Capítulo 49: el secreto cambia vidas sale a la luz

Start from the beginning
                                    

Mi madre no dijo nada, pero cerró un poco los ojos. Eso era muy extraño. El cálido de la familia era mi padre. Mi madre siempre había sido muy racional y un poco distante a veces.

—Estuviste llamándonos más lo normal—le recordé y los volvió a abrir—. ¿Te ocurre algo? ¿Papá esta bien?

Suspiró.

—Todo esta bien. Es solo que...Bueno, estoy en pleno proceso de la menopausia.

Fruncí mi cara.

— ¿Todavía tienes la regla?

Alba me miró con mala cara.

—Claro que sí, tonta. No es tan vieja.

Mi madre nos miraba con los ojos un poco más abiertos de lo normal.

—Esta conversación no me esta ayudando mucho.

Alba hizo una mueca.

—Lo siento.

Mi madre suspiró.

—Esta teniendo sus efectos. Esos típicos que todo el mundo conoce. Así que, espero que me tengan paciencia.

Asentimos y Alba me miró, indicándome que este era el momento.

—Hay algo que quiero decirte—. Tragué saliva y busqué de nuevo fuerza en los ojos de Alba, para luego enfrentarme a los de mi madre.

— ¿Estas embarazada?—inquirió mi madre, y no se le movió ni un pelo.

Mi cara se frunció entera y Alba soltó una carcajada.

— ¡Por dios, no! Qué cosas dices—murmuré y sacudí la cabeza. Suponía que lo que le iba a decir era mejor que lo que pensaba, así que eso me dio coraje—. Quiero...creo que quiero cambiarme de carrera.

Mi madre alzó las cejas y entrelazó sus manos en el regazo. Se quedó mirándome unos instantes.

—No terminó ni el primer semestre, Atenea. ¿Por qué querrías hacer eso? Todavía no has visto nada, estas en primer año.

Relamí mis labios.

—Lo sé. Pero tuve una especie de crisis y lo único que me ayudó fue pintar. Y resulta que ya he expuesto dos cuadros en una galería y las personas los compraron, y el dueño quiere que exponga siempre, y me pagarían, y...

—Alto, alto—mi madre alzó una mano y pude respirar. Había dicho todo eso a trompicones y casi me quedé sin aire. — ¿Has expuesto en una galería?

Asentí.

—Sí, dos veces.

Me miraba, incrédula.

— ¿Y la gente los compró?

Volví a asentir.

—Eso es lo que he dicho.

No sé quiénes fueron, sinceramente, porque Dorothy no me lo dijo. Simplemente, me dio el dinero anunciándome que se habían vendido.

Mi madre seguía mirándome incrédula. Luego miró a Alba.

— ¿Tu sabías de esto?

Alba la miró con un gesto un poco culpable.

—Sí. La acompañé en ambas ocasiones.

Ahora mi madre estaba enfadada.

— ¿Y no pensaron decirnos nada? ¿En serio?—Se levantó y fue contra el ventanal, a mirar hacia el horizonte.

Suspiré. No les había contado nada. Pero no había sido a propósito. Digamos que mi mente había ignorado contárselos porque no creía que fuera la gran cosa. Siempre nos habían apoyado a los tres, honestamente, creía que no les iba a importar mucho que hubiera expuesto.

Miradas cruzadasWhere stories live. Discover now