Parte 2 |38|

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Después de lo ocurrido, Paul subió a su habitación y decidió no salir el resto del día. Papá le narró a Santiago todo lo sucedido en cuanto regresó, y también se sintió molesto al darse cuenta de que su conversación no había tenido el impacto deseado, aun así, hizo lo que quiso.

Yo fui el único que ceno abajo con ellos, fingiendo estar triste, deprimido.

Bueno, me salía más o menos natural ese papel.

Volví a sentirme como hijo único, ya que toda su atención estaba enfocada en mí. Me inundaron con preguntas como: "¿Quieres más jugo?" "¿Está bien así?" "¿Seguro?"

Y yo solo respondía:

—Está bien así, gracias.

Pero luego algo captó mi atención: en las manos de ambos brillaba un anillo de compromiso. Habían avanzado con sus planes.

Mi curiosidad no pudo contenerse.

—¿Cuándo tienen planeado hacerla? —quise saber.

—¿Qué cosa? —inquirió Santiago.

—La boda.

—Cuando Christian se recupere. Quiero que me saque a bailar en la ceremonia —me respondió, mirándolo con diversión.

Él alzó su ceja, lanzándole una mirada igual de juguetona.

—¿Solo eso?

—Oh, cállate —soltó una risa nerviosa.

Observarlos tan llenos de alegría y emoción al hablar de sus planes futuros, cuando yo sabía que esa noche estaría partiendo, me llenaba de tristeza.

—¿No dices que todavía es un niño? No lo va a entender.

—Aun así...

—Espero que sean muy felices —les interrumpí, sonriendo con mi boca cerrada. Esa vez, lo decía en serio.

—Lo seremos, ya lo verás.

Un momento de silencio se cernió sobre la mesa, mientras cada uno pensaba en ello. Después Santiago se levantó de la mesa, llevándose su plato.

—Voy a llevarle algo de cena a Paul. No ha salido en todo el día —anunció con preocupación, antes de darse la vuelta y adentrarse a la cocina.

—Debería dormirse así.

—Fue suficiente con lo que le hiciste.

Él rodó los ojos, visiblemente molesto por la insistencia, y continuó comiendo.

Mientras los observaba, me di cuenta de que ya era hora de irme. Aunque el reloj apenas marcaba las diez de la noche, quería descansar un poco antes de enfrentar la larga noche que me esperaba.

—También me retiro —anuncié, poniéndome de pie.

—Adiós —respondieron en coro.

Esa simple palabra resonó en mi mente de una manera diferente. Me hizo darme cuenta de algo importante.

Esa podría ser la última vez que escuchara esa palabra, y los viera en persona. No podía permitirme dejar pasar esa oportunidad.

Me acerqué para darle un último abrazo a mi papá, como despedida. Rodeé mis brazos por su cuello, dándole también un beso en su mejilla.

Cuando me enderecé, me giré hacia Santiago, quien estaba a punto de dirigirse hacia arriba. Lo abracé por la cintura, con cuidado para no hacerle caer su plato.

Eso lo tomó por sorpresa, pero no tuvo tiempo de reaccionar, ya que me alejé de prisa, y me dirigí a mi habitación.

Una vez a solas, dejé escapar el aliento que ni siquiera me había dado cuenta de que estaba aguantando.

Cuando te dé un beso © ✔ (1 y 2) EN AMAZONOnde histórias criam vida. Descubra agora