Capítulo VII

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Entraron por una gran puerta de madera precedidos por Elrond y Lindir. Lo primero que vieron fue un inmenso pasillo de paredes blancas decoradas con sutiles diseños tallados en ellas. Por el pasillo iban y venían elfos ajetreados, acarreando bandejas, telas y demás cosas.

Elrond los condujo por un pasillo perpendicular al primero, este algo más estrecho pero no menos bonito que el anterior. Al menos una decena de puertas se abrían a ambos lados, mostrándoles grandes habitaciones con camas y sendos balcones.

–Aquí os alojareis, en estas habitaciones. Cada una tiene en su interior un aseo. Si necesitáis cualquier cosa, no dudéis en pedírmelo. Os espero a las nueve para la cena. –dijo Elrond y se alejó por el pasillo.

–Victoria, tu habitación es esta. –dijo Lindir llevando a la chica hasta una habitación enfrente de la que habían ocupado Fili y Kili–. Una de las doncellas de la dama Arwen vendrá dentro de una hora para ayudarte a arreglarte.

–¿Arreglarme?

–Para la cena. –dijo el elfo con una sonrisa amable y se fue por donde se había marchado Elrond.

–¿Por qué ella tiene una habitación para ella sola? –fingió indignarse Kili.

–¡Eso digo yo! Me parece inadmisible –contestó su hermano cruzando los brazos.

–Porque soy una dama –contestó Victoria tratando de mantenerse sería, pero los tres soltaron una gran carcajada al cabo de dos segundos, sin poder contenerse.

La puerta de la habitación contigua a la de Victoria se abrió, y Thorin asomó la cabeza.

–¡Silencio! ¡Cada uno a su habitación! Parecéis niños pequeños.

–Nunca dejamos de serlo tío Thorin –contestó Kili y cerró su puerta.

En cuanto Thorin desapareció en el interior de su habitación se escuchó una gran carcajada dentro de la habitación de los hermanos y Victoria no puedo contener una sonrisa.

Entró en su habitación, que era bastante espaciosa. Nada más entrar a la izquierda, había una gran cama de matrimonio con un cabecero plateado precioso. A la derecha había una puerta que daba acceso al aseo, en el que había un lavabo, un retrete y una bañera con patas y grifos dorados. Y al final de la habitación, había un balcón que daba a un jardín presidido por una gran fuente.

Como aún quedaba bastante para la cena y hacia un par de días que no se duchaba por todas las cosas que le habían sucedido, decidió tomar un baño. Así pues, se desnudó, se metió en la bañera y se relajó.

–¿Victoria?

Esta abrió los ojos sobresaltada, se había quedado dormida.

–¡Sí!¡Un segundo!

Se tapó rápidamente con la toalla y salió de la bañera, poniendo el suelo perdido de agua. Abrió la puerta y se encontró con un malhumorado Thorin.

–¿Qué pasa? –dijo molesta.

–Oh, lo siento –dijo el enano mirándola de arriba a abajo–. Esta elfa te está buscando, y ha llamado a todas nuestras puertas antes de encontrarte.

Tras él había una elfa, pero no una elfa cualquiera. Era Arwen. Victoria abrió mucho los ojos y la invitó a pasar, cerrando rápidamente la puerta tras ella.

–Arwen.

– Me alegra conocerte Victoria, Lindir ha hablado conmigo y me ha dicho que te gustaría verme.

–Madre mía, tengo que estar soñando.

La elfa soltó una alegre carcajada.

–Cuéntame, ¿quién eres y cómo has llegado hasta aquí?

Reconquistemos EreborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora