10. Aracnozombifobia (2)

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Cristian se marchó con la bandeja de cafés y Leonardo le dio el último gran sorbo a su vaso antes de recibir a los nuevos reclutas.

—Buen día —saludó el centinela, escrutando una lista de nombres que llevaba en una carpeta—. ¿Ustedes son Zeta y Renzo Xiobani?

—Sí, los mismos.

—¿Primer trabajo afuera?

—No lo sé —dijo Zeta pensativo—. ¿Ir al cementerio cuenta?

—No realmente.

—Entonces sí.

—Bien. ¿Tienen equipamiento u armamento a sus nombres? Aunque lo dudo, debo preguntar.

—Yo perdí todo... —espetó Rex con un cierto deje de dolor en sus palabras.

—La perra madre que parió a estos zombis...—espetó Zeta con un enorme deje de dolor en sus palabras. Y también rabia—. Eso significa: «yo también perdí todo».

—Lo lamento. Bien, en ese caso síganme.

El centinela condujo a Zeta y Rex hacia una carpa cercana, donde un letrero de madera que rezaba «Armas» colgaba en la entrada. La vista de aquel cartel llamó inmediatamente la atención de los dos supervivientes.

Con elegancia y confianza, el centinela se sentó en una improvisada silla junto al mostrador, y con una sonrisa, solicitó a Juliana, su colega a cargo de la sección, que les proveyera de armamento y municiones.

La joven, de cabellos oscuros y una mirada confiada y decidida, asintió con determinación y se movió con una gracia natural entre las estrechas filas de armas y equipo.

Extrajo una caja del compartimento inferior del mostrador y sacó dos pistolas idénticas que dejó sobre la mesa. Mientras Zeta y Rex empezaban a babosearse con el brillo que refractaba el metal de las armas, Juliana tomó dos cargadores llenos y los dejó junto a cada pistola.

—No son las mejores, pero son ligeras y fiables —dijo Juliana, y sin perder tiempo, se marchó a otro punto trasero de la carpa.

Zeta y Rex asintieron en silencio.

—Gracias, Juliana —continuó el centinela. La chica le gritó un «de nada» desde detrás del toldo—. Escuchen, ustedes. Tanto las pistolas como el cargador serán sus armas provistas. La nación se las prestará hasta que puedan comprar otras, o también encontrar alguna que haya afuera de la nación. Si quieren más balas o más cargadores, deberán pagar. ¿Evelyn les enseñó cómo pagar?

—Sí —respondió Rex.

—Bien. Como es su primer trabajo, les recomiendo llevar todas las balas que les sea posible. Ah, sí, casi se me olvida. ¿Juliana, podrías...?

La mujer llegó y depositó dos chalecos de carga apilados junto a las armas.

—Listo.

—Qué eficiencia —la alagó Zeta.

La chica sonrió.

—De nuevo, gracias, Juliana. Ok, chicos. Estos chalecos también están incluidos. Como verán, no son antibalas, así que no se metan en balaceras. ¿Bien? Aun así, les facilitará la carga de munición y armas pequeñas. Si se les rompe algo, hay una división que se encarga de ese tipo de reparaciones. —Leonardo chequeó su reloj—. Todavía tenemos tiempo. Hay algunos miembros de su escuadrón que faltan por presentarse, les recomiendo comprar cargadores extra.

—¿Va más gente a este trabajo? —preguntó Rex.

—Sí, hombre. Este trabajo en particular no es algo que se pueda hacer de a dos personas. —Leonardo chequeó de nuevo la carpeta que traía debajo de la axila, para revisar quienes serían los compañeros de ambos—. Parece que el escuadrón será de cinco integrantes. ¡Wow! Que suertudos. Ja. No se preocupen, les tocó un equipo bastante distinguido.

Zeta: El señor de los Zombis (Reboot)Where stories live. Discover now