Capítulo 26:piedras come cerebros

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Mientras salíamos por la puerta miré a Alba con arrepentimiento.

—Lo siento, lo siento, es que no entiendo por qué me protegen tanto. Ustedes también hacen las mismas cosas que yo, y no soy una persona frágil—les dije y avanzamos por el pasillo.

Alba suspiró.

—Es que eres mi hermana pequeña, no puedo evitarlo.

Amber asintió.

—Y yo te llevo 3 meses de diferencia—dijo, orgullosa.

Reí entre dientes y me calmé un poco. Me daba ternura que intentaran protegerme, pero yo no sentía que debían hacerlo. Es decir, el trato lo había propuesto yo. Todas las condiciones a cumplir también las había dicho yo. Él simplemente había aceptado mis términos.

—Solo ten cuidado, ¿sí?—me pidió Alba.

Le prometí que lo tendría y seguimos caminando. En la entrada del edificio nos estaban esperando Sophie y Kim. Alba les había mandado un mensaje a todo el grupo y nos íbamos a juntar. Me alegré de verlas y le di un abrazo a cada una. Si bien confiaba en ellas, no les quería contar todo lo que me había pasado, así que hablamos de temas triviales mientras nos dirigimos a la misma cafetería que íbamos siempre. Me daba gracia pensar que la primera vez que fui con ellos tuve que enfrentarme a Cameron y aceptar que me había rechazado. Y ahora teníamos un trato de lo más interesante. Sonreí para mis adentros, sorprendiéndome de cómo las cosas podían cambiar en tan poco tiempo.

— ¿Alguna vez se preguntaron cómo luce una rata en traje?—preguntó Amber mientras llegábamos a la cafetería.

—Amber, tu mente me da miedo—dijo Sophie, pero tenía una pequeña sonrisa en sus labios. Luego me miró a mí—. Oye, ¿cómo están las cosas entre tú y Cameron? Hace mucho no escuchamos de él.

Me encogí de hombros y abrí la puerta de vidrio del lugar. La sostuve hasta que pasaron todas.

—No lo sé, la verdad. Creo que estamos bien.

— ¿Y cómo va el proyecto?—preguntó Kim.

Fruncí la nariz.

—Bien. La semana que viene nos dan el resultado de la primera entrega y si todo sale bien tendremos que seguir trabajando en ello—me encogí de hombros y terminé mi bebida. Lo tire en el cesto más cerca que vi junto al papel del muffin. — ¿Ustedes cómo están con las clases?

Kim se encogió de hombros y luego abrazó a su novia por los hombros.

—Bastante bien, de hecho. Cuando estas en tercer año ya te acostumbras a cómo son las cosas de aquí. No puedo esperar a graduarme. En serio.

Alba asintió.

—Yo tampoco. Pero antes tenemos que conseguir trabajo, Kim, así que no te apresures—dijo entre risas.

Nos sentamos en la única mesa libre que había, que estaba en el fondo. El sitio estaba casi repleto. Había un gran barullo, los estudiantes se encontraban hablando y riendo en la barra y en las mesas, y había un clima cálido y de compañerismo. Las chicas pidieron comida y cafés, pero Alba y yo solo pedimos agua, porque estábamos llenas.

Sophie comenzó a contar la nueva historia que estaba leyendo, que se trataba de un ángel caído que tenía que asesinar a una chica, pero luego se terminaban enamorando.

—Es que no lo entiendo—Sophie negó con la cabeza, resignada—. ¿Cómo te enamoras de alguien que intentó asesinarte no una sino varias veces?

—Patch esta muy bueno—declaró Amber y luego tomó un sorbo de su refresco. —. A mí me pasaría lo mismo.

— ¿Quién es Patch?—. Thomas apareció de la nada y se sentó a su lado. —Es un nombre de mierda.

Amber, para mi sorpresa, lo miró muy seria. Las gafas que tenía la hacían parecer más intimidante.

—Es un chico.

Thomas alzó una ceja y pasó un brazo por el respaldo de la silla de Amber. Alba y yo nos miramos y luego volvimos nuestra atención a ellos. Parecía que de repente, todas las mesas se habían quedado calladas, aunque solo era nuestra impresión.

—Lo supuse—respondió Thomas y entornó los ojos. —Pero, ¿quién es realmente?

Amber lamio sus labios y encogió un hombro.

—Lo he conocido en un intercambio que hice en Berlín—le respondió, y al ver la cara de desconcierto de Thomas, se echó a reír—. Es un personaje de un libro, genio.

Reímos y en ese momento llegó Noah, que cargaba con una mochila pesada.

—Jamás estudien arquitectura, niños. Jamás—dijo y se dejó caer pesadamente en la silla.

Kim lo miró frunciendo el ceño e intentó levantar la mochila. No logró moverla ni un centímetro.

—Diablos, Noah, ¿qué tienes ahí, piedras?

Noah suspiró dramáticamente.

—Sí, son piedras.

Nos lo quedamos mirando fijamente, a la espera de que ría o algo. No lo hizo.


Miradas cruzadasWhere stories live. Discover now