Capítulo diez

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Las estrellas en el cielo destellaban con un intenso brillo carmesí que se reflejaba en la superficie cristalina del mar; la pequeña barcaza se movía de forma brusca cada que rompía las crestas de las diferentes olas que arrastraban grandes témpanos de hielo de extrañas formas cúbicas y diferentes tamaños. El viento helado parecía volverse más intenso conforme el tiempo pasaba, provocando que los vellos sobre la piel de Lira, que controlaba el timón de la barcaza, se erizaran. Era imposible mirar la línea del horizonte debido a un espeso banco de neblina que cubría todo en la lejanía.

—¿Falta mucho para llegar? —preguntó Anna, tras limpiar sus labios, mientras viajaba recargada en la borda de la barcaza. Su expresión era de completo asco e incluso sus ojos estaban rojos.

—Falta poco... —respondió Lira, volteándola a ver—. ¿Alcanzas a ver esa luz? —preguntó, señalando una tenue luz blanca que se podía ver entre la neblina. Anna volteó en aquella dirección y, tras un ligero esfuerzo, simplemente asintió—: Es el faro de la Ciudad Blanca, estamos muy cerca... —Luego hubo un breve silencio en el que solo se pudo escuchar el constante sonido del motor y el sonido que las olas del mar causaban al chocar con los témpanos. De repente Lira preguntó—: ¿En serio nunca habías viajado en barco?

—No, yo nunca... —intentó responder, pero en ese momento sus mejillas se inflaron y ella asomó la cabeza por la borda para vomitar. Lira solo pudo mostrar una delicada sonrisa de burla al notar las fuertes arcadas que Anna padecía—. La verdad siempre quise saber qué se sentía subirse a un barco, pero ahora ya me quiero bajar... —dijo Anna, volviendo a limpiar sus labios.

—¿Te gusta la vida que estás llevando aquí? —preguntó Lira de pronto, provocando que Anna la volteara a ver con duda.

—Pues... —Anna tuvo otra arcada e hizo una expresión de querer vomitar, pero tras tragar saliva solo respondió—: No sé ni siquiera cuánto tiempo he estado con ustedes pero, si no tengo otra opción y siempre y cuando alguna de esas cosas que visitan... O, bueno, visitaban el bar no quiera comerme...

—Comerte no, pero estoy segura de que sí quieren co... —interrumpió Lira, pero no pudo terminar al notar como Anna estuvo a punto de vomitar nuevamente.

—Yo siempre quise vivir una aventura —dijo Anna, provocando que Lira la mirara con sorpresa—. Tengo un primo, que más bien es como mi hermano, que trabaja como detective. —Ella soltó un suspiro cargado de nostalgia y continuó hablando—. Me daba mucha envidia imaginar todas las cosas divertidas o peligrosas que él podía estar haciendo en la ciudad y yo quería una vida así para mí; porque la vida en el pueblo era deprimente y sin futuro...

—Entonces, imagino que te está gustando todo lo que estás viviendo ahora, ¿verdad? —preguntó Lira, sin soltar el timón.

—Depende... —respondió Anna, pensando un poco sus palabras—. Aunque ya estoy muerta, ¿puedo volver a morir? —Aquella pregunta provocó que Lira la volteara a ver y, con una expresión fúnebre, respondió:

—Lo que está muerto no puede morir, pero hay destinos peores que la muerte... —De pronto, el estruendoso sonido de una extraña explosión se escuchó en la lejanía, provocando que ambas miraran hacia el horizonte.

—¡¿Qué fue eso?! —preguntó Anna, sumamente preocupada, pero Lira no respondió, tan solo se quedó con la vista clavada en el horizonte. En ese momento, un extraño silbido en el cielo comenzaba a hacerse más fuerte, hasta que un proyectil destruyó uno de los témpanos junto a los cuales navegaban.

—¡Quédate atenta! —gritó Lira, provocando una expresión de pánico en el rostro de Anna. Un par de explosiones más se escucharon a lo lejos, acompañadas por el silbido que rompía con la tranquilidad de aquel lugar.

—¡¿Qué está pasando?! —preguntó Anna, sosteniéndose con fuerza del barandal de la borda debido a la brusca aceleración que Lira impuso a la barcaza. Otros dos proyectiles cayeron cerca de ellas, el primero cayó en el mar, provocando un enorme torrente de agua que bañó la barcaza, mientras que el otro destruyó la punta de uno de los témpanos cercanos a ellas.

—Creo que es obvio que nos están atacando... —dijo Lira con una expresión rígida—. Pero son solo disparos de advertencia, si quisieran ya nos hubieran dado —agregó justo en el momento en que una ronda de explosiones más se escuchó en la lejanía. Lira detuvo poco a poco la barcaza hasta que esta dejó de moverse.

—¡¿Qué haces?! ¡Acelera! —gritó Anna, sin quitar la mirada el cielo para ver en qué momento caerían más proyectiles. El silbido que los proyectiles provocaban al cruzar el cielo se escuchaba con mayor fuerza cada vez.

—No nos van a dar... —dijo Lira, con decisión. Los proyectiles comenzaron a caer uno tras otro; un par de ellos destruyeron un témpano, haciéndolo caer hecho añicos al mar, mientras que los demás proyectiles cayeron en el agua, pero ninguno impactó la barcaza. La respiración de Anna era agitada y su piel estaba completamente pálida—. Nos están dando la oportunidad de regresar por dónde vinimos... —agregó Lira, soltando un suspiro.

—Y... ¿Qué vamos a hacer? —preguntó Anna, llena de pánico. Lira esperó un momento, volteó a ver a Anna y le dedicó una sonrisa que lucía macabra. Entonces, sin decir nada, comenzó a acelerar. El rostro de Anna se llenó de pánico mientras que la barcaza aceleraba cada vez más, formando una larga estela sobre la superficie del mar—. ¡Nos van a matar! —gritó Anna, con desesperación.

—Querías vivir aventuras, ¿no? —dijo Lira, mientras el motor de la barcaza parecía rugir ferozmente.

De nueva cuenta el sonido de las explosiones, una detrás de la otra, se escuchó en la lejanía. Anna se afianzó con fuerza al barandal de la borda mientras que, haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, intentaba evitar vomitarse.

Los primeros proyectiles comenzaron a caer muy cerca de la barcaza, provocando que Lira comenzara a zigzaguear la barcaza para que no fuera tan sencillo apuntarles. Debido a los bruscos movimientos de la barcaza, Anna no pudo contenerse más y se vomitó sobre la cubierta, salpicándole los pies a Lira.

—¡Oye! Ten cuidado... —sentenció Lira con ligera molestia, tras esquivar dos proyectiles que impactaron sobre la superficie del agua junto a la barcaza.

—Perdón, es que yo... —Anna no pudo terminar de hablar cuando, a pesar de los esfuerzos de Lira, uno de los proyectiles se estrelló exactamente en medio de la barcaza, destrozando la cubierta y provocando que comenzara a anegarse.

—Maldita sea... —dijo Lira, tratando de controlar la barcaza, aunque le fue imposible. El agua comenzó a inundarla rápidamente hasta que una serie de explosiones se volvieron a escuchar. Lira miró a Anna con preocupación, mientras que ella, pálida por el temor, miraba el gran agujero por dónde el agua entraba.

De nueva cuenta, otro proyectil de impactó contra la barcaza, destrozando la popa y, con ella, el motor.

Sin pensarlo, Lira soltó el timón, tomó a Anna de la mano y se lanzó por la borda, jalándola junto con ella justo antes de que dos proyectiles más terminaran destrozando la barcaza por completo. En cuanto cayeron al agua, la corriente comenzó a arrastrarlas rápidamente, causando que ambas se soltaran. Anna comenzó a patalear y manotear con desesperación.

—¡Ayúdame, no sé nadar! —gritó ella, pero se le dificultó debido a que tragó agua rápidamente. Lira trató de alcanzarla, pero la corriente las separaba casa vez más.

—¡Anna, trata de mantenerte a flote! —gritó Lira, intentando alcanzarla, pero de pronto. Anna desapareció entre las aguas.

El suicidio no es pecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora