Capítulo 50: el final no se acerca, porque ya llegó.

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—Si no me hubieras bloqueado, lo sabrías.

Levanté una ceja. No podía dejar de mirarla. Sabía que la debería invitar a entrar, pero eso significaba retroceder mil pasos. Dejarla entrar a mi departamento era como dejarla entrar a mi vida de nuevo. Si bien me dolía todo el cuerpo de solo pensarlo, no podía hacerlo.

—Entonces, ¿por qué has venido?

Suspiró y pasó su peso a la otra pierna.

—Déjame pasar y te lo cuento.

Negué con la cabeza.

—Lo siento, pero no puedo hacer eso—. Mi voz salió unos tonos más graves de lo normal y maldije mentalmente.

Frunció un poco el ceño. Solo un poco.

— ¿Estas con alguien?—miró detrás mío pero me corrí para que no lo hiciera.

Honestamente, nunca había estado tan solo. No me sorprendería que mi propia sombra saliera a saludar.

—No es de tu incumbencia, Atenea—le dije secamente.

Estaba siendo un cretino, pero es que me había tomado por total sorpresa.

Ella se quedó mirándome, de nuevo, con esa mirada tan...intensa.

—Lo sé, Cameron. Se todo.

Mi corazón trastabilló consigo mismo y agarré más fuerte el picaporte de la puerta. Era imposible que lo supiera.

— ¿Qué cosa sabes?—fruncí el ceño y la miré con sospecha.

Relamió sus labios.

—Se la verdadera razón por la que no quieres estar conmigo.

Por el modo en que lo dijo, supe que lo sabía en serio. Sabía lo que Luc. Pero no lo sabía todo, había partes que solo él y yo almacenábamos y comprendíamos. Dudaba que Luc le hubiese contado toda la historia a alguien más. El único que sabía toda la historia era Jace, pero porque ya era un hermano más para nosotros.

Mi mandíbula se apretó y mi cuerpo se movió solo, dejándola pasar. Ella no lo dudó y en seguida entró. Cerré la puerta y me senté en el sofá mientras ella se quitaba el abrigo. ¿En serio lo sabía? ¿Era posible? ¿Por qué rayos había volado para decírmelo? ¿Y por qué traía una valija? Era año nuevo, joder.

Cuando terminó, vino a sentarse al lado mío, pero a una distancia prudente. Se colocó en posición de indio y me miró.

— ¿Qué es exactamente lo que sabes?—le pregunté.

—Sé que Luc estuvo enamorado de mí toda la vida.

Asentí. Bien, esa era la premisa básica.

— ¿Qué más?

Frunció el ceño.

— ¿Eso no es bastante? Es obvio que no quieres estar conmigo porque él siente cosas por mí y tú quieres cumplir con tu honor de hombre, o lo que sea.

Me la quedé mirando y largué el aire que había estado conteniendo. Eso era todo. No sabía nada más. Mi cuerpo se relajó casi inmediatamente.

—Sí, eso es verdad. Desde la primera vez que Luc te vio, tuvo algo así como un flechazo.

Asintió.

—Esa primera vez fue en San Francisco, ¿verdad?

Asentí.

—Sí, en el bar en donde trabajaba. Fue el día que yo empezaba a trabajar allí también.

Sus ojos se iluminaron, probablemente por la sorpresa de que yo también trabajara allí. Dudaba de que se acordara de mi existencia.

Miradas cruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora