13. Patinando sobre hielo.

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Cuando despierta esa mañana, después de una noche tan agradable en la que ha descansado como no recuerda, Beelzebub sigue a su lado, él aún duerme. Su mente evoca la noche que acaba de suceder y vienen a él los recuerdos de cuando le pidió que se quedara, porque no quería dormir solo esa noche; el señor Bee se quedó, era obvio, el señor Bee nunca le niega sus deseos.

Lo mira tan tranquilo, sin darse cuenta de nada, simplemente un demonio relajándose a su lado hasta quedar profundamente dormido, su cabello está hecho un desastre y la boca se le ha abierto un poco; entonces Gabriel lo abraza, es mucho más grande, pero nada puede impedir que ponga su cabeza sobre el pecho de él, no era necesario iniciar su día aún, quiere quedarse así por un rato largo.

Sin embargo, el peso despierta a Beelzebub, pero no se queja absolutamente, sino que lo abraza de vuelta.

—Lo siento, señor Bee —Gabriel dice, está avergonzado —no quería despertarte.

—Es la mejor forma en que podría despertar —él le dice, y hace un pequeño esfuerzo para alcanzar su cabeza y dejar un beso allí —no te preocupes, angelito.

—Aún no quiero iniciar el día —le confiesa, y Beelzebub no puede evitar sonreír cuando él lo ha abrazado más fuerte.

—Podemos quedarnos así todo el tiempo que quieras —dice, y Gabriel no responde nada, pero de alguna forma sabe que él ha sonreído.

Y entonces eso es todo lo que hacen durante toda la mañana, Gabriel está sobre el pecho de él y Beelzebub lo abraza tan suave como para no incomodar, pero tan firme para que sienta que no quieren dejarlo escapar; y lo único que ese arcángel tiene que hacer es cerrar los ojos y dejarse llevar por lo bonito que se siente ser amado.

La tarde casi llega, es el mediodía, y con la hora también llegan las ganas de Gabriel por su desayuno de chocolate caliente y postre, un pastelillo, un pan, lo que sea, no le importa que sea tarde, puede desayunar a la hora que prefiera; por supuesto, el señor Bee está de acuerdo con eso, si Gabriel quisiera desayunar a la medianoche, entonces eso haría.

Entonces Beelzebub pregunta si quiere hacer alguna cosa especial ese día y Gabriel acaba hablándole sobre una película que miró junto a Aziraphale y Crowley, sobre personas que se deslizaban sobre una pista blanca circular.

—Te cocinaré un pan relleno, ¿te gustaría? —Beelzebub pregunta, porque él tiene que comer algo antes de hacer cualquier cosa, incluso si no lo necesita.

Él sonríe: —Sí, con relleno de pollo, por favor.

Beelzebub lo abraza muy fuerte por unos cuantos segundos, antes de apartarlo de él, para irse a la cocina a preparar eso que su arcángel quiere comer. Y durante la comida Gabriel está muy complacido, come su pan y bebe su chocolate, mientras Beelzebub observa como su abdomen ha comenzado a abultarse, iba a darle a ese arcángel una rutina de ejercicios y lo haría ejercitarse sin que él supiera lo que hacía.

La comida no tarda demasiado, porque el señor Bee le ha prometido su pista circular y blanca en la que podrá deslizarse, y Gabriel está ansioso al respecto. Come con prisa, incluso cuando Beelzebub ha llamado la atención, y corre a subir al auto convertible que decidieron conservar; Beelzebub conduce hasta la pradera y usa sus milagros para crear la pista de patinaje que él desea.

—¿Qué te parece, Gabe?

—Me gusta —dice, y ni siquiera espera respuesta alguna antes de correr y meterse a la pista, pero hay un problema, Gabriel no puede deslizarse correctamente. —Señor Bee, esto no sirve.

—Déjame ver —dice, revisando algo que ni siquiera sabe qué cosa es, él nunca ha usado una cosa de esas —tal vez es por tus zapatos.

Gabriel decide no dudar y tarda apenas unos segundos sacándose los zapatos y tirándolos fuera de la pista, probablemente el señor Bee tenía razón, y todo lo que necesitaba era poner sus pies descalzos sobre el hielo; sin embargo...

—Señor Bee —Gabriel grita —ayúdame, señor Bee.

Y Beelzebub corre hasta él de inmediato: —¿Qué te pasa, arcángel?

—Esta cosa me pegó los pies —dice, un poco molesto, otro poco asustado —no me gusta, señor Bee.

Entonces, Beelzebub decide agacharse y mirar sus pies, los cuales, justo como él lo dijo, están pegados al hielo, usa sus milagros para despegarlos y luego le fabrica zapatos deslizantes. Así que Gabriel ahora puede divertirse mientras se desliza por la gran pista que Beelzebub le ha creado, las caídas no importan, el señor Bee usa sus milagros de inmediato para quitar cualquier dolor.

Ineffable Bureaucracy / FlufftoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora