» Él era todo él, hasta los huesos. Todo Baratheon, nada Lannister. «
Desde las ventanas de la cámara de parto, los llantos de un primogénito se filtran, los rayos centelleantes de una tormenta furiosa brillan sobre él, como si la propia tempestad q...
Raiden y Arya estaban en los aposentos del mayor, la pequeña Stark le enseñaba movimientos que había aprendido en su lección anterior con Syrio, pero mientras ella bailaba alrededor de la habitación y mostraba cuánto su cuerpo había aprendido, Raiden lucía como una especie de ave intentando revolotear. Arya se rió de sus movimientos torpes y poco delicados, explicándole que, como el agua, él debía ser rápido e inesperado.
—Todos los hombres están hechos de agua, ¿lo sabías? —Arya balanceó su pequeña espada hacia él, Raiden dió un giro burlón, esquivándola.— Cuando los pinchas, se les escapa el agua y mueren. —presionó la punta de su aguja contra su abdomen, sin fuerza y sin intención de herirlo, mientras alzaba las cejas triunfante.— Gané.
Raiden fingió una tos, llevando las manos a su abdomen completamente sano, pretendiendo estar herido.— No... —se lamentó con dificultad, poco a poco cayendo sobre sus rodillas.— Dile... a mi esposa que... la amo.
Su voz salió ahogada mientras nuevamente simulaba una tos y entrecerraba los ojos, si Arya no lo conociera a él y a su estupidez, se creería toda aquella actuación. Ella rió cuando él se desplomó en el suelo y abrió su boca para dejar su lengua caer a un costado, pero la mala actuación no le duró mucho, pues él se contagió de su risa. De repente, Eddard Stark entró. Raiden se puso rápidamente de pie, avergonzado mientras limpiaba su ropa, Arya se giró a mirar a su padre.
—Raiden. —el Stark habló, parecía frenético por algo y tanto él como Arya fruncieron el ceño en preocupación.— Arya, necesito que-
—Los deje solos, está bien. —la pequeña lo interrumpió, guardando su pequeña espada.— Tengo que ir con Syrio.
Se giró para mirar una última vez a Raiden y él le sonrió, avanzando hacia ella para despeinar su cabello. Arya bufó y pronto desapareció tras la puerta de la habitación. Él se enderezó, mientras Eddard le ordenaba a los dos guardias afuera de vigilar que nadie se acerque. En ese momento, fue consciente de que se trataba de algo urgente o de suma gravedad.
Cuando el adulto cerró la puerta, Raiden aclaró su garganta.— ¿Mi Lord? ¿Algo ha pasado?
—Necesito hablar contigo. —Raiden asintió, pero Ned no lo estaba mirando, más bien, se encargaba de cerrar todas las ventanas, no sin antes dar un vistazo alrededor de ellas para comprobar que efectivamente nadie se encontraba allí más que ellos.
—¿Qué es, Lord Stark? ¿Es algo malo? —la pregunta intranquila finalmente captó la mirada del Stark.
Y cuando Ned se giró, finalmente vió en Raiden lo que jamás se había detenido a distinguir con quietud; la mirada Baratheon estaba estampada en su rostro, en su mandíbula, sus ojos azul profundo, ese cabello castaño oscuro ligeramente ondulado. Ned no supo qué tan cegado había estado para no haberlo notado antes. El chico era idéntico a Robert, era como un retrato realista de su mejor amigo congelado en el tiempo. Raiden lucía como un auténtico príncipe, no como un Martell, sino como un Baratheon.