26.Daddy

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"Solo la persona correcta puede ponerte de rodillas sin que sientas que estás en desventaja."

Raven Crowe.

«Respira. Golpea. Respira. Golpea y Esquiva.»

Era el mantra que se decía Gianna mientras golpeaba el saco. Su muslo y su espalda estaban mucho mejor, ya no dolía cuando cargaba algo con fuerza ni cuando los ejercitaba mucho. La cicatriz había quedado, pero tan solo era un punto pequeño en los lugares dañados, no eran nuevos en su cuerpo, pero si en su piel renovada. Aquella espada solía poseer todo tipo de cicatrices hasta que fue tocada por la mejor cirugía plástica con la tecnología militar inglés, que el dinero de los William podía comprar. Recordaba como se había levantado de aquella cama para verse en el espejo y ver su piel lisa, distinta a las protuberancias grotescas de las cicatrices que atravesaban grandes y profundas en su piel.

Observó mientras se quitaba las bandas de las manos, la mancha que había dejado el tinte de pelo en uno de sus dedos. Miró el espejo, había sido demasiado cuidadosa a la hora de aplicárselo. A parte de su dedo manchado, nada delataba que no era natural. Observó sus ojos y el café le devolvió la mirada reprochante. No recordaba la última vez que su "antiguo yo" le había devuelto la mirada clara.

—Jirafa ¿ya terminaste? No quiero ver tus ubres de nuevo.

Gia rodó los ojos con una sonrisa colgando de la comisura del labio.

—Tienes luz verde.

Constantino se paró a su lado y ella ladeó la cabeza acercándose más a él.

—Óyeme, has empezado a dar el estirón, enano.

—Dentro de poco ya no podrás decirme enano.

Le restregó el pelo con malicia y le buscó las cosquillas en las costillas.

—Para mí siempre serás enano.

Constantino la abrazó por el torso. Con un azote en el trasero, Gianna lo animó a que se bañara con la excusa de que olía horrible.

La cocina aún seguía sin ser su fuerte, pero quería intentar algo que había visto en la televisión. Siguiendo los pasos mientras observaba el programa en la cocina, se puso manos a la obra. El producto final, fue un cuerpo cubierto en harina y un Constantino muerto de la risa cuando el pastel salió del horno para desinflarse como un globo.

—Oye que lo que importa es el sabor. —le reprochó tirándole un trapo. —Engendro baboso.

Constantino se carcajeó más al ver que cada vez se desinflaba más. Cogió un tenedor y probó con miedo. Saboreó el dulce con cara de critico gastronómico.

—Le faltó cocción. —murmuró. —Crudito, mal hecho, demasiada azúcar sin sentido. Te doy un cuatro y estoy siendo generoso.

Gia divertida observó como se llevó la bandeja hacia él y se echó un pedazo grande. Lo detuvo con sorna quitándole el dulce de adelante para meterlo en el frío.

Stiletto VendettaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt