CAPÍTULO 1

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Admiro a mi mamá mientras prepara galletitas de chocolate. Mis ojos están rebosando de deseo.

-No son para ti, Nala. -aclara mamá -Son para los nuevos vecinos, y tú se las vas a llevar.

Un sonoro pitido llama mi atención. Es su móvil sonando. Pero ella no se da cuenta.

-Te ha llegado un mensaje, mamá. - Sin mirarme lo enciende y lo mira con el ceño fruncido.

-Tengo que irme, tu padre y yo estaremos aquí para cenar.

Se va, no sin antes recordarme que no puedo comer las galletas o ella se enteraría.

Me acerco al perchero y me pongo el abrigo de papá, porque no se donde está el mío y no tengo ganas de buscarlo.

Salgo maldiciendo por el frío que hace.

-El verano es la mejor época. -murmuro para mí misma- ¡Maldición! -exclamo al ver mis manos vacías. Me he dejado el plato adentro. Voy por la puerta de atrás para entrar y cuando las tengo vuelvo a salir.

Llamo al timbre de la casa de enfrente. Nadie contesta. Rodeo la casa hasta llegar a la puerta de atrás y me quedo pensando qué hacer.

¿Debo entrar o volver?

Si mamá regresa y me ve con las galletas pensara que las he guardado para mi. Eso la llevaría a castigarme así que mejor entro. Abro con cuidado y recorro el pasillo en silencio hasta la cocina.

Es igual a la mía pero de color rojo y blanco. Algunas cajas en el suelo casi me hacen tropezar.

Dejo el cuenco en la encimera y vuelvo con las cajas, las pateo en silencio hasta que una de ellas emite un sonido.

-Miau...

-¡Un gatito! -gritó sin poder evitarlo. El felino corre a mis pies tras salir de su cárcel de cartón. -Lo siento mucho, perdóname por favor. Soy tan mala persona.

Me lamento mientras me muerdo el dedo gordito para no llorar. Una idea llega a mi mente.

Doy saltos hasta el frigorífico, rebusco en el, cuando encuentro lo que buscaba hago un baile de celebración.

-Ya tenemos cena, miau miau. - El gato me persigue hasta una mesa en la que hay tres sillas, lo siento a él en una y me coloco a su lado. Nos comemos el tupper entero de espaguetis con tomate y de postre tomó la mitad de todas las galletas.

Froto mi barriga, hacía tiempo que no me llenaba tanto.

Una puerta se cierra cerca. Abro los ojos aterrada. Muevo las manos sin saber qué hacer.

Corro de un lado a otro, sintiendo mis mejillas mojadas. Soy tan tonta.

Veo al gato correr debajo de la mesa y empezar a arañar el feo mantel de flores.

¿Cómo no se me ocurrió antes? Me agacho y me escondo a la vez que abrazo al gatito.

Los pasos se acercan, suelto un jadeo al ver cuatro pies demasiado grandes.

-¿Qué mierda ha pasado aquí? -la voz gruesa del hombre me hace temblar. -¡Maximilian! ¡Mira lo que ha hecho tu gato!

El otro se pasea abriendo unos armarios.

-Por supuesto, Elliot. Kaia ha sacado un plato y se ha servido carbohidratos por la noche. ¡Además ha horneado galletas!

¿Quién es Kaia?

Me deslizo por el suelo sin poder contener el impulso.

-¡Mi mamá ha hecho las galletitas, no Kaia! -Solo viendo sus pies, corro al pasillo y traspaso la carretera hasta que llego a casa.

Me tiro al sofá respirando lento para tranquilizarme hasta que lo consigo. Miro la hora.

21:21

Mis padres no han llegado y mañana es mi primer día de clase. Voy a mi habitación, hago un puchero al saber que mamá otra vez no me va a arropar.

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