Capítulo once

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Un espeso cúmulo de neblina negra comenzó a formarse en medio de un viejo salón en ruinas. En aquel lugar, que en algún momento pareció haber sido un salón de baile, tan solo quedaban los escombros de las viejas mesas hechas pedazos sobre el suelo, también los restos carbonizados de la barra del bar con decenas de cristales que antes fueron vasos y botellas; los restos de diversas cortinas de seda carbonizadas todavía colgaban sobre los muros, llenos de hollín debido al humo, así como el amplio telón rojo con toques en color dorado, del cual únicamente sobrevivía la parte que iba conectada al mecanismo que con el que se podía controlar. A pesar de que no había ninguna fuente de luz, todo se podía observar en aquel lugar gracias a la luz bioluminiscente que diversos hongos de distintos tamaños, los cuales crecían en los restos de la madera, emitían. Además, diversos charcos de agua estancada cubrían el suelo, cubriendo el intrincado diseño que había sobre el mármol negro.

—Me voy a enfermar... —dijo Anna, tiritando de frío, cuando la neblina se disipó a su alrededor. Tanto ella, como Ixtab y Lira, estaban cubiertas de una fina escarcha que cubría su piel, su cabello y sus ropas, las cuales estaban completamente húmedas.

—Es imposible que te enfermes, no deberías preocuparte por... —Intentó decir Lira, con una expresión seria, aunque su mirada se llenó de sorpresa al observar las condiciones en las que se encontraba aquel lugar al que había llegado—. ¿Qué pasó aquí? —Alcanzó a preguntar, pero Ixtab no respondió; ella, a pesar de querer disimularla, solo pudo dibujar en su rostro una expresión de furia mezclada con angustia.

—No puede ser... —dijo Ixtab al recorrer con la vista todos los escombros—. ¡Lilith! ¡Lilith! ¡¿Dónde estás?! —gritó, tratando de obtener una respuesta, pero está nunca llegó.

—¿Hace cuánto tiempo que no visitas a tu hermana? —La voz de Miris hizo eco en el interior de aquel lugar. Entonces, justo cuando surgió una espesa neblina muy similar a la que había aparecido cuando ellas llegaron, los tentáculos de Ixtab brotaron de su espalda violentamente, provocando que Anna mostrara una mueca de preocupación al mirar a Lira, quién solo le hizo un gesto para que se mantuviera tranquila. Los tentáculos se internaron en la neblina y, apretujándola con fuerza, sacaron a Miris de entre ella. Entonces, al sostenerla frente a ella, los ojos de Ixtab brillaron con un profundo destello carmesí y, con furia, dijo:

—Sí ustedes le hicieron algo a mi hermana, juro...

—¿Qué te hace pensar que nosotras la dañaríamos? —preguntó Moros con tranquilidad, mientras que los tentáculos presionaban su vientre y mantenían apresados sus brazos y sus piernas.

—¡No quieras jugar conmigo! —gritó Ixtab, apretándola más fuerte. Anna se acercó rápidamente a Ixtab y, con angustia, le dijo:

—¡No la lastimes! —Pero Ixtab la empujó violentamente, provocando que Anna cayera en el suelo de sentón y que Lira la ayudara a ponerse de pie.

—¡¿Dónde está Lilith?! —preguntó Ixtab de nueva cuenta, mientras que su furia crecía cada vez más. Miris, con una notoria expresión de dolor, tan solo respondió:

—La última vez que la vimos estaba viviendo con su esposo... —Al escucharla, Ixtab la soltó bruscamente, dejándola caer al suelo.

—Con... ¿Su esposo? —preguntó Ixtab, confundida, mientras sus tentáculos volvían al interior de su cuerpo.

—Sí, por eso te preguntaba que desde hace cuánto no la visitas... —dijo Miris, levantándose del suelo y sacudiendo su ropa—. Lilith fue capturada por la Santa Iglesia hace mucho tiempo, pero varios años después fue rescatada por un humano, quien la ayudó a luchar contra las cazadoras. Todo eso sucedió aquí —dijo, mirando a su alrededor, luego miró directamente a los ojos de Ixtab, quien ya había relajado su expresión—. Fue algo muy interesante, hasta Vye se vio involucrada porque Lilith y su marido capturaron a su hija... —Lira mostró una expresión de sorpresa al escuchar aquellas palabras. Ixtab, con interés, interrumpió preguntando:

El suicidio no es pecadoOnde histórias criam vida. Descubra agora