.

Por ella.

Debía hacerlo por ella.

Suspiró y sacudió la cabeza.

—Esta bien, no importa—sacudió la cabeza—. El punto es qué hacer con la información que tengo. ¿Se supone que la única traba que tienes es Luc? ¿Por qué no hablas con él? Si es que quieres estar conmigo... ¿Por qué me has mentido? Me podrías haber dicho la verdad.

Solté una carcajada. Claro, hablar con Luc, ni en sueños.

—Es que no es algo de lo que hablemos, Atenea. Es un asunto de Luc. Y no, no puedo hacer nada—respondí y miré cómo se mordía los labios.

—Es que no tiene sentido, ¿por qué no luchas por nosotros?—frunció el ceño y me miró con dolor en los ojos.

Mi vena había comenzado a hincharse y mi panza estaba tan tensa como una cuerda de guitarra en este momento.

—No hay nada por lo que luchar—susurré—. ¿Por qué no lo entiendes?

Su cara se contorsionó en una expresión de desesperación.

—Porque me niego a que el chico de mis sueños no este conmigo solo por una especie de código inexistente, Cam. Somos adultos. A mí me gustas tú, no Luc—me miró directo a los ojos y mi panza se contrajo más—. Y aparte, el otro día que intenté besarlo me rechazó, así que yo no estaría tan segura de sus sentimientos hacia mí.

El chico de sus sueños.

Traté de permanecer con la cara neutra, pero por dentro había empezado a temblar un poco.

—Por favor, ya para—cerré los ojos. —No hay nada que pueda hacer, ¿entiendes? Es más profundo que solo un sentimiento o un código. Sí, la otra vez te rechazó y todavía no sé por qué, pero...

—Entonces cuéntame eso que es tan profundo—me interrumpió.

Casi lo hice. Estuve a punto. Pero no pude, porque no iba a sumar en nada. Solo alimentaria su curiosidad y me dejaría muy expuesto.

—Lo siento, pero no puedo hacerlo—me levanté del sofá. — ¿Has venido hasta aquí solo para esto? ¿Sabes que en unas horas es año nuevo, verdad?

Me miró fijamente. Podía notar que estaba dolida y tuve que apretar la mandíbula para no arruinar todo.

—Sí, Cameron, sé mirar el calendario—puso los ojos en blanco—. Solo vine para esto, para saber si seguías siendo un necio egoísta o si habías cambiado un poco—me miró con decepción—. Veo que sigues siendo el mismo de siempre.

Se puso de pie y se dirigió a la puerta de entrada. Yo suspiré y pasé mis manos por el cabello. Estaba frustrado conmigo mismo, con el mundo y con ella, por seguir luchando cuando ya no quedaba nada por lo que luchar. Lo nuestro estaba perdido desde incluso antes de que hiciera la promesa.

Atenea se puso la chaqueta. Luego agarró su maleta y me miró.

—Me estaré quedando en un hotel de aquí cerca, si necesitas algo solo llámame—masculló y abrió la puerta de entrada.

Mi voz había quedado atascada en el medio de mi corazón y mi garganta. Quería gritarle que se quedara, que no sea ridícula, que podíamos pasar el nuevo año juntos como amigos, pero no me salían las palabras.

Así que, observé cómo se iba y dejaba mi vida completamente.

Miradas cruzadasWhere stories live. Discover now