Capítulo 4

18 0 0
                                    

Kaarle

—¡Tachán! Ya estamos. Bienvenida a uno de los mejores sitios en los que degustar la comida finlandesa —le dice Onni a Violeta, riéndose.

Onni ya ha demostrado su encanto natural con esta chica. A veces lo envidio, porque no tiene ningún problema en entablar relación con los desconocidos, y confiar en los demás, a la primera de cambio. ¿Por qué mis amigos tienen que ser tan jodidamente simpáticos y buenos?

Miro a la chica que parece bastante nerviosa.

—Vale, vale... Veamos si tenéis razón y está tan buena. Me voy a dejar aconsejar por vosotros, por lo que más os vale acertar —comenta con tono de broma, aunque creo de verdad que deberíamos aconsejarle platos que suelen gustar a los demás. Quizás la carne de reno para la primera vez no es buena idea.

De todas formas, no pienso opinar. No pienso hablar más de lo necesario.

—Siéntate a mi lado, Violeta. Desde aquí puedes ver cómo la noche se va poniendo más oscura y las estrellas comienzan a brillar —le indica Heli.

Y claro, no podía ser de otro modo, al sentarse al lado de Heli, la tengo enfrente. Habría preferido que estuviera al lado, porque así, inevitablemente, tendremos que cruzar alguna mirada. La suya es demasiado atrayente, clara y suave.

Violeta tiene el pelo largo, muy largo. Le llega hasta el final de su espalda, aunque es bastante bajita. Sé que soy alto, pero esta chica no debe de medir más de un metro y medio. Sin embargo, me gusta. En cierto modo, resulta tierno.

Su pelo es del mismo tono que mis ojos negros. Es de tono azabache, muy oscuro y liso. Su flequillo, en forma de cascada, me llama la atención porque le oculta sus ojos. Tiene los ojos más grandes y claros que he visto nunca, y mira que aquí hay personas con ojos claros. Su tono azul transparente hace que parezcan el espejo del mundo. A través de ellos puedes perderte demasiado rápido, y eso no me gusta. Sus pestañas también son largas, y su nariz es pequeña y un poco puntiaguda al final. Tiene una sonrisa preciosa, tan grande como sus ojos, con unos dientes blancos y rectos. Y unos mofletes bastante gordos y marcados en su rostro ovalado.

No puedo negar que su físico me atrae. Me llama la atención.

—Violeta, ¿qué te parece como entrante un pan de queso que se llama leipäjuusto?

—Me quedo con que es un pan de queso, y me gusta el queso. Si tengo que aprenderme el nombre, estáis apañados.

Onni y Heli se ríen a la vez.

—Vale. Luego, como te dijimos, de plato principal carne de reno, también llamado poronkäristys, y de postre las moras árticas.

—Me parece perfecto. Me gusta mucho el queso y la fruta. De hecho, he comprado moras árticas y me han encantado. Así, si no me gusta mucho el «poroncaritis», puedo comer lo demás.

Escucharla pronunciar el nombre del plato hace reír a Heli y a Onni a carcajadas. A mí, por desgracia, se me escapa un amago de sonrisa que Violeta ve. Parece alegrarse al mirarme.

—Y, bueno, ¿se puede saber qué hace una chica como tú, sola, pérdida en mitad del círculo polar? —decido preguntar. La verdad es que me tiene intrigado.

Violeta parece nerviosa de nuevo, y se pone firme, dispuesta a contestarme. Quizás va a hablar largo y tendido, más de lo que esperaba.

—He terminado todos mis estudios en España y quería venir al país en el que se conocieron y se enamoraron mis padres. No tengo ninguna responsabilidad allí, así que era el mejor momento para viajar a Finlandia. Si fue tan importante para ellos esta parte del mundo, espero que para mí también signifique algo. Por eso, estoy aquí y no sé cuándo me marcharé. —Tiene las mejillas coloradas y las manos, en forma de puños, apretadas. Parece haberse quedado a gusto.

—¿Y de qué piensas vivir?

Baja su mirada y se oculta bajo el flequillo. Ahora parece decepcionada y no sé por qué. ¿Acaso no ha pensado en lo necesario que es ganar dinero?

—Aún no lo sé. Quiero buscar trabajo. Iba a ponerme con ello a partir de mañana. Si a Heli le parece bien, alquilaría la habitación en el hostal cada semana o cada mes. No lo sé. Estoy intentando vivir el presente —responde pareciendo segura, aunque a mí no me engaña. Está incómoda y, a pesar de que debería decirle que no se preocupe, decido no hablar más.

Onni me mira frunciendo el ceño. Parece enfadado. Comienza a hablar y me entran ganas de levantarme para sacarlo del restaurante. ¿Qué hace? Él sabe el porqué de mi actitud. Sabe que no tengo más opción. ¿Cómo puede proponerlo siquiera?

—Pues..., Kaarle y yo tenemos una empresa de alquiler y excursiones de motos de nieve. Ahora empieza la temporada más fuerte y estamos buscando una persona que nos ayude con los clientes, las cuentas, la limpieza de las motos.

—¡Ni hablar! —respondo fulminándolo con la mirada.

—Kaarle, no te lo tomes a mal, pero sabes que necesitamos a alguien y, si es de confianza, mejor. Por ahora, Heli solo nos ha dicho cosas buenas de ti —dice Onni, volviendo a dirigir su mirada a Violeta—, y tú estás buscando trabajo. Sería la fórmula perfecta.

—Pero si acaba de decir que no sabe cuánto tiempo va a estar aquí. ¿Y si un día decide irse y nos deja colgados? Sabes que esta empresa es lo que mantiene a nuestras familias —protesto mirando ahora a Heli que se encoge de hombros. ¿Se puede saber qué mosca les ha picado a estos dos?

La camarera llega con la comida y se termina la conversación.

Violeta no se ha pronunciado.

Cuando Onni le propuso la idea pareció alegrarse, pero desde que yo me quejé, empezó a removerse incómoda en el asiento y terminó yéndose al baño.


La noche que acaricié el frío polar*primeros capítulos*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora