Es perfecta. Todo esto es perfecto. Mi vida es perfecta gracias a ella. El día no podía empezar más perfecto.

¿A qué no?

—¡Papiiiii! —tengo el tiempo exacto para sacar la mano de las bragas de Payton, cuando la puerta de nuestro dormitorio se abre y una cabeza de ondas doradas aparece sonriente con los brazos extendidos hacia mí.

Payton se sonroja y reprime una sonrisa nerviosa. Me mira con un puchero y suspira.

—Hola pequeña —la cojo en brazos y la subo al colchón sin poder dejar de darle besos en sus mejillas redondas.

—¡No papi! ¡Para! —se ríe entre mis brazos—. ¡Ya no soy pequeña!

Se escapa para ir hacia su madre y que así no pueda comérmela a besos.

—Papi no se entera —susurra Payton confidente, mirándome con una sonrisa burlona—. Ya eres súper mayor.

Asiente satisfecha.

—Ya tengo dos años —abre la palma de la mano y señala tres dedos.

—Eso son tres, chica mayor —le rodeo el tobillo y la hago reír mientras la arrastro por el colchón hasta esconderla bajo mi pecho.

—Papi... —habla bajito, para que solo yo pueda oírla, a pesar de que Payton está a escasos centímetros y puede escucharla perfectamente—. Mami está desnuda.

No puedo evitar reírme a carcajadas.

—Tienes razón, no me había dado cuenta —sonrío de medio lado, devorando el cuerpo de mi chica como el mejor desayuno posible.

—Papi no quiere que me ponga su camiseta porque dice que es vieja —se defiende, fingiendo estar indignada.

—Mami... —la pequeña suspira dramática, igualita que su tía Jasmine—. Es que tienes que llevar la de los Bulafo.

Payton y yo no reímos al unísono.

—Buffalo, pequeña —le beso en la coronilla—. Pero mamá sigue siendo de los Rams, aunque ahora vista otros colores.

Le guiño el ojo.

Payton me da un beso rápido en los labios y se pone en pie, buscando dónde ha ido a parar mi camiseta, pero antes de que pueda cogerla, me adelanto y se la quito de las manos.

—¿No decías que no quería que te la pusieras? —alzo ambas cejas ante su cara de sorpresa.

—¿Prefieres que me quede desnuda?

—Por supuesto —le doy una cachetada en el culo cuando pasa por mi lado para coger su zumo de naranja.

—Scarlett, ¿has visto lo que ha hecho tu padre? —pone ambas manos en sus caderas, fingiendo estar indignada por mi comportamiento, cuando en realidad no puede borrar la sonrisa de los labios.

—Papi malo —me regaña imitando el gesto de Payton.

Le rodeo la cintura hasta que la siento sobre mis rodillas. Le aparto el pelo hacia un lado y dejo varios besos en su hombro.

—Cariño, ¿te caliento el café?

Niego con la nariz pegada en su cuello. Scarlett se pone de pie en el colchón hasta que llega a mi costado y se sube en la pierna que me queda libre, igual que su madre. Rodeo a mis dos chicas por la cintura y las lleno de besos todo lo que me dejan.

Bebo café frío y los tres desayunamos juntos, disfrutando de los momentos juntos antes de volver a la rutina. Sonrío al mirar las siete obras que cubren nuestra pared, las que forman mis ojos, las que pensé que no volvería a ver nunca más, pero que los idiotas de mis amigos compraron para mí cuando creyeron que no aparecería en la galería. El móvil de Payton suena y se inclina a cogerlo sin levantarse de mis piernas, con la cabeza en mi pecho y relajada por mis caricias.

Seduce MeWhere stories live. Discover now