28.Svegliati

Depuis le début
                                    

—Madre. —fue lo único que dijo a modo de respuesta ante el afecto, antes no habría dicho nada más, pero ahora...—Estoy bien. Lo prometo.

Sage le dio un beso sonoro en la mejilla y se sentó en la cama a su lado poniendo la cesta en su regazo.

—Mi curiosidad debe ser saciada antes que nuestro señor padre comandante empiece el interrogatorio con muestras excesivas de afecto que me darán ganas de tirarte de los pelos...—Gianna sonrió a su hermana, extrañaba esa aura de ella tan colorida. Era la única persona con la que trataba de no ser tan brusca. — ¿Cómo lidiaste con el ser de medio metro?

La sonrisa desapareció y fue reemplazada por una falsa mueca de dolor. Del que menos quería hablar en estos momentos era de Constantino.

—Me está doliendo la cabeza y la luz me está matando.

—Ven cariño, no debemos estresarla con preguntas hoy.

—Solo fue una pregunta. —murmuró Sage.

—Venga no seas quejica. —achuchó Dylan tomándola por la cintura haciendo sonreír un poco a Gia. Si los había extrañado y mucho. El comandante sacó a la familia de la habitación y le dejó un beso en la frente. —Descansa.

Al dejarla sola, Gianna volvió a respirar hondo alejando la cosa que se retorcía en su pecho y miró por la ventana temiendo que ahora le tocaba a ella extrañarles a ellos.

El río de Venecia hacía un año que no se llenaba de rojo, hoy, el agua carmesí manchaba las baldosas de piedra en la orilla. Bajo el puente de los suspiros colaban cuerpos inertes de agentes del FBI y del MI6 que pululaban en la zona acechando cualquier vestigio de Calavera. Lo que no esperaban era que el Boss de Roma se alzara como una bestia sedienta de sangre al pisar su territorio con un niño destrozado por segunda vez, y un nudo caliente, bien apretado en medio del pecho que exigía venganza.

El terror en Italia volvía a clavar las fauces y esta vez con más cizaña. No dejaría una rata viva en su territorio y se encargaría de poner en su sitio a la escoria que le envió el presente que lo esperaba en casa, la misma caja con la misma rosa y una tarjeta burlándose de él.

«Te engañan una vez, culpa suya, te engañan dos, la culpa es tuya. Me divertí viendo como caías en sus redes venenosas, como un simple imbécil, todo el mundo lo hace eventualmente. Es mi rosa favorita. Es una cosita linda que destila veneno y mata aquello que la toca, o bueno, lo hago yo por ella. Nos veremos las caras Calavera y me daré el gusto de destriparte de adentro hacia afuera sin tocarte un pelo.»

Renzo decidió empezar a dar golpes por aquí y por allá sin descanso debilitando la red francesa sobre Italia, cada golpe lo saboreaba de una forma exquisita mientras tenía a Andrei buscando por cielo, mar y tierra cualquier información útil. No podía permitirse pensar en ella porque se iba a un abismo del cual salía en días y borracho, el Boss no se podía permitir eso, no ahora. Su fuente de liberación se turnaba entre el gimnasio, las torturas y las mujeres que volvieron a subir a su cama.

Constantino cada vez hablaba menos con las personas, iba a su entrenamiento y se quedaba en su cuarto aislado. No le quería creer a su padre cuando dijo que Gianna no volvería nunca más, que todo sobre ella había sido una mentira. No lloró, como ella le había enseñado, llorar no resolvía nada. Había aprendido que la paciencia era una virtud muy valiosa y tarde o temprano obtendría respuesta. Mientras tanto perfeccionaba sus técnicas de combates y los puntos donde debía dar para crear un golpe mortal. Pronto iniciaría en la organización con la muerte de alguien cuya identidad, hasta ahora, desconocía.

Las comidas se hicieron silenciosas y solo había ruido cuando Katrina volvió a frecuentar la casa como los viejos tiempos o cuando la tía Renata venía con el Nonno. La mayoría del tiempo Constantino los ignoraba, pero hoy tocaron algo que no debían.

Stiletto VendettaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant