18

147 32 5
                                    

Mina recibió las llaves de su departamento, ya eran casi tres semanas desde que había despertado y aunque amaba a sus sobrinas, necesitaba un poco de paz, tranquilidad y privacidad. Abrió la puerta de su departamento y hasta el rechinar de la puerta le hizo sentir nostalgia, extrañaba su hogar. Entró y por algún motivo se sintió extraña. Dejó su bolsa sobre la mesa.

—Sólo lo subarrendamos por un mes —Nayeon venía detrás de ella con su maleta.

Mina miró a su alrededor y sintió que algo había cambiado.

—¿Moviste algo? —preguntó a su hermana con el ceño fruncido, pero no molesta, solo confundida.

—No —contestó inmediatamente la mujer.

—Es curioso, tengo la extraña sensación de que... —miró nuevamente el lugar detalladamente— algo falta.

—Está todo aquí, justo como lo dejaste —aseguró Nayeon.

Mina sonrió y soltó una risita, resignándose.

—Supongo que ha sido un largo tiempo.

Se acercó a abrazar a su hermana.

—¿Segura de que estarás bien? —cuestionó preocupada la mayor.

—Sí, estaré bien —asintió al separarse—. Entonces te veré el sábado —ambas caminaron hacia la puerta.

—¡Las chicas te harán un pastel!

—Estoy ansiosa por probarlo —abrió la puerta y dejó a su hermana salir—. Buen regreso, avísame cuando llegues a tu casa, muchas gracias por todo.

—Te quiero, adiós —se despidió mientras comenzaba a bajar las escaleras

—Te quiero —respondió sonriente, mirando como Nayeon desaparecía.

Cerró la puerta y caminó hasta su sala de estar, sin poder dejar de mirar a su alrededor en busca de algo que diera explicación a su sentimiento de extrañeza.

Se sentó en el sofá y sintió nuevamente esa sensación de que había olvidado algo. Miró por la ventana, pronto comenzaría a atardecer. Luego, bajó su mirada hacia adelante y se topó con la mesita frente a ella. No le tomó ni un segundo darse cuenta de que había algo raro. Tenía una marca, una marca de que alguien no había usado un posavasos. Normalmente estaría molesta, pero no sabía por qué esa marca la hacía sentir nostálgica también. Llevó su mano hasta la mesa y con sus dedos delineó el círculo en la madera. A su mente vino el primer recuerdo de cuando despertó del coma. Los ojos de esa chica desconocida que la miraba como si fuese lo más precioso del mundo. Fue una imagen fugaz, pero sintió una extraña calidez en su pecho.

Se puso de pie y comenzó a caminar por el lugar. Se sentía como si cada rincón que mirase la hiciera sentir más nostalgia. Extrañaba algo o alguien, pero no sabía qué o a quién. Sentía que tenía recuerdos ocultos, recuerdos perdidos. Llegó hasta la puerta que daba a las escaleras que llevaban a la azotea. La luz del sol iluminaba el pasillo con intensidad y entrecerró los ojos al pararse bajo el haz de luz, para mirar hacia arriba. Decidió subir a la azotea, para disfrutar del atardecer.

Llegando a los últimos escalones, tuvo visión del lugar. Según lo que ella recordaba, su azotea no se veía así. Definitivamente no. Miró extrañada lo que había a su alrededor. Las hermosas flores en grandes macetas, el camino hecho de tablas de madera, que llevaba hasta una pérgola circular, también de madera, la grava que rellenaba los espacios vacíos entre la madera y las macetas, y un bonito juego de sillas y mesa de metal un poco más allá de la pérgola, sobre la grava. Su azotea era un montón de cemento, estaba segura de eso. No era este maravilloso jardín de ensueño. Si hasta podía escuchar pajarillos cantando.

Como el cielo (adaptación Michaeng)Where stories live. Discover now