Capítulo 44: el viaje interminable

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—Quizás comí un pedazo de queso vencido, pero eso es todo.

Me lo quedé mirando, esperando a que dijera que era broma o algo por el estilo.

No lo hizo.

Cerré mis ojos y respiré hondo. Este iba a ser un viaje largo.

—Sigues sin responder a mi pregunta—dije y apoyé el codo en el techo del vehículo—¿Cómo es que tienes esa maleta?

Jace me miró con cara de pocos amigos.

—Cam, ¿por qué piensas que la tengo? ¿Por qué piensas que sé cómo usar un hisopo? ¿Por qué piensas que me sé todos los bailes de High School Musical?—tomó aire, y se cruzó de brazos. Luego, arqueó una ceja y levantó la barbilla, orgulloso—. ¿Por qué piensas que...?

—Por el amor de Jesús—murmuré, interrumpiéndolo—. Como digas que sabes ponerte un tampón, me largo de aquí.

Jace me miró, pero no dijo nada.

— ¡Por el amor de Dios, Jace!—ahora estaba definitivamente traumado.

Él refunfuñó.

—Eso mismo pensé yo cuando tenía unos cinco años. Pero luego mis hermanas me enseñaron más secretos oscuros que no pienso compartir con ustedes.

Cierto. Las hermanas de Jace eran algo digno de admirar. Eran cuatro y volvieron un poco (por no decir completamente) loco a Jace a medida que iba creciendo. Suponía que la maleta era de alguna de ellas, pero no pensaba volver a sacar el tema.

—Es la primera vez que una charla no aporta nada en mí—murmuró Luc y negó con la cabeza, aunque se notaba que estaba divertido.

Suspiré y corrí a Jace varios centímetros del auto. Agarré su maleta y la giré, intentando meterla, pero no había forma. La cosa no entraba ni por asomo.

—Va a tener que viajar contigo—le dije a Jace y la saqué del maletero. Luego lo cerré y me dirigí a los asientos de atrás.

—No me importa, la puedo usar de almohada—me respondió y se subió al auto.

La apoyé en el asiento y luego la acosté. Era tan grande que ocupaba todo el espacio: el asiento izquierdo y el del medio. La giré para que las ruedas quedaran del lado de Jace y luego cerré la puerta. Todavía teníamos que esperar a que llegara Thomas, pero prefería hacerlo sentado.

—Oh, rayos—dije una vez dentro del vehículo, en el asiento del piloto—. Jace, ¿cómo demonios entrará Thomas? No les dejaste nada de lugar allí atrás.

Se encogió de hombros.

—Thomas me dijo que traerá su auto o el de Alba.

Luc y yo giramos rápidamente nuestras cabezas a Jace.

— ¿Qué?—pregunté, al mismo tiempo que Luc preguntaba:

— ¿Alba?

Jace se mordió el dedo pulgar.

—Hay alguna posibilidad de que haya invitado a Alba—dijo, y nos miró con los ojos un poco más abiertos de lo normal. Esperaba que el queso que se había comido no tuviera más efectos secundarios—. Y también a Amber, Kim, Sophie...y Atenea.

Levanté mis cejas, y si no fuera porque estaban unidas a mi frente, hubieran llegado a la estratósfera.

— ¿Qué hiciste qué?—pregunté con la voz dura.

Luc lo seguía mirando sin parpadear. Jace se encogió de hombros.

— ¿Una para cada uno?—dijo Jace y su frente se arrugó un poco, mirándonos con preocupación.

Miradas cruzadasWhere stories live. Discover now