Eddard ya no vió a un muchacho dorniense lejos de casa, sino al legítimo heredero del Trono de Hierro. La salvación de la decadente dinastía Baratheon, que estaba justo donde debía estar. La Casa Baratheon se caracterizaba por su gran valor a la fuerza, la caballerosidad y la determinación. En el año que Ned pasó con el muchacho bajo su tutoría, él sabía con certeza que Raiden era la combinación de todo eso. Estaba en su sangre, pintado en su rostro.
—¿Mi Lord? ¿Hice algo mal? —la voz rasposa de Raiden lo sacó de su torbellino de pensamientos y tuvo que aspirar profundo porque, incluso ahora, su voz sonaba como la de Robert.
—¿Raiden, recuerdas algo de...? —Eddard carraspeó, porque sus palabras salieron como un susurro sin voz.— ¿Recuerdas algo de cuando eras un niño? ¿Nada extraño?
Raiden frunció el entrecejo ante la descolocante pregunta.— Para nada, mi Lord. Todo lo que recuerdo es a mis padres.
Ned suspiró. Ese detalle sólo hacía todo más difícil. Porque tenía dos opciones; que el muchacho se riera en su cara y no le creyera ni una sola palabra, o que encuentre el sentido en ellas y sea consciente de que probablemente le mintieron toda su vida.— Necesito que escuches con atención lo que voy a decirte. —Ned se acercó hacia él, poniendo una mano en su hombro.— Puedo jurar ante ti, que nada de lo que voy a decirte es una mentira.
Raiden parecía desorientado, el muchacho tragó saliva y asintió, quizá demasiado asustado como para hablar.
—Tú... No eres descendiente de la familia Martell. —el muchacho parpadeó lentamente, si Ned bajaba un poco más la mano de su hombro, podría sentir su corazón palpitar con rapidez contra su pecho.— Doran y Nymeros Martell no son tus verdaderos padres.
—¿Qué...? —Raiden se apartó un poco, el adulto pudo ver la incredulidad en sus ojos.
—Tú no eres Raiden Martell. —Ned susurró, permitiendo que el muchacho se aleje unos pocos centímetros.— Eres Raiden Baratheon. Primogénito e hijo legítimo de Robert Baratheon y Cersei Lannister. —pudo ver, a través de la tenue luz de las velas en la habitación, como los ojos tan azules como los que había visto antes en Gendry, en Renly y obviamente en su padre, se llenaban de lágrimas que parecía contener.— Tu madre. Cersei. —Ned lo miró, pero el muchacho ahora bajó la mirada al suelo, tratando de procesar sus palabras.— Ella trató de... deshacerse de ti. Pero tu padre te entregó a Oberyn Martell, para mantenerte a salvo ahí.
Raiden negó repetidamente, una risa seca escapó de sus labios, sólo que el aire que salía de él sonaba seco y doloroso.— No, mi Lord, yo nací en Dorne.
—Raiden... —Eddard se aproximó otra vez.— Naciste en Bastión de Tormentas, durante una fuerte tormenta. Tu padre te dió el nombre de Steffon Baratheon. Todos creyeron que la fiebre te apartó de su lado, pero fue Robert quien te entregó a los Martell por tu propia seguridad.
Nuevamente, el muchacho retrocedió. Raiden encontraba las palabras de Eddard Stark inconcebibles. Todo lo que él creía haber conocido se derrumbó con un par de palabras. ¿Él? ¿Un Baratheon? Imposible. Cuando Eddard murmuró suavemente su nombre, sintió que tu pecho se cerraba más. Sus ojos traicionaron todo intento de contención y una lágrima resbaló por el costado de ellos. La visión de Robert Baratheon llenó su mente, pero Raiden estaba adormecido por los recuerdos que luchaban por reconstruirse una vez más; una tormenta y gritos de su madre.
Lo recordó entonces, en Winterfell, a la mismísima Cersei Lannister admitir en pena perder a su hijo primogénito por culpa de una fiebre. Todo era una mentira. Una cínica y cruel mentira.
Se podía oír a Cersei en sus recuerdos borrosos, casi verla. El cabello dorado y su cálida voz como el fuego de su habitación. Podía escuchar la voz bramante de su padre tararear alguna canción, e incluso Raiden podía jurar visualizar entre nubarrones indistinguibles a Jaime Lannister sosteniéndolo entre sus brazos. Los recuerdos se desvanecieron, pero estaban ahí y él sintió un dolor punzante sobre su pecho, porque nunca había sido capaz de recordar aquello hasta ese momento. Nunca antes reparó en lo diferente que era, ni siquiera cuando veía su propio reflejo frente al espejo cada mañana. Pero ahora lo sabía. Conocía la dolorosa verdad tras su apariencia completamente desigual a cualquiera de sus hermanos.
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INHERITANCE 𓄃 a song of ice and fire.
Fantasy» Él era todo él, hasta los huesos. Todo Baratheon, nada Lannister. « Desde las ventanas de la cámara de parto, los llantos de un primogénito se filtran, los rayos centelleantes de una tormenta furiosa brillan sobre él, como si la propia tempestad q...
VII,Treacherous blood.
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