Volví a mirar en dirección a la entrada, me parecía raro que no me hubiera mandado un mensaje, aunque no era mucho lo que hablábamos por ahí que digamos, más que para preguntarme si quería comer algo en especial por la noche o cosas así. Aunque últimamente había dejado de hacerlo y como la mierda que sabía que era mi culpa, por haberle dicho que no cenaría con ella cada vez.

Carajo.

No podía evitar sentirme de la mierda conmigo mismo todo el tiempo y lastimosamente era algo con lo que estaba aprendiendo a convivir.

Suspire, frustrado, pensando que tal vez le había pasado algo, tal vez..., tal vez ella en realidad no quería venir. Me había dejado en claro que mi familia no le caía muy bien que digamos y no era para menos, nadie se había tomado el trabajo de siquiera intentar ser agradables con ella.

Mi nombre murmurado detrás mío me hizo girarme, creyendo que tal vez sería Alex, sin embargo me encontré con el rostro sonriente de Celie.

—Hey... —dije, repasándola con la mirada como por costumbre, solo porque tenia un vestido de color dorado que parecía destellar con las luces tenues del salón.

Sus mejillas se sonrojaron, para luego golpearme juguetonamente en el pecho.

—¿Como está el nuevo socio? —Pregunto, colocando su mano en mi brazo para dar un ligero apretón.

—Muy bien, gracias —respondí con una sonrisa amable, mis manos metidas en mis bolsillos, pero es que no quería hacer algo estúpido, tenía pareja y no podía envolver mis brazos en la cintura de Celie, por más que por un momento me hubieran surgido unas ganas locas de hacerlo, pero es que había momentos en los que me resultaba difícil aceptar que lo habíamos terminado, cuando el último recuerdo que tenía de nosotros dos, era estando juntos, prácticamente conviviendo.

Alex se merecía respeto, por más que no la recordara, lo merecía.

Celie parecía estar pensando lo mismo que yo, porque de repente su sonrisa se borro, dejando una mueca triste en sus finos labios.

—¿Como estas? ¿Ya llegaron todos? —Pregunté, intentando aligerar el ambiente.

Abrió la boca para responder, sin embargo no llegó a decir nada cuando sus ojos se clavaron en algo detrás mío.

Me giré y me di cuenta que no era algo, sino que era alguien: Alex.

Pude notar, a pesar de que se encontraba a varios metros de distancia, que Alex tenia las mejillas sonrojadas por la vergüenza y timidez, ya que, muy a su pesar, muchas personas estaban mirándola.

Y no hacia falta ser un adivino para saber que ella odiaba ser el centro de atención.

La repasé lentamente con la mirada: tenia un vestido que le llegaba por los tobillos, era de color blanco con flores rojas y azules estampadas en él. La parte de abajo le llegaba por encima del ombligo y luego tenia puesto un top a juego con el vestido, también con estampados florales, con unas cintas anchas para sostenerlo en su lugar y el escote recto. Se había hecho algo en el cabello, ya no tenía esos rizos descontrolados por lo que la escuchaba todas las mañanas quejarse cuando pensaba que no le estaba prestando atención, ahora estaba lacio, terminando en bucles justo por encima de su cintura. Nunca me había dado cuenta que tenía el cabello tan largo.

Sus ojos grises destacaban por un maquillaje tenue, sus labios en forma de corazón tenían un brillo de color rosado, aunque no podía distinguir si era porque se los había mordido mucho o era un labial.

—Si me disculpas... —murmure en dirección a Celie sin mirarla, pero es que sinceramente no podía quitar los ojos de Alex.

Ella todavía no me había visto, se movía nerviosa pasando su peso de un pie a otro en unos zapatos de tacón color plateados. Nunca la había visto usar zapatos, de hecho, por lo general ella solía siempre andar descalza, sin embargo no podía negar que le quedaban preciosos.

El día que dijimos adiósWhere stories live. Discover now