Capítulo 2

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Violeta

Me levanto por la mañana llena de energía. Anoche llamé a mis padres y les conté que había llegado bien y que lo poco que había visto, me había gustado mucho. Les mandé algunas fotos de mi habitación y ellos me contaron qué tal habían pasado el día. A mi padre se le quebró la voz al despedirse. Dice que se siente reflejado en mí y que parece que los años han corrido para atrás. Ambos parecen estar casi más ilusionados que yo. Les prometí que les llamaría siempre que pudiera y que les mandaré muchas fotos.

Después de estar hablando durante algo más de una hora y mandarnos muchos besos, colgamos. Decidí darme un baño, que fue superrelajante.

Me encantó tirarme un rato en la bañera escuchando a Passenger; la canción de Home me tiene enamorada. Me apasiona la melodía y todo lo que me hace sentir, tan conectada a la tierra, con tantas ganas de vivir nuevas aventuras y de cuidar este planeta.

Bajo saltando las escaleras hasta llegar al portal, y allí me vuelvo a encontrar a la joven recepcionista que me mira sonriente.

—Buenos días, ¿podrías decirme dónde se encuentra el supermercado más cercano?

—Buenos días. Claro. Una vez que salgas, gira hacia la izquierda y luego todo recto. En esta misma calle hay un supermercado. Es el número tres, y está abierto hasta las once de la noche. Tienen productos frescos y locales. Si buscas algo más grande, dirígete hacia la derecha. La calle más grande de la ciudad está solo a seis manzanas.

—De acuerdo. Muchísimas gracias. Ten un buen día.

Ella me desea también un buen día y salgo por la puerta.

El frío me da de lleno en la cara y vuelvo a entrar con rapidez. ¡Será posible! ¡Cómo me he podido olvidar del chaquetón! Supongo que puede ser porque ayer mismo iba con una camiseta fina de media manga y hoy parezco un muñeco Michelin con el jersey, los guantes y el chaquetón.

Una vez que estoy preparada para afrontar estas gélidas temperaturas, me dirijo hacia el pequeño supermercado que me ha recomendado.

Compro leche y algunas frutas, como las frambuesas y las moras árticas, porque la dependienta me ha dicho que ya mismo no habrá. Además, incluyo varias tabletas de chocolate. ¡Adoro el chocolate! ¡Qué se le va a hacer! Es mi adicción. También voy directa a la minisección de congelados. Aunque me proponga comer sano, cocinar no es mi fuerte y adoro comer, así que por el momento de algo tendré que alimentarme.

Después de desayunar y llevar la compra de vuelta a mi habitación, me paso el día recorriendo Rovaniemi.

Es una ciudad bastante moderna porque, después de la Segunda Guerra Mundial, quedó casi destruida y tuvieron que reconstruirla, aunque conserva la belleza, la cultura y el misticismo de un país nórdico. Está rodeada por los ríos Kemijok y Ounasjoki, y es conocida, sobre todo, por ser la tierra oficial de Santa Claus. Para una amante de la Navidad como yo, visitar este lugar me hincha el pecho de emoción.

No es una ciudad tan pequeña como pensaba que sería. Tiene sesenta mil habitantes. Además, hay una gran cantidad de actividades para hacer por la zona, aunque las que tengo más ganas de realizar son de invierno y, puesto que tengo que ahorrar mientras encuentro algún trabajo, me dedico a caminar durante todo el día.

Algunas calles son bastante anchas y están llenas de edificios muy modernos.

Me paso horas observando y grabando a las personas que caminan por ellas, y los recovecos y vaivenes que poseen. Además, me pierdo en las mezclas de colores que forman las luces naturales de esta ciudad con las de los coches, las tiendas o las personas, creando verdaderas obras de arte en los rostros, los cuerpos o las paredes de los edificios. Descubro el puente Jätkänkynttilä, por el que se entra en la ciudad vía terrestre, y me gusta tanto que he estado una hora fotografiándolo sin parar, buscando el ángulo perfecto.

La noche que acaricié el frío polar*primeros capítulos*Where stories live. Discover now