Capítulo 15.

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—¿Ian tiene qué? —los agudos sentidos de Alec escucharon claramente—. Dime que escuche mal.

—Tal como escuchaste a mi hermana, cuñado —era momento de molestar al celoso hermano mayor—. Tu dulce hermanito ya tiene pretendiente y nada que te enteras, eres bien lento.

Simón adoraba, mejor dicho, le fascina molestar a Alec, era como su droga y nadie podía quitarle el gusto. En eso, Alec vio fijamente a Ian queriendo tener una respuesta de él y que no fuera de nadie más, solo que este se quedó en silencio, ignorando la mirada del mayor.

—Creo que mi clase está por comenzar —huyó de allí—. Los veo a la salida —y se fue corriendo.

—¡Ian regresa y responde mi pregunta! —gritó a lo que ambos Tate comenzaron a reírse—. Ustedes me dirán lo que quiero saber.

En eso, cuando Ian estaba por cruzar al pasillo donde estaba su salón, se golpeó con alguien por no ver al estar huyendo de aquella conversación que se volvió incómoda por la llegada del mayor.

—Lo siento, no te vi.

—El destino quiere que siempre nos encontremos, tal parece.

Se quedó helado al levantar la vista y darse cuenta de que era Thiago. Definitivamente, era el chico con la mejor de las suertes.

—Tiene que ser una broma.

Frente a él estaba Thiago, sonriendo de lo más campante como si hubiera encontrado su juguete favorito después de haberlo perdido por mucho tiempo. Thiago andaba por los pasillos perdiendo el tiempo, ya que en esos momentos se suponía que debía estar en la clase de hechizos y pociones, pero no quería entrar, así que decidió ausentarse. «Y vaya que fue una buena idea no entrar», pensó para sí mismo.

—¿Por qué pones esa cara? —quiso saber al ver la expresión de Ian.

—Porque es la única que tengo —se cruzó de brazos.

Thiago se acercó rápidamente a Ian, quien no esperaba una acción tan repentina. Por instinto, retrocedió para evitar tener el rostro de Thiago tan cerca del suyo.

—Espacio personal —colocó su mano en el pecho de Thiago—. Hay algunos que no nos gusta tener el rostro de alguien pegado al nuestro, por favor —su cara se puso roja.

Ante esa respuesta, Thiago soltó una carcajada. Realmente disfrutaba cuando Ian se ponía rojo por la vergüenza o por cualquier otra cosa, un poco cliché, a decir verdad.

—¿De qué te estás riendo? —ahora Ian estaba furioso.

—Bueno, para qué te voy a mentir —se llevó su cabello hacia atrás—. La verdad es que...

Un chico parecido a Ian, pero con más músculos y más alto, apareció de la nada.

—Ian.

Alec, que no pretendía quedarse con la curiosidad de saber sobre el chico desconocido y que, por lo que pudo entender, estaba rondando a su hermano, no permitiría que le hicieran daño otra vez.

—¿Por qué no estás en tu clase? —luego miró al chico pálido frente a él—. Además, ¿quién eres tú? Jamás te había visto en la vida.

Los dos se miraban de forma desafiante y altiva, como si estuvieran demostrándose mutuamente quién era superior, todo porque Alec quería proteger y Thiago, bueno, él solo no quería bajar la mirada y demostrar miedo. «Primero muerto, antes de pasar por esa humillación».

—¿Me dirás quién eres? —cuadró los hombros—. ¿O es que ya no te sientes tan seguro molestando a Ian conmigo aquí?

Eso sí que fue como recibir un golpe directo en el hígado para Thiago. Él no molestaba a Ian con la intención de hacerlo sentir mal.

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