XII

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En la oscuridad de la noche el cuarto en el que Marco despertó un silencio tranquilizador continuaba justo como en el momento en que se durmió. Había despertado en la mitad de la noche sin ninguna razón aparente, no le dio importancia y en vez de tratar de volver a dormir simplemente confiando en que lo haría permaneció viendo hacia el techo de la habitación. Pero una extraña sensación de inquietud que lo comenzó gradualmente a invadir lo obligó a comenzar a moverse.
Asomó su cabeza por debajo de la cama para ver a Alphonse dormir, tal vez podría tirarle la almohada encima y despertarlo, pero para su sorpresa debajo de él no había nadie.

—¿Alphonse? —preguntó en la penumbra del cuarto débilmente iluminado por los rayos plateados de la luna rota.

—¡Alphonse! —gritó está vez sin señales de vida.

—Computadora ¿Dónde está Alphonse? —preguntó ¿Por qué preguntaba como si estuviera en casa?

—El príncipe Alphonse no está en la instalación —le respondió de pronto la voz femenina, robótica y omnipresente que solía escuchar en la República pero él no era capaz de notar nada extraño más allá de la ausencia de Alphonse.

Al escuchar que aparentemente Alphonse no estaba en la torre dió un salto de su cama y cayó con sorprendente ligereza. Miro de nuevo la cama vacía que además estaba perfectamente tendida y luego de eso se dedico a inspeccionar la habitación.
Era la clásica habitación que uno esperaría ver en una obra ambientada en un mundo primitivo como lo era Fere, paredes descoloridas y vacías con un piso frío de madera que crujía al caminar.

Decidió mirar a través de la ventana esperando quizá encontrar alguien afuera pero solo hubo el mismo páramo congelado interrumpido por montaña aún más congeladas. Lo que definitivamente llamo su atención fue la luna sobre el cielo, llena y sin ningún anillo de escombros.
Al posar su mirada sobre está fue casi como su estuviera viendo un rostro invisible en el cielo el cual también lo miraba fijamente, era hipnótico, como si todas las estrellas alrededor comenzaran una danza.
Y de pronto comenzaba a oír los susurros acercándose mientras el rostro en el cielo también lo hacía.

—¡No! —gritó aterrado y logró apartar la mirada y hacerla entrar de vuelta a la habitación. Los susurros y la luna se habían detenido.

Por alguna razón, incapaz de darle importancia a este tipo de cosas, inocentemente Marco decidió aventurarse al cuarto de al lado en busca de Sophia. Al salir lo que encontró un fue un largo pasillo oscuro que se retorcía y se expandia a medida que avanzaba ¿Qué estaba buscando? Escuchaba los murmuros, pero a diferencia de la luna, estos eran más numerosos y graves y se tornaban casi entendibles.

—Es su culpa. Es él la causa. Es un oscuro —eran voces graves la cual le parecían familiares ¿De dónde? No lo recordaba pero tampoco se lo preguntaba.

—Tu tienes todo aquí ¿Cuál es tu problema? —escuchó una voz diferente aún más familiar que hizo que se detuviera. Era la voz de su primer hermano mayor, Gulliver.

—¿Qué tengo todo? —le preguntó, ya no estaba en la Torre sino de vuelta en Cuauhmixtitlán. En el departamento de su padre.

—Vives en un país que te ofrece todo lo que quieras con el único precio de que dediques tu vida a algo bueno que ames ¿Tienes idea de lo afortunado que eres? —le siguió preguntando, a diferencia de Marco Gulliver era un joven adulto, mucho más alto y grande que Marco pero de igual forma mantenía una buena relación con él, con grandes músculos por el ejercicio además trabajaba como investigador científico de la flota al igual que su madre y su segundo hermano mayor, Julio.

—¿A qué viene todo eso? —preguntaba sentado en el gran y largo sofá de la sala mientras la enorme pantalla sonaba de fondo.

—Quiero decir, no es tan malo, Marte, la Tierra, da igual donde estés. La distancia no importa en esta época. Incluso tu amiga Hikari está allá en Selenia ¿Fuiste a visitarla cuando fuiste con mamá, cierto?

Crónicas De Fere: El Príncipe Y El Héroe Invocado.Where stories live. Discover now