I. Crowfall, la ciudad de los amaneceres monocromos

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En el fondo del Valle de los Lamentos, la ciudad totalitaria de Crowfall era el hogar de humanos y criaturas que vivían bajo el mandato de la organización sobrenatural más poderosa del continente: la Orden de los Ruiseñores, quienes, con su presti...

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En el fondo del Valle de los Lamentos, la ciudad totalitaria de Crowfall era el hogar de humanos y criaturas que vivían bajo el mandato de la organización sobrenatural más poderosa del continente: la Orden de los Ruiseñores, quienes, con su prestigio y autoridad, gobernaban el continente como una organización privada con raíces en el sector político público. Con una población de casi un millón de personas, Crowfall exhibía un paisaje de casonas y locales lúgubres que servían como motivación para la disforia que ya era cotidiana en las apagadas vidas de sus habitantes.

JungKook De'Ath corría por las calles adoquinadas esa mañana, pisando charcos que no alcanzaba a evadir y se las ingeniaba para esquivar el gentío que volvía a sus hogares a la hora del almuerzo. Sus botas de tacón resonaban en cada trote y su cabello enrulado, negro como la noche; al igual que sus ojos, se despeinaba por obra del viento violento que golpeaba su pálido rostro. En sus manos, tan blancas como el papel, sostenía un paraguas cerrado que no se había tomado el tiempo de siquiera abrir y ahora pequeñas gotas de lluvia mojaban los hombros de su atuendo oscuro mientras apretaba su libreta de apuntes contra su pecho.

Atravesó el puente sobre el gélido canal que dividía Crowfall en dos, giró otras dos calles más y exhaló, visualizando por fin su ostentoso destino. La mansión gótica, elegante y extravagante, resaltaba en lujo comparado con los recintos aledaños. Equipada con más de veinte salones destinados a investigación, la mansión de la Orden de los Ruiseñores era una de las principales atracciones de la ciudad, aun si solo podía ser pisada por los miembros de la misma. El jardín, considerablemente grande teniendo en cuenta que se trataba de una parcela en el centro de la ciudad, destacaba por su frondosidad poco común; incluía una fuente, un estanque, musgos colgaban de su enrejado y, por supuesto, una exótica plantación que tenía objetivos tanto científicos como místicos.

Una enorme puerta de madera se abrió tras un empujón considerable, dándole la bienvenida al interior de la mansión, que era incluso más lujosa que en su exterior. Sus pisos eran de madera oscura al igual que las paredes, y la luz eléctrica de colores fríos iluminaban solo lo suficiente, con ayuda de los grandes ventanales geométricos que poseía.

Casi tropieza con la saliente junto a dicha puerta, pero JungKook logró recomponerse antes de estrellarse contra algo o alguien. Aunque no fue por mucho, porque en su camino tiró al suelo una que otra cosa y se tropezó con más de una persona. Entre ellas, un alfa brujo de nombre EunWoo, que tan pronto como lo reconoció, prácticamente le gritó:

—¿Dónde estaba? Me enviaron a buscarlo —reprendió el alfa, que alzó los brazos cuando el omega pasó de él y continuó trotando por el pasillo. Dejó caer sus brazos en un bufido y lo siguió dando zancadas.

JungKook empujó tan fuerte la puerta del salón de reuniones que esta chocó contra la pared, ocasionando que todos en el interior se callaran. Los pares de ojos, y unos cuantos ojos de más, estuvieron en él. No hacían falta las lámparas encendidas sobre sus cabezas porque la estancia estaba inundada de luz que apuntaba directo a la mesa en forma de medialuna que se encontraba en el entarimado donde todos los miembros de la Orden de los Ruiseñores se hallaban sentados. Detrás, un cortinaje carmesí cubría la pared, realzando la presencia del emblema de la orden con un ruiseñor negro de bordes dorados.

Ruiseñores de la Locura © TaekookWhere stories live. Discover now