Capítulo 43: desiciones que cambian la vida

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Yo me quedé en estado meditativo el resto de la clase. De solo pensar en decirles a mis padres que quería cambiarme de carrera me daba unos escalofríos terribles. Mi padre seguro se lo tomaba bien, porque él mismo era medio un artista: un chef. Pero mi madre...Bueno, era la típica empresaria que esperaba que de grandes nos encarguemos de la empresa familiar, pero eso no iba a suceder. Por lo menos, tanto Alba como yo. Thomas sí estaba interesado.

Recordaba el día que tuvimos la gran charla, en donde le conté lo que quería estudiar. Había ido con Alba a decirle que no quería estudiar Negocios, sino que me apetecía estudiar cine. Mi madre me había mirado, y si bien vi decepción en sus ojos, me dijo que por lo menos, el cine me haría reconocida y ganaría lo mismo o más que dedicándome a la empresa. Pero si ahora le decía que quería estudiar arte, la verdad es que mis posibilidades de éxito mundial eran de cero en un millón. Y no sabía cómo se lo iba a tomar.

Cuando las clases terminaron fui a la residencia de Alba. Estábamos las dos acostadas en su cama, tapadas con mantas porque hacía un frío que morías. Sophie y Kim estaban en clase, así que estábamos solas. Yo había estado todo el día pensando en las pinturas y en mi futuro, pero todavía no le había dicho nada a Alba. Necesitaba su ayuda, así que en cualquier momento debería decir algo.

—Hablando de libros—dijo Alba entusiasmada y me pasó un mate que lo acepté gustosa. Habíamos estado hablando de los últimos libros que ella había leído y ya tenía muy en claro que necesitaba leer Eragon en seguida. —Ya he recibido tu primer encargo.

Levanté las cejas y le di un sorbo al mate.

— ¿Mi primer encargo?

Asintió, con una sonrisa gigante, que era contagiosa.

—Pues sí. Sé que nunca más volviste a mencionar algo sobre vender ilustraciones, pero tienes que hacerlo. Casualmente, he mencionado y mostrado en mi página que ilustraste a Casteel y bueno, la gente lo quiere comprar...

La miré, sorprendida. Le había enviado el dibujo de Casteel apenas lo terminé, porque me lo había pedido para ponerlo de fondo de pantalla o algo por el estilo. Ella siempre me pedía que dibujara a sus personajes para luego tenerlos en su celular. Jamás imaginé que la gente lo quisiera comprar tan deprisa.

— ¿Hablas en serio?—continuaba sin poder creerlo.

Asintió.

—Muy en serio. Lo quieren en posters, en señaladores, en tazas, en todo lo que te imagines. Una chica me pidió hasta una remera con eso estampado.

—Oh, por dios—traté de contener mi risa, pero fallé.

Alba asintió, abriendo mucho los ojos.

—Así quedé yo. Pero vamos, tienes que hacerlo. Esta semana averiguaremos imprentas y nos pondremos con eso. ¿Te parece?

Estaba sucediendo todo tan rápido que nada de esto tenía sentido.

— ¿Esta semana?—susurré.

Frunció el ceño y me quitó el mate de las manos, que lo había terminado sin darme cuenta.

—Sí, Atenea. ¿Estas bien? Tus neuronas andan un poco lentas hoy—me reprochó y se cebó otro mate.

Suspiré y me recosté sobre la cama.

—Lo siento, es que tengo muchas cosas en las que pensar—farfullé.

Puso los ojos en blanco.

— ¿Cosas en las que pensar con el nombre de Cameron?

Fruncí el ceño.

—De hecho, no.

—Wow, eso es todo un avance. Te felicito—dijo y me acaricio el brazo. –Entonces, ¿qué es lo que tienes?

Miradas cruzadasWhere stories live. Discover now