Capitulo 9:Medidas desesperadas requieren esfuerzos desesperados.

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La cara de sorpresa de Mariana al ver que llegaba junto a Rosalía fue sencillamente magistral, un deleite a mis ojos y si a eso le sumamos lo ridículamente empalagosa que esta chica puede resultar ser, es aun mejor, se que anteriormente lo he dicho pero soy un completo genio, no hay duda de que pertenezco a la elite ¡todo un erudito!

El rostro enfadado de mi chica era todo un deleite, y ¿Por qué me encantaba observarlo? Simple, verla carcomiéndose de los celos era el paraíso. Volvía a sentirme como antes, mi ego ascendía conforme pasaban los minutos.

Encerrado en mi burbuja de felicidad, de repente note que mi amada faltaba, no es que me hiciera falta su presencia pero... ¡oh demonios! ¿a quien rayos engaño? Si ella no estaba presente todo este teatrito no valía la pena, contando los minutos en mi reloj empiezo a desesperarme y el tic de mi pierna derecha aparece, zapateo continuamente el suelo a causa de la ansiedad que me provoca no verla y recurro a la alternativa que más me disgusta, preguntar a Cristian.

—¿Dónde esta Mariana? ¿alguna idea de donde se ha metido? Hace un rato que no la veo—le pregunte acercándome a su oído izquierdo para no alertar a los demás, y sobre todo para que mi acompañante no pudiera escucharme.

Cristian evalúa la situación y con la misma discreción de una hiena, sonríe convirtiendo su cara en una mueca malvada.

— ¿Ya te sientes solo sin ella?—dice tan alto como puede, dando como resultado que los presentes interrumpan sus conversaciones para poner su total atención a nosotros dos.

—Olvídalo, no se ni para que me molesto en preguntarte—al terminar mi frase situó mis palmas en la mesa, empujo mi peso hacia arriba y me levanto, alejándome de nuestro círculo de amigos.

—¿A dónde vas?—pregunta con un tono de preocupación Rosalía.

—Regreso en un momento preciosa— adelanto antes de que ella proceda a levantarse también— iré a buscar algo. Solo. —dije un poco fuerte para que notara que no quería compañía.

Un pequeño silencio precedió en cuanto di marcha, a unos cuantos pasos de la puerta escuché como Israel reprendía a Cristian.

Lo admitía si, esa pequeña revuelca con mi amigo hizo que mi malhumor apareciera, pero al cruzar el umbral del restaurante en donde estábamos cenando, el panorama repentinamente cambió, haciendo que mi humor se tornara un poco mejor. La razón de mis desvelos se localizaba justo en la salida y sería un idiota si no aprovechaba la ocasión para hablar con ella, ahora que podía tenerla para mí.

—Estoy cansado de todo el bullicio —dije al momento que me acercaba situándome a su lado.

Vi como levantó una ceja al reconocerme, dudó unos segundos, pero al fin me dirigió la palabra.

—¿Qué pasa? ¿no me digas que tu novia ya te aburrió? Deberías regresar, solo haces que se me crispen los nervios de solo verte.

Las comisuras de mis labios se levantaron ligeramente, no pude evitar esbozar una sonrisita.

—No es mi novia, aún.

Sus ojos se encontraron con los míos, como si me hubiese topado con hielo en lugar de esos iris cálidos que tanto refulgían cuando la miraba. El impacto de nuestras miradas era intenso pero lleno de frialdad, al menos por parte de ella.

—Entonces ya estas ilusionando a otra—espetó.

—¿Celosa?

No seas ridículo. No somos nada como para que sienta celos.

Juro que  si sus palabras fueran cuchillos, estos ya me habrían apuñalado indudablemente por lo cortante que eran.

Su mirada no se despegó de la mía y esperó a que yo le contestara algo, pero el fulgor de sus orbes chocolate me atraparon, al percatarse de que la observaba tan intensamente desvió la mirada, no podía notar si se había cohibido o molestado por cuan insistentes podían ser mis ojos al pedir encontrarse con los suyos, sin importarme siquiera que el fuego que de ellos emanaba fuera a quemarme.

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⏰ Last updated: Sep 21, 2023 ⏰

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