No fue planificado, emergió como emerge el orden en un sistema adaptativo complejo. Esa noche eran tres: Rodrigo, Daniel y Nicolás.
Se sentaron en una mesa de Orrego Luco por una decisión racional, Daniel y Rodrigo trabajaban cerca y Nicolás conocía el costo económico de los traslados, para él no fue difícil terminar allí. Estuvieron una o dos horas, tal vez tres, conversando de todo tipo de temas, siempre con un vaso a la mano, que otra cosa pueden hacer tres solteros a las ocho de la noche un jueves en Providencia.
Llegó la hora de volver a la casa, sin embargo Nicolás tenía otros planes, ya había hecho los cálculos, resueltas las ecuaciones estaban, solo restaba realizar el salto, Daniel al principio no entendió la reducción que aplicó, tampoco por qué estaba usando esas leyes matemáticas sin sentido, sin embargo logró discernir a dónde los llevaría, lo siguió conscientemente, Rodrigo estaba lejos de esas deducciones, pero se necesitan tres variables para el salto.
De las tres chicas, Nicolás le habló a la más lejana al prototipo de su gusto buscando maximizar la utilidad. Daniel en ese instante logró obtener el valor faltante y acompañó el movimiento esbozando un chiste, ella rió. Las otras dos amigas se miraron sin comprender que su universo acababa de cambiar, siempre habían acaparado toda atención mientras su amiga era relegada a la indiferencia. Ahora su destino estaba dictado por fórmulas que no sabían resolver, pasaron de ser incógnitas a valores finitos, ellas no comprendieron que las leyes de la naturaleza habían sido reemplazadas por leyes económicas, desde cierto punto de vista, leyes más justas. Rodrigo no alcanzó a hacer el salto, solo observó sin entender lo que veía.
En ese universo las leyes eran distintas. Nicolás las conocía y sabía cómo usarlas, Daniel las estaba descubriendo.
