Miré por encima de mi hombro. Me encontré con Seiren, con su cara de indiferencia al mundo. No alcancé a ver más caras en la fila extensa, pero sabía que Alhadir estaba en el medio, seguro que mirándonos, yo lo percibía como la humedad en el ambiente. Me ponía los pelos de punta.

—Eh. —Me llamó Breyton—. Mantén la cabeza al frente e ignora lo demás.

Asentí, aunque no prometí hacerlo. Mi cuerpo estaba en estado de alerta.

Breyton hizo detener el grupo con una mano en alto con la mirada dispersa a su izquierda, luego, cuando la bajó, lo vi cerrando los ojos mientras inspiraba el aire. Se tomó su tiempo, creo que estaba siguiendo un rastro. Hizo una señal de aspaviento a dicha dirección.

—¿Por qué nos desviamos del camino?

—Porque cerca está el territorio donde suelen verse los jabalís.

—¿Por eso saliste tan temprano a buscarlos antes de traer al grupo?

—Así es—Sonrió con entusiasmo—. No te preocupes, otro día retomaremos las clases de armas.

Cuando supe en el castillo qué animal iban a cazar para celebrar un banquete de despedida, me entraron dudas de acudir, pero agarré el arco tras pedírselo a Breyton y recuperé la confianza perdida.

Acaricio la cuerda del arma junto al cinto del carcaj que cruzan mi pecho. No pretendía cazar como lo tenía planeado el grupo, estaba para acompañar y ser espectadora mientras disfrutaba de la sensación liberal que trasmitía el bosque. Mi arco lo usaría para defenderme de cualquier cosa. Y ese pensamiento me invita a voltearme, frené de buscarlo con la mirada a ese sacerdote oscuro.

Breyton ordenó asentarse en un espacio libre de maleza. Los jinetes nos rodeaban y después, bajaron de sus monturas con un salto elegante. Me latió el corazón rápido al saber que era mi turno. Era uña renacuaja y el caballo era casi un elefante (aunque de carácter tranquilo y obediente, por eso Breyton me lo confió para esta excursión), así que bajar suponía un salto arriesgado y seguro que bochornoso.

«Madre mía, qué alto estaba. Socorro.»

Entonces escuché la voz de Breyton, pero no le entendí. Le miré y me encontré con sus brazos abiertos hacia mí dispuestos a ayudarme. Le sonreí agradecida y su expresión cambió a una relajada. Rodeé la parte de atrás del caballo con una pierna y solté mi pie en el estribo, en ese momento de casi suspensión, ya había sido agarrada firmemente de la cintura y pude aterrizar sin peligro ni violencia.

—¿Creías que iba a dejar que te bajaras tú sola?

Rodé los ojos hacia otra dirección.

—No, claro que no...

—Mentirosa.

—¿Y para qué preguntas?

Se río y yo traté de ocultarlo.

No supe en qué momento me distraje para posar mi atención en Alhadir. Él estaba hablando con una de sus sacerdotisas. Al parecer, sintió mi mirada porque se volcó hacia a mí.

—Estarás protegida por Seiren y unos diez escoltas más —dijo Breyton a mi lado.

Enseñé una mueca de consideración al cambiar de vista hacia Seiren que cargaba con unos forros de pieles desde su caballo hacia no sé dónde.

—¿Y ellos dónde irán?

Él sabía a quienes me referían: Alhadir y sus sacerdotisas.

—Cazarán por su cuenta.

—¿Por qué?

—Porque los cambiantes no se sienten cómodos cazando junto a unos antiguos enemigos.

El alma de la sacerdotisaWhere stories live. Discover now