Capítulo#2

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No podía dejar de mirarlo.
Y no era de extrañar si teníamos en cuenta que nunca antes había visto tan de cerca el horror y la crueldad humana.
Ni siquiera habiendo tenido una vida como la mía.

-Falta muy poco. -Le alenté a seguir mientras él se arrastraba a duras penas por las escaleras.

En medio de la escuridad reinaba un silencio absoluto solamente interrumpido por su respiración pesada y de vez en vez por estallidos de tos.

-Por aquí. -Indiqué mientras tomaba su brazo con delicadeza y lo pasaba sobre mis hombros en un intento por ayudarle aunque la notable diferencia de estaturas dificultaba el proceso.

El extraño hombre emitió un débil quejido de dolor y me estremecí.

Su piel estaba tan seca y fría que tocarlo resultaba abrumador. Podía sentir el contorno de cada uno de sus huesos. Era como ir abrazando un cadáver.

Me estremecí de nuevo pero me negué a ceder al impulso de apartarlo. Él me necesitaba.
Aquel extranjero no se había equivocado cuando lo dijo. Este hombre me necesitaba y deseaba ayudarlo, más allá de la recompensa que eso me supondría. Quería ayudarlo por mí, porque mi humanidad no me permitía hacer mis ojos a un lado e ignorar su existencia, ignorar su pena.

-Debemos andar hasta la salida hacia el bosque. Él me dijo que alguien nos estaría esperando allí. -Le hablo, más para evitar pensar en todo lo que está sucediendo que por esperar realmente una respuesta de su parte.

Él emite otro quejido bajo y luego de eso permanece en silencio mientras nos adentramos en los interminables corredores que finalmente nos llevan hasta la salida.

Mis pies impactan contra la grava del suelo del olvidado jardín del sanatorio segundos antes de que él se detenga obligando a mi propio cuerpo a detenerse con una abrupta sacudida.

Giro mi rostro para encararlo y preguntar qué ocurre pero las palabras mueren en mi garganta antes de que siquiera las pronuncie.

Mis ojos viajan a su cara en contra de mi voluntad y me estremezco, obteniendo una vista más clara de él ahora bajo la luz dorada del sol.

Dios mio. ¿Qué le ha sucedido?

Susurro en mi fuero interno sintiendo otra vez ese nudo en mi garganta que me impide decir la oración en voz alta.

Él, ajeno a mi intenso escrutinio permanece de pie, inmóvil, luciendo paralizado ante la luz del sol.

Su mano, pálida y delgada hace un intento por cubrir sus ojos del resplandor dañino mientras sus fosas nasales se dilatan y su pecho comienza a sufrir violentas sacudidas.

Me toma varios segundos comprender que está riendo.

Parpadeo confundida mientras observo la extraña escena que se desarrolla ante mis ojos.

El hombre no emite sonido alguno pero su cuerpo entero vibra con la fuerza de las carcajadas mudas mientras sus labios, sangrantes y agrietados se estiran en una mueca extraña que asemeja una sonrisa.

Entonces el movimiento se detiene, tan abrupto como vino y él gira a mirarme mientras sus largos dedos de uñas quebradas abandonan su rostro.

Reprimo otro escalofrío mientras me armo del valor necesario para detallarlo.

Mis ojos recorren con detenimiento la piel cetrina e irregular del lado izquierdo de su rostro. Allí donde las profundas cicatrices han desfigurado sus facciones y la carne parece haber sido hecha girones con la misma facilidad con la que se estruja una hoja de papel.

Le Sang Du Prince © [En Proceso] Where stories live. Discover now